Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Cuaresma,
Semana No. 3, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Poned por obra los mandatos * Glorifica al Señor,
Jerusalén. * Quien cumpla y enseñe será grande
Textos para este día:
Deuteronomio 4,1.5-9:
Moisés habló al pueblo, diciendo: "Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos
que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que
el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. Mirad, yo os enseño los mandatos y
decretos que me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde
vais a entrar para tomar posesión de ella. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra
sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia
de todos ellos, dirán: "Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e
inteligente."
Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo
está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran
nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os
doy? Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos,
que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos."
Salmo 147:
Glorifica al Señor, Jerusalén; / alaba a tu Dios, Sión: / que ha reforzado los cerrojos
de tus puertas, / y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.
Él envía su mensaje a la tierra, / y su palabra corre veloz; / manda la nieve como
lana, / esparce la escarcha como ceniza. R.
Anuncia su palabra a Jacob, / sus decretos y mandatos a Israel; / con ninguna
nación obró así, / ni les dio a conocer sus mandatos. R.
 
Mateo 5,17-19:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No creáis que he venido a abolir la
Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes
pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la
Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe
así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los
cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos."
Homilía
Temas de las lecturas: Poned por obra los mandatos * Glorifica al Señor,
Jerusalén. * Quien cumpla y enseñe será grande
1. "No olvides lo que vieron tus ojos..."
1.1 Uno puede decir que todos los pecados nacen de la mala memoria. En la
primera lectura de hoy encontramos una fuerte admonición: "no te olvides de lo
que vieron tus ojos". Una advertencia que bien podemos considerar nacida de la
experiencia, porque es muy cierto que hemos visto maravillas y es cierto también
que las hemos olvidado. No es la menor de las desdichas humanas eso de que haya
tantos males que al recordarlos nos parecen tan recientes y tan capaces de
afectarnos, mientras la niebla de un recuerdo borroso e inocuo se apodera de los
bienes que también tuvo el pasado.
1.2 Por algo san Agustín, y después de él santa Catalina de Siena, hablaron de la
memoria como de una de las "potencias" o "facultades" del alma. La memoria tiene
poder porque somos en buena parte lo que recordamos ser. Es la memoria, en
efecto, esa potencia que unifica nuestro ser a lo largo de la línea del tiempo, de
modo tal que sin ella no tendríamos más que instantes inconexos, carentes de
sentido y de vigor. Gracias a la memoria no tenemos que reinventar cada día lo que
significa "vivir".
1.3 Recordar las maravillas que hizo el Señor es el principio ineludible para
reconocer su grandeza, admirar su poder y agradecer su misericordia. Y
ciertamente no es posible una vida agradable a Dios sin estas tres cosas.
1.4 Además, la obediencia a los mandatos divinos es dura, casi imposible, si nos
quedamos mirando lo que hay que hacer; es suave, en cambio, posible e incluso
deleitable, si atendemos a quién nos los ha mandado y qué planes de gracia y
salvación ha dispuesto a favor nuestro. Todo, pues, depende de la memoria.
2. Jesús, Plenitud de la Ley
2.1 Si los mandatos son fáciles de practicar recordando siempre lo que por nosotros
ha hecho Dios, nadie puede negar entonces cuál es el lugar que tiene Cristo en esto
de conducirnos a la obediencia.
2.2 Su Cruz, su Sangre, su Pasión entera, ¿qué son, en su conjunto, sino un
recordatorio indeleble del amor divino? Por eso Cristo Jesús es la "plenitud" de la
Ley: no porque añada preceptos más sabios o dispensas más amables, sino porque
ha dejado en su ofrenda de amor una señal que rescata nuestra memoria y
despierta siempre nuestro amor hacia Aquel que es su Fuente, el Padre de los
Cielos.
2.3 Así entendemos mejor la enseñanza de Cristo. Lo que nos está mostrando el
Señor es que hay una salida al terrible dilema que dividía a los judíos en aquella
época y que también subsiste de algún modo para nosotros. El dilema es este: ¿nos
quedamos con una ley, que es sabia pero imposible de cumplir, o rebajamos el
contenido de esa ley enseñando entonces y pidiendo menos de lo que ella pide? La
solución de Cristo es: "no diluyas la Ley pero tampoco la exijas a quien no tiene la
fuerza para cumplirla, fuerza que sólo conmigo y mi gracia ha llegado a la raza de
Adán". ¡Bendito Dios!
Fr. Nelson Medina, O.P.