Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Cuaresma,
Semana No. 3, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde
* Señor, recuerda tu misericordia. * Si cada cual no perdona de corazón a su
hermano, tampoco el Padre os perdonará
Textos para este día:
Daniel 3,25.34-43:
En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego,
dijo: "Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu
alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo; por Isaac,
tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su
descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos
humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no
tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni
incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un
holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que éste sea
hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti
confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos
y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu
gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre,
Señor."
Salmo 24:
Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con
lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí
con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.
 
El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar
a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. R.
Mateo 18,21-35:
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a
propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las
cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía
diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a
él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado,
arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo
pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar,
perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía
cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes."
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo,
y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo
que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a
contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo
malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú
también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el
señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo
mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a
su hermano."
Homilía
Temas de las lecturas: Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde
* Señor, recuerda tu misericordia. * Si cada cual no perdona de corazón a su
hermano, tampoco el Padre os perdonará
1. El sacrificio de un corazón arrepentido
1.1 Hay una situación de extrema indigencia: la de aquel que reconoce su propio
límite y admite que ha pecado. Y es en esa situación, precisamente cuando ninguna
explicación cabe, en donde brilla con mayor intensidad la verdad del corazón del
hombre y la verdad del corazón de Dios. Tal es el cuadro que nos ofrece la primera
lectura de hoy: una preciosa joya que muestra el genuino arrepentimiento.
1.2 Verdad del corazón humano, porque la soberbia hizo de este recinto, el
corazón, un aula de mentiras que se acostumbró a oírse sólo a sí mismo. Y así
enceguecidos, de repente nos estrellamos con la realidad, y entre los añicos de
nuestros desastres y catástrofes descubrimos que todo era falso, que nuestra
imagen era sólo fachada, que nuestro orgullo tenía bases engañosas, que no
éramos tan buenos ni tan justos ni tan agradables como creíamos. Entonces brota
como borbotones de sangre la verdad, de la que se ha dicho que duele. Pero lo que
duele no es la verdad sino tener que romper tantas mentiras.
1.3 En la auténtica contrición, ese dolor santo de haber pecado, aparece también la
verdad del corazón de Dios. El enemigo malo, Satanás, ha querido desde el
principio desfigurar el rostro de Dios. Al hablar con la mujer en el Edén empieza por
calumniar al Creador: "¿es verdad que Dios les ha dicho que no coman de NINGÚN
árbol...?" (Gén 3,1). Esta imagen desfigurada es indispensable para efectos del
diabólico proyecto de nuestro enemigo: apenas aparece la verdad de Dios nos
arrojamos en sus brazos. Pues bien: las lágrimas de la contrición limpian nuestros
ojos para ver el rostro amoroso y perdonador del Dios Eterno.
2. Un perdón inagotable
2.1 ¿Cómo puede Dios perdonar? ¿Cómo puedo yo, cómo puedes tú perdonar? Si
llegamos a entender qué es perdonar inmediatamente comprenderemos que todo
perdón es por definición infinito, inagotable. Un perdón que se acaba nunca existió.
2.2 Lo más parecido al perdón es la creación. Perdonar no es hacer de cuenta que
algo no existió, porque nadie puede luchar para siempre con la verdad del recuerdo
que le hiere. Perdonar es crear una relación nueva, es ayudar a alguien a ser
nuevo. Se parece mucho a crear. Y el que tiene poder para hacer algo nuevo se
llama Dios, y la fuerza con que puede crear pertenece sólo a Él.
2.3 Por eso el perdón es infinito, porque no depende del perdonado sino del
perdonador, y como el perdonador es inagotable en su amor y en su poder, no hay
límite para el perdón. ¡Aleluya!
Fr. Nelson Medina, O.P.