Ministerio de la alegría
Roger Schutz, el gran Prior de Taizé, citaba constantemente aquellas palabras de San
Atanasio: “El Resucitado quiere celebrar en nosotros una fiesta que no acabe nunca”. Es
el secreto mayor del cristianismo, la alegría. Pascua es todo esto junto: Fiesta, alegría,
derroche de felicidad, presencia de un Dios que irrumpe en nuestras vidas en la plenitud
de la Vida y vida para siempre.
Las lecturas de este Domingo, el día que hizo el Señor, hablan de vida nueva, de
movimiento, ponerse en pie y correr, sacudir el corazón en sus fronteras más íntimas,
superar el exilio de la soledad, abrir ventanas y dejar que la vida estrene las conexiones
con el mundo nuevo donde se respira la libertad, el gozo. Atrás quedan los sudarios, las
caras tristes, los reclamos inútiles.
Un filósofo contemporáneo hace un reclamo a la comunidad pascual: “En mi
experiencia y en mi observación no he notado que los cristianos sean más felices o
mejores personas que los no cristianos”. Quiere decir que el mensaje de la Pascua no ha
hecho en nosotros la andadura suficiente como para cambiar nuestras vidas y hacernos
testigos de la Resurrección en nuestra propia resurrección.
La Pascua nos invita a inaugurar en nosotros y en nuestro entorno, el ministerio de la
alegría. Ministerio es servicio, es donación, es multiplicación en variedad de detalles
que nos aproximan al hermano hasta convertirlo en lugar de la alegría. En cada corazón
debemos prender la fiesta de la Pascua. Es nuestro compromiso, tarea esencial a nuestra
fe.
Cochabamba 31.03.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com