EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 20,17-28.
Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el
camino les dijo:
"Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los
sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte
y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero
al tercer día resucitará".
Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y
se postró ante él para pedirle algo.
"¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se
sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".
"No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?".
"Podemos", le respondieron.
"Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi
derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son
para quienes se los ha destinado mi Padre".
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones
dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se
haga servidor de ustedes;
y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su
vida en rescate por una multitud".
Comentario del Evangelio por:
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la
Iglesia
Discurso sobre los Salmos, Sal. 121
“Mirad, estamos subiendo a Jerusalén”
En los “Salmos de las subidas” el salmista suspira por Jerusalén y dice que
quiere subir a la ciudad santa. ¿Dónde quiere subir? ¿Desea llegar al sol, a la luna,
a las estrellas? No. La Jerusalén celeste está en el cielo, allí donde habitan los
ángeles, nuestros conciudadanos (Hb 12,22). En esta tierra estamos en exilio, lejos
de ellos. En el camino del exilio, suspiramos; en la ciudad exultaremos de gozo.
A lo largo de nuestro viaje encontramos compañeros que ya han visto esta
ciudad y nos animan a correr hacia ella. Han provocado que el salmista lance un
grito de alegría: “Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Se￱or” (Sal.
121,1)... “Iremos a la casa del Se￱or”: corramos pues, corramos puesto que
llegaremos a la casa del Señor. Corramos sin cansarnos; allí no hay cansancio.
Corramos hacia la casa del Señor y exultemos de gozo con los que nos han llamado
a ir allá, aquellos que han sido los primeros en contemplar nuestra patria. Y de
lejos gritan a los que les siguen: “¡Iremos a la casa del Se￱or; caminad, corred!”
Los ap￳stoles han visto ya esta casa y nos llaman: “¡Corred, caminad, seguidnos!
¡Iremos a la casa del Se￱or!”
¿Y, qué es lo que responde cada uno de nosotros? “Me alegro por lo que me han
dicho: Iremos a la casa del Se￱or”. Me he alegrado en los profetas, me ha alegrado
en los ap￳stoles, porque todos nos han dicho: “Vamos a la casa del Se￱or”.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”