I Semana de Cuaresma, Ciclo C
Lunes
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Lev. 19, 1-2.11-18: Ley de santidad
La primera lectura, está tomada del código de santidad o ley de santidad (cfr. Lev.
17-26). Este código, recoge las leyes, que después del destierro se dieron al pueblo
donde queda reflejada una exquisita sensibilidad respeto a las relaciones con Dios y
su consecuencia inmediata en el prójimo. La santidad de Yahvé, es la motivación
central, es el dinamismo que posee la santidad de sus fieles: “Habló Yahvé a
Moisés, diciendo: Habla a toda la comunidad de los israelitas y diles: Sed santos,
porque yo, Yahvé, vuestro Dios, soy santo.” (vv. 1-2). Inmediatamente, el texto
señala el comportamiento del creyente respecto del prójimo evitando todo
favoritismo, calumnia, odio y venganza, en definitiva la práctica de la justicia y del
amor al hermano evitando el hacer daño físico y moral al otro. Concluye diciendo:
“No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo, Yahvé.” (v. 18). Jesús ampliará, luego de citar este
texto, el sentido de prójimo más allá del pariente y connacional, sino todo hombre,
todos los hombres. Cuando fue consultado por el mandamiento mayor por un
doctor de la Ley, igualó y unió el amor al prójimo al primero de todos los
mandamientos el amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda tu
mente (cfr. Mt. 22, 34-40; Dt. 6,4).
b.- Mt. 25, 31-46: El Juicio final.
Este evangelio, es todo un proyecto de vida cristiana que se tendrá en cuenta el
día del Juicio final. Se sabrá si hemos amado a nuestro prójimo en situaciones bien
concretas, que podemos resumir en la ayuda al prójimo necesitado de comida,
casa, vestido, visitar al enfermo y al encarcelado, etc. Lo importante, es revisar la
motivación que nos mueve a ayudar, que no es sólo solidaridad o filantropía, es
mucho más, es ver en ese necesitado a Jesucristo, porque ÉL, se identifica con
todos los menesterosos del mundo. Lo mismo que en el discurso de las
Bienaventuranzas, el motivo estriba en la santidad de Dios Padre, aquí, como en la
Ley de santidad, aquí la identificación que hace Jesús con el prójimo, es la razón de
ser del amor al necesitado (cfr. Mt. 5, 43ss). Los hombres, serán juzgados por su
actitud frente a la persona de Jesucristo. Se presenta con sus ángeles, con las
mismas categorías de Yahvé, los ángeles reúnen a los hombres para el Juicio. Este
momento, supone la resurrección de todos los muertos, los buenos a la derecha, los
malos a la izquierda, lugar de salvación y de perdición. Esta ubicación, supone que
el juicio ya se realizó, porque luego se da la sentencia y las razones que la han
motivado. Todos los hombres son invitados al Reino de Dios, a realizar obras de
caridad para con el prójimo, los hermanos de Jesús. Estas manifestaciones del
amor al prójimo ya eran conocidas en el AT (cfr. Is. 58, 7; Jb. 22, 6-7; 31, 17. 19.
21). Estas son las obras que se exigen para ingresar en la vida eterna, auténtica
piedad hacia Dios y hacia el prójimo; libres de toda obligada retribución como lo
pensaban los fariseos. Pensamos que el último grado del amor, es amar a Dios sólo
por lo que ÉL es, no por lo que nos pueda cancelar, por amarle. Estas mismas
obras predicadas por Cristo son hechas ahora para cumplir el precepto del amor:
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo
os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán
todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» (Jn. 13, 34-
35). Servir al prójimo necesitado, es el motivo central del juicio; Jesús con esta
numeración de las obras, quiere dar importancia al amor, que también supone la
conversión y llevar la cruz cada día, la humildad y pureza de corazón. Todos se
extrañan ante las palabras del Juez; las obras hechas por amor a ÉL, tienen un
valor infinito, hechas al prójimo necesitado. Las palabras de Jesús se dirigen a
todos, con los que están más allá de los límites de su Iglesia, también ahí hay reino
de Dios, porque también ahí existen hombres buenos que cumplen con esta obras.
La terrible sentencia para los que están a su izquierda, es la separación eterna de
Jesucristo, de su Reino, de la vida verdadera. Fue la falta de amor, algo personal,
la que determina su destino. En cambio, los que amaron según Cristo Jesús, entran
a gozar del banquete eterno de la gloria, las bodas del Esposo con la humanidad
redimida y ahora glorificada en la Casa del Padre.
La Santa Madre Teresa de Jesús, nos invita a prepararnos al encuentro definitivo
por medio de la oración, verdadero juicio porque estamos delante del Verdad de
Dios cada que vez que dialogamos con ÉL. “¿Qué será el día del juicio cuando esta
Majestad se nos mostrará claramente y veremos las ofensas que hemos hecho?” (V
40,11).