EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 9,28b-36
Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió
a la montaña para orar.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una
blancura deslumbrante.
Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías,
que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a
cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y
vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí!
Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo
que decía.
Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los
discípulos se llenaron de temor.
Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido,
escúchenlo".
Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo
ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Comentario del Evangelio por:
San León I el Magno ( ?- c 461), doctor de la Iglesia
Sermón 51, 2-3, 5-8 : PL 54, 310-313, SC 74 bis
«La gloria de la cruz»
El Señor descubre su gloria en presencia de testigos escogidos, e hizo
resplandecer de tal manera aquel cuerpo suyo común a todos, que su rostro se
volvió semejante a la claridad del sol y sus vestiduras aparecieron blancas como la
nieve. En su transfiguración, se trataba, sobre todo, de alejar de los corazones de
sus discípulos el escándalo de la cruz, y hacer que la ignominia voluntaria de su
muerte no pudiera desconcertar a estos antes quienes sería descubierto la
excelencia de su dignidad escondida.
Pero con no menor vista se estaba fundamentando la esperanza de la santa
Iglesia, ya que el cuerpo de Cristo, en su totalidad, podría comprender cual habría
de ser su transformación, y sus miembros podrían contar con la promesa de su
participación en aquel honor que brillaba en la cabeza de antemano.
“Este es mi Hijo amado,...escuchadle”. Escuchadle, a él que abre el camino del
cielo, por el suplicio de la cruz, vosotros preparar las enseñanzas para subir al
Reino. ¿Por qué teméis, ser redimidos? ¿Por qué, heridos, teméis, ser curados? Qué
más voluntad hace falta que el querer de Cristo. Arrojad el temor carnal y armaos
de la constancia que inspira la fe. Pues no conviene que dudéis en la pasión del
Salvador que, con su auxilio, vosotros no temeréis en vuestra propia muerte...
En estos tres apóstoles, la Iglesia entera ha aprendido todo lo que vieron sus
ojos y oyeron sus oídos (cf 1Jn 1,1). Por tanto la fe de todos ellos se vuelva más
firme por la predicación del santo Evangelio, y hace que nadie enrojezca ante la
cruz de Cristo, por la cual el mundo ha sido rescatado.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”