II Domingo de Cuaresma, Ciclo C
Dios hace un trato (alianza) con Abrahán, el creyente. Cristo hará
un trato mucho mejor: nos transformará en hijos de Dios, cuerpo
glorioso, transfigurados como él. Hoy quiere que nos preparemos
para la Pasión.
“En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a
lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro
cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria,
hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus
compañeros se calan de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los
dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a
Jesús: - «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba
hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en
la nube. Una voz desde la nube decía: - «Éste es mi Hijo, el escogido,
escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron
silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que hablan
visto” (Lucas 9,28b-36).
1. Para animarnos, “ Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y
subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el
aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos”. En
la Misa, los montes Tabor y Calvario se unen. El Tabor está en la llanura de
Jezrael, al norte de Palestina, a 562 metros sobre el nivel del mar y 500
sobre la llanura que lo rodea, como la joroba de un camello en medio de
Galilea: una buena subida de una hora. El Calvario, al sur, en los aledaños
de la Ciudad Santa, es el monte del ocultamiento, de la muerte de Dios.
Tabor y Calvario, alegrías y penas se unen en la Cuaresma y en nuestras
vidas, sonrisas y lágrimas, cruz y gloria, pasi￳n y resurrecci￳n… hoy hay
que tomar el caramelo del Tabor para animarnos y llenarnos de esperanza
en el camino a la semana santa.
- “De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y
Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a
consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros no se aguantaban
de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que
estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: -
«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía”.
¡Qué bien se está aquí! Cuando lo pasamos bien, un buen pastel, o
helado, o fresas con nata… pero otras veces nos cuesta estudiar, o nos
ponemos enfermos, nos duele la barriga o la cabeza, las muelas o el
orgullo, o se nos muere alguien a quien amamos, y la cosa cómo cambia,
cambia la vida desde la cruz... que recordemos la montaña mágica, que con
Jesús después de la cruz viene la gloria, el Tabor y volver a estar todos
juntos y contentos, que no hay pena que dure mucho, que lo mejor siempre
está por llegar, que todo será para bien. “Ilusi￳n… pon tus sue￱os a volar”,
como dice la canci￳n. Jesús nos dice ante cualquier pena: “ No temas… yo
soy la Resurrección y la Vida… ¿tú crees en mí? Ten paciencia…
donde yo estoy también estaréis vosotros ”. Por eso dirá S. Pablo:
« Ante esto, ¿qué diremos? Si Dios está con nosotros, ¿quién contra
nosotros?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La
tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, los
peligros, la espada? Estoy seguro de que, ni la vida, ni la muerte, ni
los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las
potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura alguna
podrá separarnos del amor de Dios » (Rom 8,31-39).
¿Cómo llamar a esto: libertad, seguridad, gozo, paz, plenitud?
¿ Shalom , felicidad, vivir sin miedo, alegría, libertad interior, Hijos de la
Omnipotencia, fe en la oración, solidez en mi Padre todopoderoso y todo-
cariñoso, fortaleza, fuerza y salvación, euforia, júbilo?
-“Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los
cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube
decía: - «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la
voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el
momento, no contaron a nadie nada de lo que hablan visto ”.
Después de esa experiencia, están más fuertes para lo que venga.
La Iglesia es la familia que hizo Jesús, y cuando damos de comer a
uno lo damos a Jesús, Jesús está en cada uno, pero ha hecho un pacto
misterioso (no es “mágico” sino sacramental) y es que viene en la Misa,
viaja cada vez: "Todo aquello que fue visible en nuestro Salvador ha
pasado ahora a los sacramentos" (Papa san León Magno). Jesús, eres mi
héroe y te tengo admiración, y quiero venir a verte cada domingo porque te
presentas en tu fiesta, que organizas en mi pueblo, no tengo que ir muy
lejos, vienes tú, como eres Dios lo puedes todo… te pido que me
transformes en ti: quiero ser como tú, hazme como tú, transfigúrame día a
día por dentro, hasta que un día en el cielo lo hagas del todo: “ qué
hermoso estar aquí ”…
-siempre que creemos o avanzamos en la amistad,
-siempre que ayudamos a ancianos, enfermos, algún niño que está
marginado por los demás...,
-siempre que doy un beso a mamá, que pido perdón, que arreglo una
pelea, que hago las paces, que vuelvo a empezar…
-siempre que la oración nos introduce en el mundo de Dios, etc. etc.,
podemos afirmar: " Qué hermoso es estar aquí ", ya que donde quiera que
haya Vida, Dios está allí. Hay que vivirlas intensamente las "pequeñas
transfiguraciones" que la vida nos ofrece (Vicenç Fiol).
El blanco es el color de Dios. El blanco demuestra alegría y gloria, es
signo de fiesta y de comienzo. Quiero cambiar un poco el color de mi vida,
de mi fe, esperanza y caridad. Dejar de vestirme de tiniebla, de apariencias,
de decir mentiras para defenderme y no tener que mostrar a la luz mis
manchas. Quiero meterme en la nube con Jesús cada día, conectar con Él,
oír que Dios me dice: " Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle ". Y
luego ya sé que la vida sigue, la vida de cada día, con sus luces y sus
sombras. Pero con Jesús. Con Él y con María, siempre.
