Religión del miedo
Vivimos en sobresalto, de miedo en miedo hasta terminar en el terror, en el pánico. La
inseguridad nos asalta, nos quita el sosiego, la paz. Inculpamos al uno, a la otra. Nos
falla la fe, nos defrauda el estado, se corrompen las instituciones, las familias se
disuelven. Quedamos a la deriva. Apelamos a una religión del miedo. Pareciera que
TATA DIOS se ausentara…y buscamos sucedáneos.
A Moisés le sorprende la llamarada en el Monte Sinaí. Arde y no se consume. La
curiosidad le inunda. Desde dentro una voz le exige descalzar mente, corazón, espíritu.
Son los prejuicios de la cotidianidad. De la religión vacía. Y cuando le ordena ir al
Faraón a liberar a su pueblo, vienen las disculpas. Hay temor, hay miedo. Sobre todo, el
miedo al riesgo. Toda vocación lleva inserta la valentía o su opuesto, la cobardía.
Pilato mezcla la sangre de las víctimas humanas con las ofrendas del altar. Y la torre de
Siloé sepulta a dieciocho en terrible accidente. Jesús pregunta: ¿Son éstos más
pecadores para merecer tal suerte? ¿El pecado selecciona arbitrariamente el mal? Y
¿dónde está Dios? Lo sabemos, lo experimentamos: Dios está de parte de las víctimas.
“Solo el Dios que sufre puede ayudar a quienes sufren”.
Lo que Dios quiere es un cambio total de nuestra parte. La palabra que concentra esta
novedad exigente es “conversión”. Es todo un programa con un proyecto mínimo que
transforma nuestra relación con Dios, la comunión con los demás, la visión de
humanidad y, más serio aún, nuestro mismo interior. Pasamos del fantasma de la
religión del miedo a la religión del amor.
Cochabamba 03.03.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com