“Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera
Lucas, 13, 1-9
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SEGUIR A JESÚS
Siempre hay un lugar y una hora exacta en la que el Señor quiere encontrarse con nosotros. Es
el momento que marca el comienzo de la conversión o del rechazo radical. Esa conversión es
un camino que exige constancia y una decisión siempre renovada de proseguir el viaje a pesar
de todo. Si en la antigua alianza el pueblo caminaba bajo la guía de Moisés, para nosotros el
camino a seguir es el mismo Hijo de Dios, Jesucristo. Él es quien nos saca de la esclavitud del
pecado, quien nos saca de nosotros mismos.
El sentido de la vida eclesial es ayudarse fraternalmente a caminar por las sendas de la
conversión, o sea, ayudarse a buscar y seguir a Jesús. Hay que desear ardientemente que
ninguno se extravíe, que ninguno se retrase o se aleje. A esto precisamente nos invita el
Evangelio de hoy, que concluye con la parábola de la higuera estéril. El labrador que ruega que
no la corten todavía es Jesús. Como intercesor nuestro, dirá hasta el final de los tiempos:
"Espera un poco, un poco todavía, que la cuidaré más". Todos los cuidados que Jesús nos
prodiga con su Palabra, con los sacramentos, con sus intervenciones providenciales -y lo son
también los acontecimientos dolorosos-, son ofertas de conversión. Dejémosle, pues, que nos
cultive. La Palabra sagrada es como un arado, y también como una semilla sembrada para que
pueda producir fruto.
ORACION
En el trágico horizonte de estos años de guerras, de odios y violencias, en el lento y fatigoso
discurrir de nuestros días, sigue llamándonos, Señor, para decimos quién eres. Ayúdanos a
estar dispuestos a escuchar tu voluntad, ayúdanos a mantenemos en silencio, de rodillas, por lo
menos un rato, ante la débil lámpara que arde ante el sagrario, en la inmensa soledad de
nuestros templos, convertidos con frecuencia en un desierto en el que te quedas solo,
esperándonos, mientras nosotros nos afanamos y nos dejamos absorber por otras cosas.
Cuéntanos algo de ti, de lo que has hecho por nosotros, a lo largo de las innumerables
generaciones que nos han precedido en el camino de la historia, cuando, escuchando el grito
desesperado que sube de la tierra, te has inclinado misericordioso para pactar con nosotros una
alianza eterna. Siguiendo tu ejemplo, haz que también nosotros aprendamos a descubrir los
sufrimientos de tantos hermanos nuestros que han pasado desapercibidos y de los que nunca
nos hemos percatado ni preocupados.