2. Dios dijo a Abran: -« Mira al cielo; cuenta las estrellas, si
puedes… Así será tu descendencia .» Abran creyó al Señor, que le
prometió aquella tierra. Él replicó: - « Señor Dios, ¿cómo sabré yo que
voy a poseerla? ᄏ El Se￱or le pidi￳ que sacrificara “ una ternera de tres
años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y
un pichón ”. “ Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abran los
espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió
a Abran, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso ”, y
en la oscuridad el Señor pasó en forma de fuego y humareda. El sirio San
Efrén aclara el rito de Abrahán, recordando las costumbres de sus propios
antepasados: "Dios en este pasaje se acomoda a las costumbres de los
caldeos. Estos tenían la costumbre de pasar con una antorcha encendida en
la mano entre los miembros descuartizados de los animales y colocados
según un determinado orden, para consagrar así los pactos realizados". Es
un pacto fuerte, que implica un compromiso de la palabra dada hasta la
muerte, como se figura en los animales muertos…
Aquel día Abran sabe que será Abraham, padre de un gran pueblo ,
que tendrá una tierra , y que tiene un pacto con Dios. Todo esto será mucho
más grande en el nuevo pacto que tenemos con Jesús con el bautismo por
el que somos hijos de Dios: nuestra tierra es ya parte del cielo, porque
estamos en casa de nuestro Padre, y estamos de paso para luego ir a
nuestra casa del cielo, como nos dice San Pablo hoy: “somos ciudadanos del
cielo”, el pueblo es la Iglesia, la familia de Dios que se reúne en la Misa con
Jesús, el nuevo sacrificio, donde Jesús se transfigura.
Por eso, no tenemos ya miedo, estamos en buenas manos, en las
tuyas, Jesús: “ El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El
Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? ”. Siempre
que tengo una pena puedo rezar: “ Escúchame, Señor, que te llamo; ten
piedad, respóndeme ”. Él nos pide que le busquemos: “ Oigo en mi
corazón: «Buscad mi rostro.» Tu rostro buscaré, Señor, no me
escondas tu rostro ”. No se va, aunque a veces parece que juegue al
escondite: no te vayas, que “ tú eres mi auxilio. Espero gozar de la
dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor ”.
Así lo dice uno: “Aborrezco las luces deslumbrantes de ídolos y dioses
fabricados... luces ficticias y vacías... Yo quiero una luz que nunca se
apague, una luz que me encienda el corazón y las entrañas, y me convierta
en una antorcha viva. Yo busco una luz viva. " El Señor es mi luz ". Me
encanta, Señor, la luz de tu Palabra: cada palabra es un lucero. Me cautiva
la luz de tus ojos: anuncian un océano de dicha. Me puede la luz de tu
costado: es la puerta del paraíso. Me embriaga la luz de tu Espíritu: es un
sol que enciende y no quema, un cielo de amores infinitos. " Tu rostro
buscaré, Señor, no me escondas tu rostro ". Tu rostro es mi luz y mi
salvación. Tu rostro es mi encanto y mi diversión. Tu rostro es mi manjar y
mi canción. Lo buscaré como la esposa al amado del alma. Lo buscaré en la
vigilia y en el sueño, en el trabajo y en el descanso, en el gozo y en el
sufrimiento. Lo buscaré siempre.
Pero no lo buscaré en el monte espléndido, ni cuando andaba sobre el
mar. Lo buscaré mejor hecho ascua viva de amor en el madero, ardiendo en
la cera de su propia carne, alimentado con el aceite inextinguible del
Espíritu. Lo buscaré siempre en la cruz de cada día: en los pobres, enfermos
y oprimidos, pequeños luceros escondidos que iluminan la noche del
mundo” (Caritas).
3. En el mundo hay muchos que no quieren a Jesús porque no lo
conocen, como dice San Pablo: “ lo repito con lágrimas en los ojos, hay
muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero
es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo
aspiran a cosas terrenas”. El verdadero camino es el de la cruz de Cristo.
Por él marchan cuantos "han crucificado su carne con sus pasiones y
apetencias" (Gál 5, 24) y no "aspiran a cosas terrenas". Porque son
"ciudadanos del cielo", porque han adquirido con su bautismo la ciudadanía
en la Jerusalén celestial y ahora viven como peregrinos al encuentro del
Salvador.
“Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de
donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él
transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo
glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así,
pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona,
manteneos así, en el Señor, queridos ”. El Salvador consumará su obra
cuando haga extensiva a nuestros cuerpos mortales aquella fuerza
transformadora y vivificante de su resurrección. Porque " nuestra
condición humilde " -nuestro cuerpo mortal- ha de transformarse " según
el modelo de su condición gloriosa ". Para que el último enemigo, la
muerte, sea vencida en todos los frentes. De esta esperanza se alimenta el
caminante, cobra fuerzas el atleta: "manteneos así, en el Señor". De modo
que la esperanza se hace paciencia, resistencia y coraje (“Eucaristía 1982”).
Llucià Pou Sabaté