IV Domingo de Cuaresma C
Gn 5, 9ª-10-12; Sal 33; 2Co 5, 17-21; Lc 15, 1-3.11-32
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y
los escribas murmuraban, diciendo: "Este acoge a los pecadores y come con ellos."
Entonces les dijo esta parábola. Dijo: "Un hombre tenía dos hijos; y el menor de
ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él
les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se
marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
"Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y
comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de
aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su
vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y
entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi
padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado
hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su
padre. "Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su
cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti;
ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed
aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en
los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido
hallado." Y comenzaron la fiesta. "Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver,
cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre
ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería
entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años
que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un
cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo,
que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo
cebado!" "Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba
muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."
En este cuarto domingo de cuaresma, la liturgia nos presenta una de las páginas
que expresan la paciencia y ternura de Dios, en cuanto a comprender el amor
misericordioso de Dios, el Padre de la misericordia. Estamos hablando de la
Parábola del hijo pródigo. Al respecto nuestro Papa emérito Benedicto XVI dice:
ᆱ…Este texto evangélico tiene, sobre todo, el poder de hablarnos de Dios, de
darnos a conocer su rostro, mejor aún, su corazón. Desde que Jesús nos habló del
Padre misericordioso, las cosas ya no son como antes; ahora conocemos a Dios: es
nuestro Padre, que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia, que
sufre si nos perdemos y que hace fiesta si regresamos. Por esto, la relación con él
se construye a través de una historia, como le sucede a todo hijo con sus padres: al
inicio depende de ellos; después reivindica su propia autonomía; y por último —si
se da un desarrollo positivo— llega a una relación madura, basada en el
agradecimiento y en el amor auténtico…ᄏ (Benedicto XVI, Ángelus, 14 de marzo de
2010).
La parábola de este domingo, llamada del «hijo pródigo», nos revela las
consecuencias del pecado de quienes abandonan la vida de creyentes y de quienes
se niegan a la reconciliación. «...Un hombre tenía dos hijos. El más joven dijo a su
padre: Dame la parte de fortuna que me corresponde. Y el padre repartió su
fortuna...». El hijo menor abandona el hogar, rompe la unidad, dilapida los bienes
de su comunidad, se desliga de las responsabilidades para marcharse solo. Pero
aquí se hace presente que el pecado siempre es un acto comunitario, el pecado no
es sólo una «cosa mía», como solemos decir a veces porque atenta contra los
demás. Ante esta actitud se contrapone la del Padre. Él prefiere perder parte de sus
bienes antes que perder al hijo. Respeta su libertad, deja partir a su hijo, teniendo
su corazón angustiado, pero con la esperanza que llegará a comprender un día el
amor de su padre. En estas líneas del evangelio aparece como Dios ama al hombre
libremente; no desea el mal del hombre, pero lo permite; porque nos ama en la
libertad, nos ha creado libres.
Es importante señalar como Cristo para referirse al Reino de los Cielos pone de
manifiesto las parábolas de la misericordia. Esto quiere decir que para que el
hombre pueda vivir ya en este mundo como un anticipo del Reino de los Cielos,
está llamado a aceptar y vivir de la misericordia de Dios, por eso dice el Salmo:
ᆱ…Se￱or por la ma￱ana proclamamos tu misericordia y de noche tu fidelidad…ᄏ.
Hoy lamentablemente, el hombre en medio de un mundo que lo ha ensordecido y le
ha endurecido el corazón, no comprende o le cuesta entender que la vida es un don
de Dios, es fruto de sus entrañas de misericordia, y por eso se proclama en la
noche la fidelidad, porque solamente en la fidelidad de Dios nuestra vida se cimenta
y en la fidelidad de Dios vivimos de su misericordia y amor.
Esta misericordia de Dios al hijo pródigo lo lleva a una actitud de entrar en sí
mismo, porque solamente el amor, como dice San Pablo: ᆱ…es más fuerte que la
muerte…ᄏ, y no hablamos de una muerte física, sino de la muerte existencial del
pecado que introduce al hombre en el sin sentido de su vida, de nuestra vida.
Moisés cuando Dios le da un signo de que Él es el Señor, le pide a Moisés meter su
mano en el pecho y sale llena de lepra, luego Dios le dice que la vuelva a meter y al
sacarla está sano. Por eso cuando el hijo pródigo entra en sí mismo, por la Gracia
de Dios sale de la alienación, de la idolatría, sale de la ceguera de su vida,
contempla su lepra por eso dice: ᆱ…aunque sea podría saciarme del alimento de los
cerdos…ᄏ. Hasta tal punto había llegado su sufrimiento, como nos puede pasar a
nosotros, que cualquier porquería estaba dispuesto a comer. Esta es la situación
profunda de muerte existencial del hombre que piensa que ya no merece nada,
tanto llega al desprecio de sí mismo que no considera ni su propia vida, por eso
incluso está dispuesto a aceptar ser el último esclavo, la nada, porque piensa que
no tiene derecho a nada, porque el hombre cuando está sumido en la profundidad
del pecado su vida es nada.
Esta parábola es de una riqueza como de un fondo inagotable, por ello dejaré
abierta la parábola para que Dios en la escucha de la parábola nos ayude.
Al respecto, diré lo siguiente, el hijo mayor según dice el evangelio ᆱ…se irrit￳ y no
quería entrar…ᄏ. Los fariseos cuando acusaban y decían que Jesús era un comilón y
borracho y que andaba con los pecadores y prostitutas, según los exégetas, lo
propio del fariseo es el desprecio al otro, y es importante remarcar esta actitud
porque según dice el Deuteronomio: ᆱ…amarás al Se￱or tu Dios… y al pr￳jimo
como a ti mismo…ᄏ. Por ello Cristo les dice a los fariseos sepulcros blanqueados,
porque dicen amar a Dios pero desprecian al prójimo.
Hoy aquellos que se dicen muchas veces que son cristianos católicos tienen esta
actitud de fariseos, pero no solamente porque desprecian al prójimo,
considerándose superiores a él, sino como dice San Juan en su carta: ᆱ…quien dice
que ama a Dios y no ama al hermano es un mentirosos…ᄏ. Por esto que el hijo
mayor no hace fiesta, porque solamente se experimenta y se vive la fiesta en la
comunión y gratitud a Dios que nos lleva al amor con el hermano.
El Señor nos conceda la Gracia de sentirnos acogidos hoy ante la palabra como el
hijo pródigo, que nos conceda un corazón como de niños para dejarnos seducir por
las entrañas amorosas de Dios, porque solamente si nos dejamos seducir por Dios
en su amor misericordioso, nuestro hombre viejo, nuestro egoísmo, nuestra
autonomía que nos lleva a usar mal nuestra libertad en contra de Dios; podremos
en la Gracia de Dios entrar en el banquete nupcial y celebrar los amores del Padre
misericordioso.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar