Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Tiempo de Cuaresma,
Domingo de la Semana No. 4
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en
la tierra prometida * Gustad y ved qué bueno es el Señor. * Dios, por medio de
Cristo, nos reconcilió consigo * "Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido"
Textos para este día:
Josué 5, 9a. 10-12:
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy os he despojado del oprobio de
Egipto."
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día
catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes
ázimos y espigas fritas.
Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya
no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de
Canaán.
Salmo 33 :
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma
se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo
consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el
afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.
2 Corintios 5, 17-21:
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo
nuevo ha comenzado.
Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos
encargó el ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle
cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la
reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os
exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que
nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.
Lucas 15, 1-3. 11-32:
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los
pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su
padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país
lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó
él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus
campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las
algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino
adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre
lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo. "
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo;
ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y
matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno
de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contesto: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado,
porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca
una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con
mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con
malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías
alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido,
y lo hemos encontrado.""
Homilía
Temas de las lecturas: El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en
la tierra prometida * Gustad y ved qué bueno es el Señor. * Dios, por medio de
Cristo, nos reconcilió consigo * "Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido"
1. Deja el pecado, porque Él no te va a dejar
1.1 "Conviértete…" --esta fue la voz que escuchamos el primer día de cuaresma,
cuando recibimos la ceniza sobre nuestra cabeza, como señal de la humildad que es
propia de este tiempo litúrgico.
1.2 Pues bien, el evangelio de hoy es quizá la más bella pintura de ese proceso de
la conversión: el hijo más pequeño de este padre amoroso finalmente dejó el
pecado y volvió a casa. Cuanto más meditamos en cada detalle y aspecto de esta
parábola, más vemos que la propia vida queda retratada ante nuestros ojos.
2. Uno que acoge a los pecadores
2.1 Todo empezó con las críticas de los fariseos: "Este anda con pecadores..." Ellos
hablaban así como un modo agrio de descalificar a Jesús y a su ministerio.
Podríamos traducir su murmuración con estas palabras: "¿Cómo podría este
hombre ser un verdadero profeta, y no hablemos del Mesías? ¡Mira nada más con
quiénes le gusta andar!"
2.2 La parábola del hijo pródigo y del padre compasivo es una gran respuesta a
estas críticas, como si Cristo les estuviera diciendo: "¿Y es que Dios podría ser de
otro modo? ¿Esperarías menos de Dios?"
3. Descubriendo nuestros límites y la verdad de lo que somos
3.1 El hijo menor pidió su parte en la herencia, es decir, pidió su herencia, con lo
cual estaba tratando a su papá como si hubiera muerto. Impaciente, como suele
suceder en la juventud, este hombre no quería perder un solo día de
entretenimiento y disfrute. Como consecuencia, prefirió los bienes del papá al papá.
Es un retrato detestable pero realista del pecado: cada vez que pecamos, en efecto,
estamos escogiendo a las creaturas y rechazando a su Creador.
3.2 Este joven poco a poco fue llevado a reconocer sus límites, ya no como algo
impuesto desde fuera, como por ejemplo, por las reglas de la casa paterna, sino
como algo que existe en la medida en que nosotros mismo existimos. Él aprendió
que tenemos una naturaleza y que existen límites naturales, en el sentido de que
no podemos producir una reserva infinita de dinero o de placer sólo con desearlo.
Esta es la primera conversión y la más fundamental de todas: no somos Dios, y si
jugamos a ser Dios terminamos destruyéndonos a nosotros mismos y seguramente
destruyendo también a la gente alrededor.
3.3 Una vez que descubrimos nuestros límites podemos tomar uno de dos caminos:
rebelión, ira y desesperación, por un lado; humildad, contrición y conversión por el
otro. Felizmente, el muchacho de la parábola tomó este segundo camino, el de la
vuelta a casa, y encontró los brazos abiertos de su padre amoroso --una imagen
llena de ternura que describe bien cómo Dios misericordioso está aguardando por
cada uno de nosotros.
4. ¿Y el Hermano Mayor?
4.1 Debemos decir una palabra sobre el hermano mayor. Sabemos que representa
ante todo la actitud recelosa y ácida de los fariseos. Sin embargo, ahí no acaba
todo. Es bien posible que represente también algo de nosotros y nuestros egoísmos
y desconfianzas, de nuestros celos y mezquindades. Podemos preguntarnos, en
realidad, si nosotros celebramos la misericordia de Dios cuando llega a las vidas de
los demás, sobre todo si esos "demás" son nuestros enemigos, rivales o gente
extraña.
4.2 Mientras conservamos, pues, delante de nuestros ojos, la imagen preciosa del
Dios que perdona y se compadece, pidámosle que nos dé de su Espíritu Santo para
amar como él ama. Sea ese el fruto de esta cuaresma.
Fr. Nelson Medina, O.P.