I Semana de Cuaresma
Lucas 11, 29-32
Miercoles
Introducción
Como aparece en el versículo 32, Jonás fue un signo por lo habitantes de
Nínive por su predicación, es decir por el anuncio del juicio y el llamado a la
conversión. (Jonás 3, 2-5).
De la misma manera se le debe reconocer al Hijo del Hombre el rol de signo,
tanto más que del mismo Jonás y de Salomón.
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
°°°°°°°°°
Como Jonás para lo ninivitas, así también el Hijo del Hombre será signo para
esta generación según el comentario de Lucas.
Dios no quiere convertir al hombre por medio de signos maravillosos
quebrando de esta manera la resistencia humana. Si tratara así la conversión no
sería el Dios de Jesucristo, el Dios verdadero, que aparece como el servidor de los
hombres para merecer de ellos amor y confianza ilimitada en su inefable gratuidad.
Dios no presenta otro signo que el de la presencia de Jesús en su condición
humana, testimonio de fidelidad en la obediencia y en el amor. Jesús signo de la
presencia de Dios en la humanidad es transparencia, su presencia divina se
transparenta en la sencillez de todos los gestos humanos, a tal punto que Dios se
hace presente en su mismísima muerte resucitando a ese hombre-Jesús.
La fe no nace de los milagros, más bien es una adhesión confiada que se
concede a la persona de Jesús. El mismo milagro no se percibiría sin una fe inicial
que el hecho milagroso puede confirmar y reforzar.
Así como Jesús a sus contemporáneos les presenta a la reina del sur y a los
mismos ninivitas convertidos que han aceptado con prontitud la sabiduría de
Salomón, el cristiano de hoy debe ser en el mundo que le toca vivir un signo de fe y
confianza en el Dios de Jesucristo y por lo tanto un llamado a una conversión a
Jesús y su Evangelio.
Mons. Miguel Esteban Hesayne