I Semana de Cuaresma, Ciclo C
Jueves
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Est. 3,6; 4,11-12.14-16.23-25: La oración de la reina Ester.
La primera lectura, es una joya de la literatura del AT, como es la oración de la
reina Ester. Plegaria que eleva a Dios, para salvar a su pueblo del exterminio
decretado por el rey Asuero de Persia. Viéndose en peligro de muerte, ella y su
pueblo, invoca al Señor. Invoca a Dios como Señor, como Rey, como único Dios.
Se da una antítesis del, “s￳lo” Dios y Ester que se encuentra “sola”. En Dios, ese
término expresa la unicidad, infinitud y omnipotencia de Yahvé, en cambio, en la
reina Ester, viene a significar abandono e impotencia. La iniciativa que tiene para
salvar a su pueblo, es riesgosa para su vida. A pesar de todo, Ester, sabe por la
historia sagrada de su pueblo, que Israel, por lo que aprendió en su niñez, es el
pueblo del Señor, su heredad más querida. Las promesas hechas a los Patriarcas,
siempre las ha cumplido con exactitud. La evocación de las grandes hazañas
realizadas por Dios, engendran la esperanza, que el Señor, de alguna manera
actuará en este momento de aflicción y de posible exterminio de su pueblo. Ester
pide palabras acertadas, para cuando se encuentre frente al león, es decir, frente
al rey Asuero, para que pueda cambiar el odio que siente por los judíos, en odio
contra los verdaderos enemigos de su pueblo Aman y los persas. Busca con ese
discurso, salvar a su pueblo del exterminio, y también salvar su vida. Otra heroína,
Judit, pedía con palabras semejantes salvar a su pueblo Israel (cfr. Jdt. 9,13).
Esta obra de la literatura del AT., posee un gran nacionalismo judío, difícil luego de
compaginar con el amor a todos los hombres, y todos los pueblos que nos pide el
Evangelio de Jesucristo. Lo que se quiere destacar en todo caso, es el poder de la
oración hecha con fe, en momentos difíciles tanto de los pueblos, como de las
personas creyentes.
b.- Mt. 7, 7-12: Todo el que pide recibe.
El evangelio, nos presenta una serie de sentencias, que el evangelista reúne en
esta peque￱a secci￳n. “Pedid, y se os dará…” (v. 7). Dios ante todo es Padre,
preocupado de todos sus hijos. Será en la oración perseverante, donde le
encontraremos siempre, pero nuestra fe nos debe guiar a reconocer que
dependemos de ÉL, que solos no podemos hacer nada. La oración es un crisol, que
acrecienta nuestra humildad, y purifica nuestra fe, porque ahí nos presentamos
como hijos ante nuestro Padre. A nuestro pedir, sigue que se nos dará; a la
plegaria confiada, sigue la concesión de lo pedido. Tenemos asegurado que Dios
nos escucha. Siempre es una oración en Dios, la de aquel que vive para Dios y
confía en Dios. Quien vive su filiación, sabe que sus peticiones son prontamente
escuchadas. Este es el misterio de la oración cristiana, diálogo con Dios nuestro
Padre, para quien vive como discípulo de Jesús en el Reino de Dios. La condición
para obtener lo que se quiere, es creer que Dios es Padre: “¿O hay acaso alguno
entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le
dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas
a los que se las pidan!” (vv. 9-11). Así como los padres saben cómo cuidar de sus
hijos, así también nuestro Padre Dios, sólo que el abismo es incomparable entre
ellos, puesto que Dios, es Tres veces Santo, en cambio los padres son malos, es
decir, inclinados al mal. Lo que sucede es que a veces nos da cosas buenas, que
son para nuestra purificación, como la enfermedad, infortunios económicos o
grandes aprietos, la soledad, que no nos agradan. La fe nos dirá que si vienen de
un Padre tan bueno como es Dios, es lo que más nos conviene.
Finalmente la Regla de Oro: “Por eso, cuanto deseéis que os hagan los hombres…”
(v. 12). Si bien esta Regla la conocemos por el evangelio de Jesús, es más antigua
y otros grupos religiosos, ya la observaban aparte de los judíos. Debemos tratar a
los demás, cómo quieren que nos traten; se podría decir, que es un principio básico
del trato entre las personas. ¿Dónde está novedad de Jesús? Él nos ha hablado del
amor al prójimo sin medida, incluso hacia el enemigo. Este amor es que el hermano
espera del otro, del compañero en la fe, y lo que él puede esperar de mí. Ponerla
en práctica significa, descubrir todo lo que me alegra o desagrada debe ser criterio
para el trato con el prójimo. Cuando señala que esta es la ley y los profetas, Jesús
quiere decir que esta Regla de Oro, está contenida en el AT, en lo que a la moral se
refiere. Jesús ha venido a dar cumplimiento a la Ley y los profetas, no ha venido a
abolir nada; un cumplimiento con una nueva forma de entender su sentido más
profundo, desde el amor y desde lo interior del hombre, donde habita Dios Trinidad
escondido pero real presencia en el alma cristiana. La fe cristiana acepta y cuenta
siempre con lo todo lo humano, como la sabiduría y la prudencia, lo noble y
verdadero, pero que debe ahora perfeccionarse desde la visión de Jesús.
La Santa Madre Teresa de Jesús, siempre fue afable en el trato con el prójimo,
tanto con seglares como con religiosos y religiosas: “Vuestro trato y lenguaje ha de
ser en Dios; quien os quisiere tratar apréndale” (CV 20, 4). O bien: “Procurad ser
siempre afables…con todas las personas que os trataren” (CV 41,7).