I Semana de Cuaresma
Viernes
Mateo 5, 20-26
Para el discípulo de Jesús es indispensable una justicia más perfecta que la
de aquella de los escribas y fariseos. Para entrar en el Reino de los Cielos se
necesita una nueva justicia: la justicia del amor fraterno.
¿Lo que exige Jesús es una justicia más grande que aquella de los fariseos
miembros de una congregación religiosa que observa la ley con gran celo y qué
mire más bien la práctica de la justicia que la teoría?
¿Jesús busca quizás para sus discípulos algo imposible? No se puede hacer
más que lo que hacían los fariseos, pero sí se lo puede hacer mejor. Se debe buscar
la justicia a través del perdón del amor: un amor “nuevo”, gratuito que va más allá
si se lo merece o no se lo merece; una justicia que tiene en cuenta no solamente
las acciones sino más bien la intención. Para Jesús la práctica externa no sirve para
nada si no es fruto de corazones que aman. Para Jesús el ofrecimiento de la propia
vida ofrecida a Dios (1 Cor.13, 3) y el mismísimo sacrificio eucarístico, no son actos
aceptables a Dios si no proceden del amor que cubre el corazón.
Así el amor fraterno que conduzca a la reconciliación hace fructuoso y
agradable a Dios el sacrificio.
La tarea y la plegaria cristiana se pueden sintetizar en participar de la
eucaristía para capacitarse a perdonar y reconstruir todos los días la relación
fraterna.
Mons. Miguel Esteban Hesayne