II Semana de Cuaresma
Sábado
La vida es un ir volviendo a la casa del Padre, con la conversión
“En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores
se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con
ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos;
y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la
hacienda que me corresponde’. Y él les reparti￳ la hacienda. Pocos
días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país
lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel
país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con
uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a
apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas
que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí
mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me
levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y
ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de
tus jornaleros’. Y, levantándose, parti￳ hacia su padre.
Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió,
se ech￳ a su cuello y le bes￳ efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre,
pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’.
Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y
vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una
fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida;
estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se
acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu
hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha
recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le
suplicaba. Pero él replic￳ a su padre: ‘Hace tantos a￱os que te sirvo,
y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un
cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha
venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas,
has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba
muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’ᄏ
(Lucas 15,1-3.11-32).
1. Jesús, nos muestras hoy el corazón de Dios Padre. Vemos que se
acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y
murmuraban: " Este acoge a los pecadores y come con ellos ." Y tú les
ofreciste entonces la parábola del hijo perdido y encontrado... por su padre.
La parábola del Padre que no desespera jamás de sus hijos. Es el "padre", y
no el hijo, el que constituye el centro de la parábola. Un padre amoroso,
respetuoso de la libertad y de la autonomía de sus dos hijos. Con la muerte
en el alma deja partir al menor; pero con la esperanza de que será adulto
algún día y comprenderá el amor de su padre. Un hijo disconforme, que
quiere vivir su vida, que rehúsa el estar sometido, que cree que será más
libre si está totalmente independizado. Es una rebelión típica de nuestro
tiempo y de todos los tiempos: "el rechazo del padre"... el rechazo de Dios.
Pero luego tiene necesidad ese hijo… El pecado siempre se presenta primero
como agradable, atrayente, seductor. El Maligno es suficientemente hábil
para de momento, disimular su "juego". Vivir su libertad, reivindicar su
autonomía... es positivo bajo un cierto aspecto. Eres Tú, Señor, quien nos
has dado esta sed de libertad. Haz que seamos más lúcidos, Señor.
Entonces recapacitó y dijo: …estoy aquí muriéndome de
hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre,
pequé' ”... -Danos, Señor, este valor... saber reconocer nuestro mal y
tomar la postura eficaz para probar que es verdadera nuestra decisión. San
Pedro Crisólogo (hacia 406-450) obispo de Rávena, doctor de la Iglesia en
sus Sermones hablaba de ese “Me pondré en camino, volveré a casa de mi
padre”, que nos pasa a todos por la cabeza, y decía: “El que pronuncia
estas palabras estaba tirado por el suelo. Toma conciencia de su caída, se
da cuenta de su ruina, se ve sumido en el pecado y exclama: “Me pondré en
camino, volveré a casa de mi padre.” ¿De dónde le viene esta esperanza,
esta seguridad, esta confianza? Le viene por el hecho mismo que se trata
de su padre. “He perdido mi condición de hijo; pero el padre no ha perdido
su condición de padre. No hace falta que ningún extraño interceda cerca de
un padre; el mismo amor del padre intercede y suplica en lo más profundo
de su corazón a favor del hijo. Sus entrañas de padre se conmueven para
engendrar de nuevo a su hijo por el perdón. “Aunque culpable, yo iré donde
mi padre.”
…“ Su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su
encuentro, lo abrazó y lo besó ”. Es así como el padre acoge al hijo
"rebelde". Y el padre, viendo a su hijo, disimula inmediatamente la falta de
éste. Se pone en el papel de padre en lugar del papel de juez. Transforma
al instante la sentencia en perdón, él que desea el retorno del hijo y no su
perdición... “ Lo abrazó y lo cubrió de besos ” (Lc 15,20). Así es como el
padre juzga y corrige al hijo. Lo besa en lugar de castigarlo. La fuerza del
amor no tiene en cuenta el pecado, por esto con un beso perdona el padre
la culpa del hijo. Lo cubre con sus abrazos. El padre no publica el pecado de
su hijo, no lo abochorna, cura sus heridas de manera que no dejan ninguna
cicatriz, ninguna deshonra”. “ Dichoso el que ve olvidada su culpa y
perdonado su pecado ” (Sl 31,1).” Incansablemente. “ El joven le dijo:
'Padre, pequé... Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traed en
seguida la mejor ropa… Traed el ternero... Comamos y festejemos,
porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y
fue encontrado'. Y comenzó la fiesta ”. -Eres Tú, Jesús, quien ha
inventado este relato. Eres Tú quien ha acumulado todos esos detalles del
retorno del hijo pródigo. Escucho tu voz. Trato de imaginar las inflexiones
de tu voz cuando decías esto por primera vez. Querías darnos a entender
algo muy importante. ¿Cómo reaccionaron tus oyentes? ¿Qué hicieron
después de haberlo oído? ¿Vinieron a confiarte sus pecados? ¿Qué
confidencias te hicieron?
