II Semana de Cuaresma
Miercoles
Mateo, 20, 27-28
Introducción
La síntesis de este pasaje: Jesús condenado a muerte.
En Mateo esta tercera predicción de la pasión contiene mayores
particularidades que las dos anteriores. Jesús será escarnecido, flagelado y
crucificado.
La madre de los hijos de Zebedeo ofrece a Jesús la ocasión de hablar de la
autoridad como servicio y del martirio como la mayor expresión de la fidelidad en la
fe.
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El anuncio de Jesús es explícito sobre la realidad de su muerte pero lleno de
esperanza. La finalidad del anuncio no es la muerte sino la vida, no el fracaso sino
la victoria.
Como Jesús, los discípulos no deben buscar el éxito y por eso enredarse en
discusiones y divisiones buscando los primeros puestos. Los verdaderos discípulos
de Jesús deben buscar únicamente la voluntad de Dios entregándose al servicio de
los demás hombres, haciéndose pequeños, dando la propia vida a los demás. Este
comportamiento muchas veces humillante, inútil, de fracasados delante de la
opinión pública, en la medida en que se viva en seguimiento a Jesús es el camino
de la victoria.
Es natural que los apóstoles no comprendieran este discurso; como tampoco
nosotros con frecuencia no lo entendemos.
La ley fundamental que Jesús da a los discípulos está en el polo opuesto a
valores humanos según la mentalidad mundana. Pero con su misma vida terrenal y
de modo especial con su resurrección, Jesús ha mostrado cuál es el camino del
verdadero triunfo de la vida humana.
El no ha venido para ser el patrón sino el siervo y su servicio ha llegado
hasta el extremo, es decir, hasta la misma muerte aceptada por amor.
Todo verdadero discípulo lo tiene por modelo en este caminar por el fracaso,
el rechazo, el dolor (la cruz) para llegar al verdadero triunfo de la vida humana.
Mons. Miguel Esteban Hesayne