I Semana de Cuaresma
Sabado
Amar es la ley de los hijos
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se
dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pues yo os digo:
Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para
que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si
amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen
eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a
vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso
mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es
perfecto vuestro Padre celestial» ” (Mateo 5, 43-48).
1. Jesús nos dirá que somos mucho más que criaturas: ¡somos de la
familia de Dios, hijos de Dios! Y nos quiere con locura; entonces ya solo
vale la ley del amor, porque todos somos hermanos. Cuentan de Carlitos,
con sus cuatro años, que está enfermo. Su madre está constantemente
pendiente de él. El pequeño, sintiendo el cariño de su madre, le echa las
manos al cuello y le dice:
-Mamá, te quiero mucho. Te quiero con todo “tu” coraz￳n.
-No se dice con todo “tu” coraz￳n. - Corrige la madre-. Tienes que
decir con todo “mi” coraz￳n.
El pequeño, que sabe perfectamente lo que quiere decir, rectifica a su
vez:
-No, mamá. Con el tuyo que es más grande. El mío es pequeñito.
“Con todo tú coraz￳n”. Al crío le parecía poca la capacidad de su
corazón para el amor que quería dar a su madre. Malo si no nos parece
poca la capacidad de amor del nuestro, para todo lo que Dios nos merece y
le debemos a Él y a los demás.
Poder amar con el corazón de Dios, eso es algo grande, pero es eso
lo que pasa: “ El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo, que se nos ha dado ”. Por eso amar es
tener un cachito de Dios, y podemos amar como Jesús: “ como yo os he
amado ”. Y por eso Jesús lleva la Ley a la plenitud; dijo: « Habéis oído que
se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo””. Lo de “odiar a
los enemigos” no venía en la ley de Moisés, sino que era de la interpretaci￳n
rabínica, que Jesús desmonta. “Pues yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de
vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos,
y llover sobre justos e injustos… sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial ». Lumen gentium 40 recoge este reclamo divino
a la llamada universal a la santidad, aunque no se refiere (el texto original y
contexto) a tener el poder de Dios o una perfección nuestra, sino a beber de
su amor y misericordia: ése es el sentido profundo de la santidad, que es
exigente: amar a todos, ser misericordiosos y entregados por los demás, y
poner buena cara incluso a los que ni nos saludan. «La ley del Señor es
perfecta y es descanso del alma» (entrada).
Así Jesús aplica a la ley lo que el artista cuando pone colores sobre
un boceto hecho al carbón (que sería la ley antigua: Teofilacto), no sólo no
destruye el boceto, sino que lo completa, lo perfecciona, lo embellece, y le
da mayor realismo. Jesús rejuvenece la Ley Antigua (Fillion) que había
degenerado en un formalismo rudimentario, que con frecuencia sólo exigía
actos externos. A aquella ley le faltaba subrayar la esencia, el amor: " No
he venido a abolir la ley, sino a perfeccionarla " (Mt 5,17). Lo que era
semilla, lo desarrolló y se convirtió en árbol: lo que era flor, lo transformó
en fruto. Le pone coraz￳n: “ enséñame a cumplir tu voluntad y a
guardarla de todo corazón " (Salmo 118: J. Martí Ballester).
“El Evangelio nos exhorta al amor más perfecto. Amar es querer el
bien del otro y en esto se basa nuestra realización personal. No amamos
para buscar nuestro bien, sino por el bien del amado, y haciéndolo así
crecemos como personas” (Juan Costa Bou). El ser humano, afirm￳ el
Concilio Vaticano II, “no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega
sincera de sí mismo a los demás”, y a￱adía Juan Pablo II, «el hombre no
puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su
vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra
con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él
vivamente».
2. Moisés habló al pueblo de la Alianza, el pacto que hizo con Dios,
diciendo: “ Hoy el Señor tu Dios te manda que cumplas estas leyes...
Guárdalas y cúmplelas con todo el corazón y con toda el alma. Hoy
te has comprometido con el Señor a que Él sea tu Dios; a ir por sus
caminos; a observar sus leyes...; y a escuchar su voz. Y hoy el
Señor se compromete a que seas su pueblo propio, como te lo había
prometido... Él te elevará por encima de todas las naciones que ha
hecho, en gloria, renombre y esplendor... ” Las palabras de amistad
entre Yahvé y su pueblo elegido tienen intimidad, compromiso y gran
ternura. " Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo ". Es una especie de
contrato bilateral, en el que Dios se compromete a cuidarnos, y nos pide
que le amemos y obedezcamos, aunque Él es siempre fiel, también si
nosotros no lo somos. ¡Qué bonito, ser del Señor, de los suyos, de su
gente! ¡vivir aquello que nos dice: « buscad primero el reino y su
justicia, y todo eso se os dará por añadidura » (Mt 6,33).
