EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por
el Espíritu al desierto,
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante
esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se
convierta en pan".
Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los
reinos de la tierra
y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han
sido entregados, y yo los doy a quien quiero.
Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo
rendirás culto".
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo
y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.
Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna
piedra".
Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el
momento oportuno.
Comentario del Evangelio por:
San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Escritos Espirituales, 15/12/1936
El Hijo de Dios rechaza la tentación y obedece la voluntad de su Padre
Yo también alguna vez allá en el mundo, corría por las carreteras de España,
ilusionado de poner el marcador del automóvil a 120 km por hora... ¡Qué estupidez!
Cuando me di cuenta de que el horizonte se me acababa, sufrí la decepción del que
goza la libertad de la tierra... pues la tierra es pequeña y, además, se acaba con
rapidez. Horizontes pequeños y limitados rodean al hombre, y para el que tiene un
alma sedienta de horizontes infinitos... los de la tierra no le bastan... le ahogan. No
hay mundo bastante para él, y sólo encuentra lo que busca en la grandeza e
inmensidad de Dios. ¡Hombres libres que recorréis el planeta! No os envidio
vuestra vida sobre el mundo. Encerrado en un convento, y a los pies de un crucifijo,
tengo libertad infinita, tengo un cielo..., tengo a Dios. ¡Qué suerte tan grande es
tener un corazón enamorado de El!...
¡Pobre hermano Rafael!... Sigue esperando... sigue esperando con esa dulce
serenidad que da la esperanza cierta. Sigue quieto, clavado, prisionero de tu Dios,
a los pies de su Sagrario. Escucha el lejano alboroto que hacen los hombres al
gozar breves días su libertad por el mundo. Escucha de lejos sus voces, sus risas,
sus llantos, sus guerras... Escucha y medita un momento. Medita en un Dios
infinito... en el Dios que hizo la tierra y los hombres, el dueño absoluto de cielos y
tierras, de ríos y mares; el que en un instante, con sólo quererlo, con sólo pensarlo,
creó de la nada todo cuanto existe.
Medita un momento en la vida de Cristo y verás que en ella no hay libertades, ni
ruido, ni voces... Verás al Hijo de Dios, sometido al hombre. Verás a Jesús
obediente, sumiso, y que con serena paz, sólo tiene por ley de su vida cumplir la
voluntad de su Padre. Y, por último, contempla a Cristo clavado en Cruz... ¡Á qué
hablar de libertades!
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”