I S ÁBADO DE C UARESMA
(Dt 26, 16-19; Sal 118; Mt 5, 43-48)
L ECTURA
“Hoy se compromete el Señor a aceptar lo que tú le
propones: Que serás su propio pueblo, como te
prometió, que guardarás todos sus preceptos, que él
te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima
de todas las naciones que ha hecho, y que serás el
pueblo santo del Señor, como ha dicho.” (Dt 26, 18-
19)
Via Crucis, XI Estación
-“Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en
cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen” (Mt 5,
43-44).
C OMENTARIO
La Alianza de Dios con su pueblo nos ofrece la certeza de la fidelidad de Dios. El
precepto del Señor es justo y se desvela definitivamente en el amor que Él nos tiene en
su Hijo amado. Quienes reciben la noticia del Evangelio, descubren dónde radica la
esencia de la enseñanza de Jesús, en el amor a Dios y al prójimo, no solo al amigo, o al
que piensa igual, o al que nos pertenece por la carne o la sangre, sino incluso al que nos
aborrece, nos persigue o nos calumnia.
Siempre recordaré la conversación que mantuve con un iraní, musulmán, que se
acercó al cristianismo, aunque al final no dio el paso bautismal. Él me decía: “No digáis
que sois la religión verdadera en comparación a otras. Vosotros sois el amor”. El
distintivo cristiano es el amor, porque creemos en Dios, que es amor.
La pertenencia al pueblo santo, al pueblo de la alianza, al grupo de los discípulos
del Señor, a la Iglesia, no se tiene por vínculos jurídicos, ni por la carne y la sangre, sino
por el don del Espíritu a cuantos acogen la Palabra y los mandatos del Señor, entre los
que destaca el amor al prójimo, incluso a los enemigos.
Demasiadas veces aparecemos los cristianos con discursos dialécticos. Sin merma
de la defensa de la verdad, nuestra contraseña nos la ha dado Jesucristo: “que os améis
unos a otros, para que el mundo crea que yo he sido enviado”.
Serán parábolas de semillas de mostaza, gestos anónimos, presencias gratuitas
llenas de ternura y solidaridad, como las que en estos tiempos acontecen como respuesta
a tantas pobrezas. En cualquier caso, tenemos en quién fijarnos, en Aquel que dio su
vida por todos y murió perdonando a los que le crucificaban.
Pueden parecer palabras bonitas, pero el Evangelio y la persona de Jesús deberán
ser siempre la referencia en nuestro modo de actuar.
P UNTOS DE REFLEXIÓN
¿Te sientes miembro del pueblo santo de Dios? ¿Eres signo del amor de Cristo?