3. Con la oración del sábado volvemos al principio de la semana:
«conversión» de la muerte a la vida. Es una conversión a la verdad, «obrar
la verdad», afirma San Agustín, interpretando a San Juan: « El que obra la
verdad viene a la luz » (Jn 3,21). En el salmo paladeamos: “ dichoso el
que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso
el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón ”. La
imagen del hijo pródigo que se convierte y vuelve nos anima estos días,
pero también su hermano nos sirve para no ser como él. Desde Caín y Abel,
los dos hermanos suelen representar en las palabras de Jesús los que están
lejos y cerca, el mayor tiene un triste papel: Ismael frente a Isaac, Esaú
frente a Jacob…. El mayor es Israel, fiel en la casa del Padre, pero sin
corazón, con resentimiento: « Hace ya tantos años que te sirvo sin
jamás haber traspasado tus mandatos » (Lc 15,29). Es el que no sabe lo
que tiene: « Hijo, tú estás siempre conmigo, y todos mis bienes tuyos
son » (v.31). Tiene envidia. Desea la tierra lejana y le cuesta la conversión.
No entra a la fiesta; se queda fuera. La piedra de toque de la estructura
de la justicia cristiana es el «no» a la envidia, el «sí» a la
misericordia de Dios, la presencia de esta misericordia en nuestra
misericordia fraterna”: es eso muy importante. Es el trabajo de
convertirnos…
Por eso, hemos de ver desde el amor esa ley de Dios, a quien
rezamos: “ Tú promulgas tus decretos, para que se observen
exactamente; ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus
consignas ”. Una vez hemos quitado las malas hierbas de nuestra alma,
queremos arar la tierra y convertirnos, darnos la vuelta, como se hace con
la hierba mala, que sirve para abono. Así los pecados sirven para hacernos
humildes, pedimos perdón y nos hacen más santos. La primera semana de
Cuaresma se recordaba también la siembra en el campo. Queremos
sembrar la bondad de Dios y su palabra, el amor, brote en nosotros el don
de Dios, la santidad.
A Jaimito le regalan una bicicleta el día de Reyes. Va con su madre al
jardín y feliz se dedica a dar vueltas en la bici mientras su madre, sentada
en un banco, se entretiene leyendo. Después de varias vueltas ya se siente
seguro y empieza a hacer burradas para lucir sus habilidades. Al pasar por
delante de su madre, levanta los pies de los pedales exclamando: ”Mamá,
sin pies”. A la vuelta siguiente, saludándola con una mano: “Mamá, sin una
mano”. Luego: “Mamá, sin manos”. Y a continuación, lloroso y sangrando
por la boca: “Mamá, sin dientes”. Si no vamos con cuidado, lo l￳gico será
que acabemos dándonos la bofetada. Y para ir con cuidado lo importante es
obedecer las normas, los mandamientos de la ley de Dios: el amor a Dios y
a los demás. Así como en Avatar se “enchufan” a las raíces o a la
cabalgadura para conectar con el todo, nosotros queremos conectar con
nuestro Padre Dios, cargar las pilas para llenarnos de amor. Si se descuida
ese trato, al final no dominamos el potrillo salvaje que llevamos dentro, no
controlamos y: “sin dientes”. Querer mantenerse en pie prescindiendo de
los puntos de apoyo, es una “jaimitada” (Agustín Filgueiras Pita).
Por eso queremos basarnos en la fuerza de Dios, para continuar
cantando con el salmista: “ Te alabaré con sincero corazón; cuando
aprenda tus justos mandamientos, quiero guardar tus leyes
exactamente, tú no me abandones ”. Había la tradición de celebrar
témporas estos días. Se ofrecían a Dios así las cosechas, siguiendo
tradiciones incluso de la Roma antigua. En esta primera semana de
Cuaresma era la semana de la siembra. Y se confiaba a la Virgen en la
“estaci￳n” a Santa María la Mayor.
Acudimos a la gran santa, Santa María, a quien se puede aplicar con
plenitud las palabras del salmo de hoy: “dichosa la que camina en la
voluntad del Se￱or”, y le decimos: “bajo tu amparo nos acogemos”. Bajo el
manto de la Virgen estamos seguros, ella nos protege de los tropezones y
nos lleva a Jesús: “muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. En
todas nuestras dificultades podemos acudir siempre, con una confianza sin
límites, a nuestra Madre.
Llucià Pou Sabaté