IV Semana de Cuaresma
Lunes
Juan 4, 43-54
Breve introducción
El centurión con Nicodemo y la samaritana es un ejemplo típico del hombre
que va en búsqueda de la fe. El oficial romano cree en la palabra de Jesús y su fe
se proyecta a toda su familia.
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La alegría con que es recibido Jesús en la generalidad del pueblo es fruto de
la expectativa de ver sus milagros. Jesús se lo recrimina expresamente: “si no ven
signos y prodigios ustedes no creen”. Por eso es tan opuesto el encuentro de Jesús
con el funcionario romano. El encuentro con Jesús tiene una finalidad personal muy
profunda: la vida de su hijito.
La primera respuesta de Jesús al funcionario romano destaca esta diferencia.
El pedido del funcionario es la expresión de una profunda confianza en Jesús, en su
poder y en su disponibilidad. Siente que Jesús está a su disposición. Y la respuesta
de Jesús corresponde plenamente a esta confianza: anda, tu hijo vive. El
funcionario cree sin haber visto algún prodigio. La fe tiene por objeto directo a la
persona de Jesús vista en su grandeza y en su poder en relación a nosotros, que
crea una plena adhesión confiada en él. El peligro siempre real cuantas veces nos
acercamos a Jesús es la superficialidad. Así hasta la participación en algunas
manifestaciones religiosas pueden ser fruto de pura curiosidad o simple costumbre
cultural.
La verdadera fe en Jesucristo y su Evangelio se demuestra con la aceptación en
nuestras vidas de los criterios y actitudes de Jesús.
Mons. Miguel Esteban Hesayne