"Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto”
Lc 9, 28-36
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
CRISTO VIENE A ABRIRNOS EL CAMINO
La Palabra del Señor hace que tengamos fija la mirada en la meta de nuestra
peregrinación humana: nuestra verdadera patria está en el cielo; hacia allí
debemos orientar el corazón y dirigir resueltamente los pasos de nuestro camino
empedrado con las opciones cotidianas.
Cada día el Señor nos saca de nuestras falsas seguridades, en las que en vano
buscamos tranquilidad y satisfacción; como a Abrahán, como a Israel, también a
nosotros nos dice: "Te he sacado para darte... ". Y él promete a nuestra fe una
recompensa inmensa si aceptamos vivir en un éxodo constante, una aventura
nunca acabada aquí abajo, que nos exige siempre nuevas separaciones y
desapegos para seguir la llamada del Señor a gustar desde ahora lo que nos
promete.
Cristo viene a abrirnos el camino y hoy nos deja entrever lo que será el
cumplimiento en su faz transfigurada por la oración., Hechos hijos de Dios en la
sangre del Hijo amado, debemos llegar a ser día tras día lo que ya somos,
escuchando su Palabra, obedeciendo su voz, prolongando la oración para entrar en
comunión vital con él. En su luz veremos la luz; fiémonos con corazón sencillo de su
guía. El conoce el camino que nos llevará a la vida y no nos dejará desfallecer en el
camino hasta que, de éxodo en éxodo, lleguemos a la Jerusalén eterna, patria de
todos, y seamos admitidos, por pura gracia, a la comunión del amor trinitario.
ORACION
Oh Cristo, icono de la majestuosa gloria del Padre, belleza incandescente por la
llama del Espíritu Santo, luz de luz, rostro del amor, dígnate hacernos subir a tu
presencia en el monte santo de la oración. Fascinados por tu fulgor, desearíamos
que nos tuvieses siempre a tu lado en el monte de la gloria, pero el corazón se
turba con el pensamiento de que para llegar a la plenitud de la luz es preciso
atravesar el bautismo de sangre, por medio del sacrifico, el don total de nosotros
mismos.
El monte de la oración, de hecho, es difícil de escalar: sólo se corona su
cima pasando antes por la altura del Calvario. No nos sentimos capaces de
tanto y quisiéramos retirarnos; pero tú, por un instante fugaz, multiplicas
tus seducciones para que también la cruz se transfigure y ya no nos
infunda pavor.