Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Cuaresma,
Semana No. 1, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Mi palabra hará mi voluntad * El Señor libra de sus
angustias a los justos. * Vosotros rezad así
Textos para este día:
Isaías 55,10-11:
Así dice el Señor: "Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino
después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé
semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo."
Salmo 33 :
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, / ensalcemos juntos su nombre. / Yo
consulté al Señor, y me respondió, / me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, / vuestro rostro no se avergonzará. / Si el
afligido invoca al Señor, él lo escucha / y lo salva de sus angustias. R.
Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus gritos; / pero el
Señor se enfrenta con los malhechores, / para borrar de la tierra su memoria. R.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha / y lo libra de sus angustias; / el Señor está
cerca de los atribulados, / salva a los abatidos. R.
Mateo 6,7-15:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas
palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo
pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan
nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado
 
a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del
Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del
cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro
Padre perdonará vuestras culpas."
Homilía
Temas de las lecturas: Mi palabra hará mi voluntad * El Señor libra de sus
angustias a los justos. * Vosotros rezad así
1. Palabras y obras
1.1 La primera lectura nos presenta la imagen viva de la eficacia de la Palabra, de
la cual dice Dios: "no volverá a mí sin resultado". Acerquémonos a esta imagen y
descubramos su sabor y su fuerza nutritiva.
1.2 Nieve y lluvia "bajan del cielo". Pertenecen al ámbito de aquello que el hombre
no domina. Son un regalo. Así es también la Palabra.
1.3 Hay que "empapar" la tierra para fecundarla. Así también la Palabra hace su
obra "empapándonos", es decir: colmándonos interiormente, penetrándonos,
llenando nuestros vacíos interiores. Cuando esto permitimos a la Palabra nos
fecunda y hace dar fruto.
1.4 Lluvia y nieve "vuelven" al cielo. Así también la Palabra: a nosotros llega y de
nosotros sale. Viene sola pero no retorna sola, pues ha hecho posible el milagro del
pan y de la semilla. La Palabra llega del cielo como enseñanza y vuelve al cielo
como plegaria y como alabanza. En nuestras súplicas de hijos y en nuestra gratitud
de redimidos habla la Palabra con la fuerza de sus frutos.
2. La perfecta oración
2.1 El catecismo de Juan Pablo II nos ofrece una preciosa reflexión sobre el
Padrenuestro. Escuchemos textos tomados de los números 2765 a 2772.
2.2 La oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta oración que
nos viene de Jesús es verdaderamente única; es la oración "del Señor". Por una
parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras
que el Padre le ha dado: El es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como
Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus
hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra
oración.
2.3 Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico. Como en
toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los
hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la
oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que éstas se hacen en
nosotros "espíritu y vida" (Jn 6,63). Más todavía: la prueba y la posibilidad de
nuestra oración filial es que el Padre "ha enviado a nuestros corazones el Espíritu
de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!" (Ga 4,6). Ya que nuestra oración interpreta
nuestros deseos ante Dios, es también "el que escruta los corazones", el Padre,
quien "conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor de los
santos es según Dios" (Rm 8,27 ). La oración al Padre se inserta en la misión
misteriosa del Hijo y del Espíritu.
2.4 Este don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da
vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los
comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor "tres veces al
día", en lugar de las Dieciocho Bendiciones de la piedad judía. Según la Tradición
apostólica, la Oración del Señor está arraigada esencialmente en la oración
litúrgica. En todas las tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante
de las principales Horas del Oficio divino. Este carácter eclesial aparece con
evidencia, sobre todo, en los tres sacramentos de la iniciación cristiana.
2.5 En la Liturgia eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda
la Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la Anáfora
(Oración eucarística) y la liturgia de la Comunión, recapitula, por una parte, todas
las peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la epíclesis, y, por
otra parte, llama a la puerta del Festín del Reino que la comunión sacramental va a
anticipar.
2.6 En la Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el carácter
escatológico de sus peticiones. Es la oración propia de los "últimos tiempos",
tiempos de salvación que han comenzado con la efusión del Espíritu Santo y que
terminarán con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de las
oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya realizado,
de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado.
2.7 De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete
peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de
paciencia y de espera durante el cual "aún no se ha manifestado lo que seremos"
(1Jn 3,2). La Eucaristía y el Padre Nuestro están orientados hacia la venida del
Señor, "¡hasta que venga!" (1Co 11,26 ).
Fr. Nelson Medina, O.P.