III Domingo de Cuaresma , Ciclo C
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Ex. 3,1-8.10.13-15: “Yo soy”, me envía a vosotros.
La lectura del Éxodo, nos presenta cuatro temas en el relato: Dios se manifiesta en
el monte santo a Moisés (vv.1-6); Moisés tiene la misión de rescatar a los judíos del
yugo egipcio (v.10); Yahvé le revela su nombre divino (vv.13-15). Dios habla a
este pastor Moisés, desde la zarza que arde y no se consume, desde el fuego,
símbolo para presentar una teofanía (cfr. Gn. 15, 17; Ex. 19,18). Lugar sagrado,
tierra sagrada es la que pisa, el monte Sinaí u Horeb, santuario de los antiguos
patriarcas. Moisés es presentado con las características de profeta, que recibe la
palabra de Dios, y asume la misión de llevarla a su pueblo. El contenido de esa
palabra es de liberación para Israel, cautivo en Egipto. Dios se presenta como el
Dios de sus antepasados, con lo que la liberación de Egipto, manifiesta su fidelidad
al pueblo, y a la promesa hecha a sus antepasados. La vocación y la misión de
Moisés, son lo más importante de esta lectura, la confirmación de ser mediador de
una liberación que es salvación de Dios en medio de su pueblo. Hace de mensajero,
de un Dios que le confía su palabra, para ser mediador entre el pueblo oprimido y el
faraón de Egipto. Al confesarse incapaz de realizar cuanto se le confía, es Dios, que
estará con él y será Yahvé, quien realice esta liberación. Moisés se presenta como
la fuerza de Dios, que lo llamó a esta misión para sacar a su pueblo de la esclavitud
de Egipto. Yahvé oye el clamor de su pueblo, se compromete con él, y lo salva.
Dios le revela su nombre: “Yo soy el que soy” sus obras van a revelar su Nombre,
en cada una de sus obras, revela su ser y su Nombre, sabrán quien Es. Dios no
tiene otro Nombre que su misma obra de salvación.
b.- 1Cor. 10, 1-6.10-12: Y la roca espiritual era Cristo.
El apóstol San Pablo, nos previene de caer en la idolatría, como los israelitas en el
desierto (cfr. Ex.13,21; 14, 22). Lo que ellos les sucedió, que si bien ellos, fueron
liberados de Egipto, atravesaron el desierto, todos fueron bautizados en su paso
por el mar rojo y comieron el maná, bebieron de la roca espiritual, la roca era
figura de Cristo (cfr. Ex.16,4-45; Nm. 20,7-11)); gozaron de las bendiciones de
Dios, pero así y todo murieron en el desierto y no llegaron a la tierra prometida.
Todo eso sucedió en figura para nosotros cristianos de caer en la idolatría, la
fornicaci￳n, la murmuraci￳n, de ahí que el que “crea estar en pie, mire no caiga”
(v. 12; cfr. Ex.10,6; 12,23; Nm.17,6-15; Rm.15,4; Gál.6,1). La advertencia de
Pablo, también es para nosotros: gozamos de todas las bendiciones que nos viene
por Cristo y su misterio pascual, no caigamos en la idolatría del poder, del dinero,
etc. Abrámonos a cimentar nuestra vida sobre la roca, que es Cristo Jesús.
c.- Lc. 13, 1-9: Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
El evangelio de hoy tiene dos momentos: la invitación a la penitencia (vv.1-5), y la
parábola de la higuera estéril (vv.6-9). Luego de hablar de las señales de los
tiempos (cfr. Lc.12, 54-59), le vienen a Jesús con la noticia, que Pilato había
degollado en el atrio del templo a unos galileos, mientras ofrecían sacrificios. Lo
más horrible es que además habían mezclado la sangre de estos galileos, zelotas
que buscaban un cambio político, por medio de la violencia, con la sangre de los
sacrificios. La muerte de estos galileos ocurre en tiempo de Pascua, cuando debido
al aumento de los fieles, los hombres degollaban los corderos, y los sacerdotes
derramaban la sangre sobre el altar. Era una verdadera profanación de los
sacrificios lo hecho por Pilatos y su gente, mezclar sangre humana con la de los
animales, una ofensa a Dios. La gente pensaba, que les había sucedido eso porque
eran pecadores y Dios los había castigado. Jesús, les deja en claro, que esos
galileos no eran más pecadores que los demás hombres, todos somos pecadores,
reos del castigo divino. La necesidad de conversión es una urgencia, algo
permanente. Jesús cita el caso de la torre de Siloé que cayó y mató a dieciocho
personas: “¿pensáis que eran más culpables que todos los habitantes de
Jerusalén?” (v. 4). Ambas situaciones, remiten al tiempo final, inaugurado por
Cristo con la predicación del Reino de Dios; tiempo de conversión y penitencia. La
parábola de la higuera estéril se salva de ser cortada y echada al fuego; se le da
otra oportunidad, después de tres años de espera, por pura bondad de parte del
dueño de la viña, sugerencia del hortelano. La imagen de la viña, ya había sido
usada por los profetas comparándola con Israel: “La vi￱a de Yahvé Sebaot es la
casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío escogido” (Is. 5,7). La
parábola, interpreta el tiempo de Jesús, la última etapa de tiempo que reclama de
Dios Padre. El tiempo de Jesús y de la Iglesia, es el tiempo de la paciencia de Dios,
porque el juicio es inminente; se ofrece la última posibilidad de conversión y
salvación. Su obra es intercesión por Israel, acción intensa por conducir a Israel a
la conversión. La penitencia, será siempre importante, como había enseñado Juan
Bautista, que no hay que dejarlo para mañana, que hay que dar frutos de
conversión con el cambio de vida y las obras movidos siempre por el amor a Dios y
al prójimo, porque la conversión debe abrirse a la necesidades del otro. Será
siempre el amor nuevo que trae Jesucristo, por medio de su Espíritu, el que nos
mueva a dejar, negación, nuestra condición, para adquirir un bien espiritual mayor.
Jesús, ofrece al hombre su amor, el sacrificio de su vida en la Cruz, su vida de
Resucitado, para que consiga su salvación eterna. En ese sentido Jesús fue más allá
que Juan, aun sabiendo que vendrá la caída de Jerusalén, antes ofrece su sacrificio
pascual en la Cruz por Israel y toda la humanidad para que encuentren la salvación
(cfr. Lc.22,32; 23,34). La Cuaresma, además de expresarse en la vida y en las
obras, posee un Sacramento que hay que celebrar: la Reconciliación, el Sacramento
del perdón, donde Dios nos reconcilia consigo y con el prójimo. La penitencia es
camino de conversión, que señala, el cambio que se llevando a cabo en nuestro
mundo interior, en dirección al Reino de Dios y sus valores.
Santa Teresa de Jesús une admirablemente la vida espiritual o de oración y la
santidad de la Iglesia, porque ella está al servicio de la comunidad eclesial. La
oración del Carmelo es por y para la Iglesia. “Porque me he alargado mucho en
decir esto en otras partes, no lo diré aquí. Sólo quiero que estéis advertidas que,
para aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que deseamos, no
está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare
a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho;
porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear
contentar en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos no le ofender y rogarle
que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia
católica. Estas son las señales del amor, y no penséis que está la cosa en no pensar
otra cosa, y que, si os divertís un poco, va todo perdido.” (4 M 1,7).