III Semana de Cuaresma
Lunes
Lucas 4, 24-30
Breve introducción
Desde el punto de vista histórico el versículo 23 de este pasaje evangélico
indica que Lucas saca este hecho de su contexto cronológico y lo presenta como
una actitud paradigmática de toda la vida histórica de Jesús, puesto que lo coloca a
este pasaje después de un largo ministerio de Jesús.
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El pedido de sus compatriotas nazarenos podría parecer legítimo y hasta
oportuno, pero Jesús es de otro parecer. El profeta fiel a su vocación no dispone de
sí mismo sino que es totalmente dependiente de Dios. En este caso pedirle a Jesús
que realice un milagro a pedido de sus compatriotas de hecho significa querer
imponer a Dios la voluntad humana. El milagro es un don plenamente libre de parte
de Dios. La fe que exige milagro, no es verdadera fe. En este contexto doctrinal
Jesús les dice “si no escucharon a Moisés y los profetas no creerán aún en la
resurrección de un muerto” (Lc. 16, 31).
La expresión de Jesús “ningún profeta es bien recibido en su patria” (vers.
24) nos recuerda que somos resistentes a aceptar de buen agrado a alguien de
nuestro propio ambiente que se transforme en juez de nuestras acciones en el
nombre de Dios porque creemos conocerlo y nos cuesta reconocer su fuerza
milagrosa o su buen juicio crítico. La fe exige una superación del plano puramente
humano para juzgar y aceptar a nuestros formadores o superiores (cfr. Lc. 8, 21).
De hecho si falta la fe la práctica de la obediencia cristiana (obediencia de la
fe) resulta muy difícil y en algunos casos hasta imposible.
Pidamos en nuestra oración cuaresmal fortalecer nuestra fe que anima la
obediencia a quien tengamos que obedecer en el nombre de Jesucristo el Señor de
la Iglesia.
Mons. Miguel Esteban Hesayne