“Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Lucas, 4, 1-13
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¡TENEMOS TODOS TANTA NECESIDAD DE SER PROTEGIDOS DE LAS
INSIDIAS DEL DIABLO!
La prueba, la salvación, la profesión de fe, son los temas que podemos
entresacar de las lecturas de la liturgia de hoy, y nos interrogan sobre nuestra
realidad de Iglesia, sobre nuestra vida de creyentes. ¡Cuántas veces hemos
experimentado en la tribulación, en la tentación, que el Señor es nuestra
fuerza, el único que puede librarnos! Recordar las maravillas de gracia que
Dios ha hecho por nosotros no es sólo una exigencia del corazón, sino una
tarea imprescindible, una misión, un testimonio que se ofrece a los hermanos
para que también ellos conozcan la alegría de ser salvados invocando el
nombre del Señor.
¡Tenemos todos tanta necesidad de ser protegidos de las insidias del diablo! El
Evangelio hoy nos lo manifiesta mostrándonos a Jesús sometido a tentaciones
que son la raíz de cualquier tentación y se revisten de nobles apariencias. El
fin es encomiable y los medios propuestos se diría que son los más
adecuados... Jesús ha experimentado la debilidad humana que tan fácilmente
doblega la voluntad y ofusca nuestra capacidad de discernimiento. Pero
precisamente en su debilidad ha vencido al Maligno, en el desierto y en la
cruz, indicándonos el camino de la victoria. Como él, debemos retener la
Palabra de Dios en el corazón, convirtiéndola en norma de nuestra vida, en
lámpara de nuestros pasos. Si no tememos profesarla con franqueza,
podremos experimentar que el Señor es nuestra fuerza, nuestro escudo
salvador (Sal 17,3).
ORACION
Señor, Dios de mi salvación, te doy gracias cantando con el corazón, que,
libre, se abre a la vida y quiere devolverte la misma vida. Te amo, Señor, mi
fortaleza, que has asumido mi debilidad para hacerme también a mí vencedor
del mal. Escudo mío, mi baluarte, mi poderoso salvador, tú sabes cómo busco
la gloria del mundo y temo el desprecio de los demás.
Sin embargo, no quiero ni puedo callar la fe que has encendido en mi
corazón: todavía es una débil llamita, pero sé por experiencia que quien cree
en ti no queda defraudado. Anunciaré tu nombre a mis hermanos, les llevaré
tu Palabra: la fe se aumenta dándola. Luz de mis pasos, guarda mi corazón,
que sea más vigilante contra toda insidia, de suerte que mi vida sea para
todos un signo irradiante de ti.