I DOMINGO DE CUARESMA C
Dt 26, 4-10; Sal 90, Rm 10, 8-13; Lc 4, 1-13
Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu
en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en
aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: "Si eres
Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan." Jesús le respondió: "Esta
escrito: No sólo de pan vive el hombre." Llevándole a una altura le mostró en un
instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: "Te daré todo el poder y la
gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien
quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya." Jesús le respondió: "Esta escrito:
Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto." Le llevó a Jerusalén, y le puso
sobre el alero del Templo, y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus
manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna." Jesús le
respondió: "Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios." Acabada toda tentación, el
diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
Con la celebración del miércoles de ceniza hemos dado inicio al tiempo de
Cuaresma. Tiempo en el cual el Señor con mayor fuerza y radicalidad nos invita a la
conversión, a vivir anunciando con nuestras acciones diarias que por la gracia de
Dios se nos concede amar y servir a los hermanos. Las lecturas del miércoles de
ceniza, nos han presentado las tres armas con las que la Iglesia nos provee para
ayudarnos a vivir este tiempo de cara a Dios y a los hermanos, que son: el ayuno,
la oraci￳n y la limosna. Al respecto nos dice nuestro Papa Benedicto XVI: ᆱ…
"Conviértanse y crean en el Evangelio" (Mc. 1,15); es una invitación a tener fe en
Dios y a adecuar cada día de nuestras vidas a su voluntad, dirigiendo todas
nuestras acciones y pensamientos hacia el bien. El tiempo de Cuaresma es el
momento preciso para renovar y mejorar nuestra relación con Dios mediante la
oración diaria, los actos de penitencia, las obras de caridad fraterna…ᄏ (Benedicto
XVI, Ángelus, 26 de febrero de 2012).
La cuaresma es invitación a la oración. La oración verdadera es parte principal de la
vida cristiana, si escuchamos la palabra de Dios, si leemos el evangelio y lo
ponemos en práctica, el resultado natural será que entremos en comunicación con
Dios y oremos. En este tiempo además de orar se nos llama a participar en la
liturgia de la Iglesia, en la eucaristía de cada domingo o de cada día, y con mayor
frecuencia acudir al sacramento de la reconciliación.
Según el evangelio de hoy, la actividad pública de Jesús se inicia con un tiempo de
desierto, comparativamente se pueden rememorar los cuarenta años que el pueblo
de Israel anduvo errante por el desierto. Tiempo de prueba, de dificultades y
tentaciones en las cuales el pueblo se dejó arrastrar por el pecado más de una vez,
por la idolatría y la infidelidad a Dios, llegando incluso a renegar de la obra del
Padre. Pero paralelamente, este fue un tiempo de relación estrecha e íntima con
Dios, tiempo en que cada persona en la soledad de su desierto interior fue
madurando en la fe. Jesús también vivió este tiempo, ayunó en el desierto y se vio
sometido a múltiples tentaciones relacionadas con su misión salvadora, a través de
las cuales el demonio quería dominarlo y someterlo. Las tentaciones para Jesús son
pruebas humanamente duras y sumamente profundas. Todo lo que le propone
Satanás era aparentemente útil para darle una posición o imagen frente al pueblo.
Pero aunque sentía como hombre, Jesús se opone y rechaza al demonio, y con la
fortaleza que se le concede por la obediencia a su Padre.
El Beato Papa Juan Pablo II nos dice al respecto: ᆱ… La descripci￳n de la tentaci￳n
de Jesús, que volvemos a leer este domingo de Cuaresma, tiene una elocuencia
especial. Efectivamente, en este período, incluso más que en cualquier otro, el
hombre debe hacerse consciente de que su vida discurre en el mundo entre el bien
y el mal. La tentación no es más que dirigir hacia el mal todo aquello de lo que el
hombre puede y debe hacer buen uso. (…) Si hace mal uso de ello, lo hace porque
cede a la triple concupiscencia: concupiscencia de los ojos, concupiscencia de la
carne y orgullo de la vida. La concupiscencia, en cierto sentido, deforma el bien que
el hombre encuentra en sí y alrededor de sí, y falsea su corazón. El bien, desviado
de este modo, pierde su sentido salvífico y, en vez de llevar al hombre a Dios, se
transforma en instrumento de satisfacci￳n de los sentidos y de vanagloria…ᄏ (Juan
Pablo II, Homilía en la parroquia de Santa María de la Merced y San Adrián Mártir,
20 de febrero de 1983).
Este domingo la Palabra nos hace presente que aunque es verdad que necesitamos
comer y vestirnos y divertirnos y trabajar, no solo de pan vive el hombre. Pero
muchas veces el afán por ganarnos el pan, por lo material, nos aleja del verdadero
alimento para nuestra fe. Jesús nos enseña que hay otro alimento: hacer la
voluntad de Dios.
No tentarás al Señor tu Dios: Otro peligro que pone a prueba la fe de los creyentes
es el intento de reducir la religión a un remedio o solución para nuestros
problemas, a un consuelo para nuestras frustraciones particulares. Creer en la
providencia no es pensar que Dios está en nuestras manos, a nuestra disposición,
todo lo contrario es creer que, sin renunciar a nuestra responsabilidad, estamos en
última instancia en las manos de Dios.
ᆱ…A Dios, adorarás y a Él solo darás culto…ᄏ, un gran peligro para nuestra fe es la
idolatría. Nos confesamos creyentes y reconocemos creer en Dios y en Jesús. No
obstante, nuestra manera de vivir indica que nuestra confianza está en nuestros
ídolos y hemos abandonado a Dios, tenemos más confianza en nuestras obras y
esfuerzos (la técnica, la ciencia, la política, el progreso), que en nuestros
semejantes. No nos fiamos del otro y mucho menos de Dios.
Nuestro Papa Benedicto XVI nos dice: ᆱ…"Reflexionar sobre las tentaciones a las
que es expuesto Jesús en el desierto es una invitación para cada uno de nosotros a
responder a una pregunta fundamental: ¿qué cosa cuenta realmente en mi vida?
(…) el núcleo de las tres tentaciones a las que el diablo somete al Se￱or es la
propuesta de instrumentalizar a Dios, de usarlo para los propios intereses, para la
propia gloria y para el propio éxito. Y entonces, en esencia, ponerse uno mismo en
el lugar de Dios, sacándolo de la propia existencia y haciéndolo parecer superfluo.
Cada uno debería preguntarse entonces: ¿qué lugar tiene Dios en mi vida? ¿Es Él el
Se￱or o lo soy yo? (…) Superar la tentaci￳n de someter a Dios a sí y a los propios
intereses o de ponerlo en un ángulo y convertirse al justo orden de prioridad, dar a
Dios el primer puesto, es un camino que cada cristiano debe recorrer siempre de
nuevo…ᄏ (Benedicto XVI, Audiencia General en el Miércoles de Ceniza, 13 de
febrero de 2013)
Cristo confiesa con todo su corazón -alma- y fuerzas a su Padre, nosotros sólo
unidos a Cristo estamos llamados a confesar nuestra fe, con toda nuestra existencia
a través de la auténtica conversión, a la cual cada día el Señor nos invita. San León
Magno dice que la limosna y el ayuno riegan a la oración; si la oración se realiza de
un corazón que honra a Dios con el corazón y los labios.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar