III Semana de Cuaresma
Viernes
Marcos 12, 28-34
Breve introducción
Jesús citando al Deuteronomio 6, 4 ss responde al escriba que el
mandamiento más grande es el Amor de Dios y sin que el escriba le vuelva a
preguntar añade de inmediato un segundo tomado del Levítico 19, 18, es decir el
amor al prójimo.
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Jesús respondiendo al escriba relaciona la ley a su función originaria, es decir
que la finalidad de la ley es el encuentro de Dios con los hombres y de los hombres
entre sí y con Dios en el amor. La vida y el culto no son dos realidades
independientes. No solamente la vida puede adquirir un valor litúrgico de alabanza
y adoración a Dios, sino que la liturgia misma engloba la vida y viene a ser “liturgia
de la vida”.
Por eso el centro vital para el discípulo de Jesús es la celebración eucarística:
es el momento en que se rinde gracias al Padre en respuesta a su iniciativa de
amor y el discípulo de Jesús es llamado a reunirse en comunión activa con todos los
hombres y mujeres para constituirlos como hermanos y hermanas en Cristo. La
más sincera y profunda acción de gracias al Padre finaliza en una participación
fraternal como término de la misión cristiana; el amor cristiano es un ir al otro
como expresión suprema del amor por todos hijos e hijas de Dios.
Como Jesús debemos saber dar la vida por todas nuestras hermanas y
hermanos, los seres humanos, amándolos como a nosotros mismos, amándolos
como los ama Jesús, amándolos con el mismo amor con que Jesús nos ama.
Mons. Miguel Esteban Hesayne