III L UNES DE C UARESMA
(2 Re 5, 1-15a; Sal 41; Lc 4, 24-30)
L ECTURA
-«Señor, si el profeta te hubiera prescrito
algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que
te prescribe para quedar limpio es
simplemente que te bañes.»
Entonces Naamán bajó al Jordán y se bañó
siete veces, como había ordenado el profeta,
y su carne quedó limpia como la de un
niño. (2Re 5, 13-14)
“Os aseguro que ningún profeta es bien
mirado en su tierra”. (Lc 4, 24)
C OMENTARIO
Con frecuencia nos hacemos refractarios al testimonio de los demás, de manera
especial si su forma de vivir nos incomoda, nos da inseguridad, nos saca de nuestras
costumbres, formas de pensar o atavismos religiosos.
¡Cuántas veces, por no estar abiertos al don de los otros, quedamos encerrados y
hasta secuestrados por nosotros mismos, padeciendo nuestra pobreza, limitación y
subjetivismo, cuando, si nos abriéramos a los demás, nos veríamos enriquecidos y
complementados con los dones que poseen los otros!
Ante la reacción primaria de Naamán, por sentirse humillado, y el
comportamiento de los paisanos de Nazaret con Jesús, se demuestra que la
autosuficiencia es pretenciosa. El orgullo y el amor propio esterilizan. La prepotencia
aísla. La falsa seguridad enquista. Hasta cabe, como reacción, la respuesta defensiva,
violenta, para justificar la instalación en las propias ideas o formas de vivir y actuar.
La Palabra nos advierte del posible error que cabe cometer por no reconocer el
don de los otros, por desprestigiar internamente a los que se cree conocer, por presumir
vanidosamente de superioridad.
En el relato de la curación del general sirio, no deja de ser significativo que sea
por la mediación de sus criados, gracias a la insistencia de los servidores, que Naamán
baje de su carroza, acepte lavarse en el pequeño río Jordán, como obediencia a la
indicación del profeta, y así suceda la curación.
La humildad es la respiración de la virtud. Porque a veces no surge la virtud, la
providencia permite la humillación, para que nazca el gesto mendicante y humilde, por
el que nos abrimos a la gracia.
P UNTOS DE REFLEXIÓN
¿Cómo te sientes ante la enseñanza de las lecturas de hoy? ¿Percibes que tú
también puedes reaccionar como los de Nazaret? ¿Has experimentado alguna vez el
beneficio de la humildad?