Comenta san Ambrosio: «No temamos haber despilfarrado el
patrimonio de la dignidad espiritual en placeres terrenales. Porque el Padre
vuelve a dar al hijo el tesoro que antes poseía, el tesoro de la fe, que nunca
disminuye; pues, aunque lo hubiese dado todo, el que no pierde lo que da
lo tiene todo. Y no temas que no te vaya a recibir, porque Dios no se alegra
de la perdición de los vivos. En verdad, saldrá corriendo a tu encuentro y se
arrojará a tu cuello, pues el Señor es quien levanta los corazones, te dará
un beso, señal de la ternura y del amor, y mandará que te pongan el
vestido, el anillo y las sandalias. Tú todavía temes por la afrenta que le has
causado, pero Él te devuelve tu dignidad perdida; tú tienes miedo al
castigo, y Él sin embargo te besa; tú temes, en fin, el reproche, pero Él te
agasaja con un banquete».
El hijo ha preparado un discurso, pero el padre no le permite
terminarlo, no se le gana en generosidad e iniciativa: no sólo -contra las
costumbres orientales- “corre” al encuentro del hijo al que ve de lejos, sino
que le devuelve la filiación que había “perdido”: eso significan el anillo
(sello), las sandalias y el mejor vestido, digno de un huésped de honor. La
alegría del padre queda reflejada, además, en la fiesta por “este hijo mío”
(Noel Quesson).
El hermano mayor no quiere ingresar a la casa y participar de la
fiesta. Nuevamente el padre sale al encuentro de un hijo y debe escuchar
los reproches. El mayor se niega a reconocerlo como hermano (“ ese hijo
tuyo ”) cosa que el padre le recuerda (“ tu hermano ”). El padre no le niega
razón a que el hijo mayor “jamás desobedeció una orden”, es fiel, uno que
“está siempre con el padre” y todo lo suyo le pertenece, pero el padre
quiere ir más allá de la justicia “a secas”: el menor “no merece”, pero “es
bueno” festejar. La misericordia supone un salir hacia los otros, los
pecadores que -por serlo- no merecen, pero el amor es siempre gratuito y
va más allá de los merecimientos, mira al caído y lo hace grande. Vamos a
pedir a la Virgen que nos dejemos amar por el Señor, y transformar en lo
que Él quiera.
Hoy vemos la misericordia, la nota distintiva de Dios Padre, en el
momento en que contemplamos una Humanidad “huérfana”, porque —
desmemoriada— no sabe que es hija de Dios. Cronin habla de un hijo que
marchó de casa, malgastó dinero, salud, el honor de la familia... cayó en la
cárcel. Poco antes de salir en libertad, escribió a su casa: si le perdonaban,
que pusieran un pañuelo blanco en el manzano, tocando la vía del tren. Si
lo veía, volvería a casa; si no, ya no le verían más. El día que salió,
llegando, no se atrevía a mirar... ¿Habría pañuelo? «¡Abre tus ojos!...
¡mira!», le dice un compañero. Y se quedó boquiabierto: en el manzano no
había un solo pañuelo blanco, sino centenares; estaba lleno de pañuelos
blancos.
Nos recuerda aquel cuadro de Rembrandt en el que se ve cómo el
hijo que regresa, desvalido y hambriento, es abrazado por un anciano, con
dos manos diferentes: una de padre que le abraza fuerte; la otra de madre,
afectuosa y dulce, le acaricia. Dios es padre y madre... «Dios nos espera —
¡cada día— como aquel padre de la parábola esperaba a su hijo pródigo»
(San Josemaría). El protagonista es siempre el Padre. Que el desierto de la
Cuaresma nos lleve a interiorizar esta llamada a participar en la
misericordia divina, ya que la vida es un ir regresando al Padre.
2. Reza el profeta: “ Como en los días en que salías de Egipto,
muéstranos tus maravillas. ¿Qué dios es como Tú, que perdonas la
falta y pasas por alto la rebeldía…? ” sigue diciendo que “ ama la
fidelidad. Él volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará
nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos
nuestros pecados ”. Dios ha salido a buscarnos como el pastor busca a la
oveja perdida. Dejémonos encontrar y salvar por Él... Dios nos ama;
dejémonos amar por Él y nos transforme de pecadores en justos y en hijos
suyos. Las ovejas alocadas, perdidas en el monte bajo, esperan que vaya el
pastor a liberarlas y conducirlas a los verdes pastizales. A veces veo que no
controlo, que estoy como loco, como una cabra, un potro salvaje, y me da
mucha paz pensar: existo, porque Dios se enamoró de mí. Me quiere como
soy. En mí todo es gracia: nací de un sueño de amor de Dios –que está loco
por mí- y me tiene un amor gratuito.
Una oración humilde y confiada en Dios, es la que nos ofrece Miqueas
hoy; el Señor:
- es como el pastor que irá recogiendo a las ovejas de Israel que
andan perdidas por la maleza;
- volverá a repetir lo que hizo entonces liberando a su pueblo de la
esclavitud de Egipto;
- y no los castigará: Dios es el que perdona; ésa es la experiencia de
toda la historia: « se complace en la misericordia », « volverá a
compadecerse », será « compasivo con Abrahán, como juraste a
nuestros padres en tiempos remotos »;
- « arrojará a lo hondo del mar nuestros delitos ». Es una
verdadera amnistía la que se nos anuncia hoy.
3. Por eso cantamos en el Salmo: “ bendice al Señor, alma mía, y
nunca olvides sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura
todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor
y de ternura… no nos trata según nuestros pecados ni nos paga
conforme a nuestras culpas… aparta de nosotros nuestros pecados ”.
Llucià Pou Sabaté