Domingo de Ramos, Ciclo C
Jesucristo, recibido y aclamado por los sencillos
La Palabra: Cuando Jesús se acercaba a las puertas de Jerusalén, “la masa de
discípulos entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los
milagros que había visto diciendo: ¡bendito el que viene en el nombre del Señor!”
(evangelio).
1. La gente sencilla descubrió en los gestos y en las palabras de Jesús un mensaje
de ternura y liberación procedente de Dios. Esta gente sencilla es la que a las
puertas de Jerusalén aclamaba con amor y gratitud al Mesías que llegaba no con las
apariencias de los grandes, montado sobre un caballo, sino en un sencillo y pobre
borriquillo. En esa sencillez y humildad habían transcurrido la existencia y las
intervenciones de Jesús. La gente de corazón sincero lo percibió.
2. Pero también hubo otros, “algunos fariseos entre la gente”, que siempre
acechaban de lejos para rechazar a Jesús. No fueron capaces de vislumbrar las
acciones maravillosas de Dios en los milagros de aquel hombre humilde, pues
soñaban con un mesianismo triunfalista; su arrogancia les impedía gustar la
revelación de Dios. Esos fariseos también estaban el Domingo de Ramos a las
puertas de Jerusalén cuando llegó Jesús; no lo esperaban con entusiasmo, sino
acechando para poco después condenarlo a muerte.
3. Cuando celebramos hoy esa entrada de Jesús en Jerusalén donde poco después
tendrán lugar su condena y la muerte ignominiosa de cruz, ¿con quién nos
alistamos? ¿Con los sencillos y humildes que se abren y aceptan en Jesucristo la
manifestación de Dios o con los soberbios que se creen absolutos, se cierran en sí
mismos y no dejan espacio para esa manifestación?
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net