SUBIR PARA BAJAR
Padre Javier Leoz
A nosotros, con el evangelio de hoy, Jesús nos invita a adentrarnos y comprender
su identidad. Subir junto a Él, camino del calvario, es quedarnos embelesados por
la cercanía de un Dios que se manifiesta claramente. La Transfiguración nos incita,
por capilaridad, a contemplar y ver, tocar y fusionarnos a Cristo. Y, por supuesto, a
su aparente fracaso (la muerte) y a su inminente triunfo (la resurrección). No hay
vida sin cruz; no hay cristianismo sin cruz; no hay amigos de Jesús si, previamente,
no existen hombros para llevar la cruz. ¿Será que nos gusta sólo la luz del
cristianismo?
1. En estos tiempos, en los que tanto preocupa el “ADN” de las personas, se me
ocurre pensar que el Monte Tabor es un lugar privilegiado donde aprendemos a
vislumbrar o intuir que Jesús encierra algo grande que escapa a nuestra razón, pero
que colma de vida el corazón que todos llevamos dentro: ¡la gloria del Señor!
La Transfiguración de Jesús, en este segundo domingo de cuaresma, nos descubre
la identidad de Jesús: HIJO DE DIOS
Pero, aun así, muchos seguirán sin creer, jactándose y sentenciando que no existió
tal monte, ni hubo manifestación o nubes que se abrieron de par en par
desplegando y completando el Misterio.
Otros se quedarán en el Jesús histórico, sin más trascendencia que su nacimiento,
su muerte o el movimiento de liberación que pudo, en su tiempo, desencadenar.
Y, algunos más, ¡ojalá nosotros!”, concluiremos que la Transfiguración es una
vivencia y un adelanto de la gloria que nos espera después de la muerte y por la
resurrección de Jesús.
2.- Tabor, es subir para comprender y acoger la persona divina de Jesús
El Tabor exige bajar al terreno, o valle de cada día, con nuevas actitudes, con
renovado brillo en el rostro y con el corazón sobrecogido por la experiencia de
haber estado cerca de Jesús
Tabor, es elevar, en medio de nuestro mundo, no tres tiendas (¡cientos de miles!)
para que muchos hombres y mujeres descubran que el resplandor de la Gloria de
Dios sigue brillando para todo aquel que se aventure (con esfuerzo, seguimiento,
escucha, valentía y audacia) a buscarla o, como nosotros, celebrarla.
¿Que todo ello acarrea y trae abundancia de cruces? Pues, mirad, así….de esa
manera nos vestiremos en el Reino de los Cielos…¡¡de luces!!
Si, el domingo pasado, Jesús nos invitaba a la lucha (para no sucumbir en nuestros
ideales cristianos) hoy, el Señor, nos llama a la confianza. Nos arrastra hasta la
intimidad con Dios. ¡Sin Dios nada! Jesús, aun queriendo estar en compañía de
Dios, no quiere dejar abandonados a sus amigos.
Qué bien lo ha expresado el Papa Benedicto XVI con motivo de su renuncia al
Papado: “no se puede supeditar el bien particular o personal al general”. Y es que,
el Papa, hasta nos da un poco de luz en este segundo domingo de la Cuaresma:
quien quiera subir…aprenda a bajar. Una oración especial por Benedicto XVI.
3.- TUS AMIGOS, SEÑOR
Subiste al Tabor, y lejos de olvidarnos,
nos invitaste a escalar contigo.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Ascendiste al Tabor, y sin dejarnos de lado,
nos hiciste partícipes de algo, que lejos de ser sueño,
fue gloria, presagio, anuncio, pasión, muerte y futuro.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Te alejaste, por un momento, de los que solicitaban tu mano
para quedar sanos
tu mirada para recuperar la fe en su vivir
tus pisadas, para saber por dónde caminar.
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Nos cogiste, Señor, y para que supiéramos lo qué era el bien
nos hiciste testigos de una Gloria
de un triunfo, de una cruz, de una pasión
y de una Resurrección que, a todos los que creemos, nos espera
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Trepamos contigo, Señor, a la montaña
y, con nuestros ojos abiertos al Misterio
supimos que algo extraordinario ocurría delante de nosotros:
una voz del cielo, dos rostros conversando contigo y un cielo abierto
¡Qué bien, Señor, estábamos en ese momento!
¿Se puede pedir algo más, a un amigo, Señor?
Sólo sabemos, Señor, que somos tus amigos
y que, todos los domingos, en la Eucaristía
nos rescatas del mundo a la Gloria de Dios
del sin sentido, a la sensatez
de la mentira, a la verdad
de la debilidad, a la fortaleza
de la muerte, a la Resurrección.
Sólo sabemos, Señor, que algo bueno tenemos
cuando, siendo como somos,
compartes con nosotros estos momentos de bienestar para el alma y para la vida.
Amén.