Comentario al evangelio del Jueves 28 de Febrero del 2013
Queridos amigos y amigas:
¿Qué preferís ser: cardos o árboles? Según Jeremías, uno es un cardo, no cuando se muestra antipático,
sino cuando pone su confianza en las fuerzas humanas. Es un cardo porque está condenado a vivir en el
desierto. Por el contrario, uno es árbol cuando confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.
Porque eso es como plantar un árbol junto a un arroyo de agua: En año de sequía no se inquieta ni deja
de dar fruto.
A veces pienso que la nuestra es, en buena medida, una “cultura-cardo”. Produce cosas maravillosas,
pero es muy autosuficiente, busca en la carne su fuerza. Por eso, no verá llegar el bien. Vivirá en una
permanente contradicción: logros en el campo técnico y fracasos en el campo humano. Hoy no estamos
mucho mejor que hace cuarenta años, especialmente en el contexto de esta crisis económica que
estmoa sufiendo ya desde hace cinco años, y que se va extendiendo a otros campos de la vida social.
Quizá seguimos soñando con que aparecerá un remedio maravilloso a nuestros males, olvidando que si
no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. La parábola del
pobre Lázaro y del rico Epulón que Jesús cuenta con imaginación oriental, es una clave para entender
nuestro momento presente. Podemos leerla desde muchas perspectivas. En las últimas décadas, Epulón
representa a los países ricos del Norte y Lázaro a los países ricos del Sur. Sé que esta aplicación se
presta a mil manipulaciones, pero descubro en ella algo que me parece muy real. Cada vez que nos
preguntamos cómo superar las contradicciones de nuestra cultura “epulónica” (consumista, satisfecha),
olvidamos que existen millones de Lázaros con quienes compartir la suerte. Y que esos millones de
Lázaros son hoy los profetas que Dios nos manda para abrirnos los ojos. ¿Hace falta algún signo más
poderoso que éste?
¿Por qué se originan los conflictos en nuestro mundo? ¡Porque hemos construido una humanidad en la
que los más fuertes se aprovechan de los más débiles, en la que no nos hemos tomado en serio nuestra
condición de hijos de Dios y de hermanos! No hay nada más “realista” que esto. Todo lo demás,
aunque invoque razones pragmáticas, acaba colocándonos ante las cuerdas de la guerra, del hambre, de
la violencia. Si el hombre no es un “hermano” para el hombre, acaba siendo un “lobo”. Hobbes tenía
bastante razón.
Vuestro hermano en la fe:
Fernando González
Fernando González