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Domingo 5C Cuaresma
“Anda, y en adelante no peques más” (Jn 8, 1-11)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Adúltera)
Los fariseos le traen a Jesús un caso difícil: “ Esta mujer ha sido sorprendida
en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras:
tú, ¿qué dices ?”
Los preceptos de la Ley decían " La mujer adúltera debe morir " (cf. Levítico 20,1,10;
Dt 22,22s).
En verdad, el pecado de adulterio es muy grave, porque arruina el amor, la familia, las
relaciones humanas, el derecho del cónyuge...
En Israel, el adulterio era tenido por delito público, pero con una interpretación
machista. E l hombre casado sólo era adúltero, si tenía relaciones con una mujer casada.
En cambio la mujer casada era adúltera, si tenía relaciones con cualquier otro
hombre, que no fuera su esposo, fuera o no casado. Quizá por eso los fariseos acusan a la
adúltera, y no al adúltero.
¿Cómo era el castigo?
Por ser el adulterio un pecado considerado público, la comunidad debía borrar la
mancha también públicamente. El apedreamiento o lapidación debían realizarlo los vecinos
del lugar en el que el pecador había sido descubierto en falta y, generalmente, el sitio del
suplicio estaba fuera de los muros de la ciudad. A estos condenados se les enterraba hasta la
cintura en estiércol, se les rodeaba todo el torso con estopa y se les introducía en la boca una
antorcha encendida. Y los testigos del adulterio eran los primeros en arrojar las piedras contra
la adúltera.
¿Cómo responde Jesús?
Jesús no condena a nadie. Él repetía: “No juzguen y no serán juzgados”. Sabe que
todos somos pecadores ante Dios. Y quiere que todos nos sintamos pecadores.
Jesús busca que los fariseos se pongan en el lugar de la pecadora, reconozcan sus
propios pecados y se arrepientan. Para ello les da tiempo, y se pone a escribir sobre la tierra
(v.6), como hacían algunos jueces romanos que escribían la sentencia en la tierra.
Pero los fariseos le acosan para que se defina. Entonces Jesús se levanta y les encara:
- " El que esté sin pecado, que tire la primera piedra" (cf. Mt 7,1-5).
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno
a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Con esta huída reconocen que son
pecadores, pero no se arrepienten de ello.
¿Qué hace Jesús con la adúltera?
La mujer ha quedado sola. Jesús le da una oportunidad. Se levanta y le dice:
“¿Dónde están tus acusadores?, ¿Ninguno te ha condenado?” Ella contestó:
- “Ninguno, Señor”. Y Jesús le dijo:
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Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Jesús perdona, pero le da una libertad responsable. El peligro para ella ha terminado.
Pero así como ella ha sido liberada de sus acusadores, ahora debe liberarse de su propio
pecado. Jesús respeta nuestra voluntad libre, pero quiere ayudarnos a llegar a ser personas
verdaderamente libres.
¡Qué buen gesto el de Jesús!
Se pueden observar varias cosas:
Primero: Jesús, como siempre, se declara a favor de la persona más necesitada, en
este caso la adúltera, que estaría temblando y angustiada, pues estaba segura que iba a ser
apedreada en público. Es la postura de Dios hacia la debilidad humana.
Al ofrecernos su misericordia nos enseña también a ver a los otros con ojos
misericordiosos. La divinidad de Jesús se expresa a través del amor.
Segundo: Jesús es el Dios de la libertad y del respeto a las propias decisiones, aunque
sean pecado. Jesús nos perdona y nos invita a que nos liberemos.
Tercero: Jesús da un paso en la civilización: no está de acuerdo ni con la pena de
muerte ni con la humillación pública bochornosa. A Jesús no le gusta destruir ni la vida ni la
reputación. Jesús es Dios de vida. Desearle a otro la muerte o amenazarle con ella no es
cristiano.
¿Qué opina Jesús exactamente del adulterio?
Jesús condena el adulterio, tanto del hombre como de la mujer.
Pero dijo más: "El que mira a una mujer con lujuria ya ha cometido adulterio en su
corazón" (Mateo 5,28).
Jesús es bueno, pero no es tonto. No nos dice "todo vale", como muchos lo repiten
hoy día. Jesús llama al mal mal y lo condena. Para los seguidores de Jesús no todo vale. Jesús
no vino a justificar nuestros pecados sino a liberarnos, a lavarnos y a enseñarnos una manera
nueva de vivir.
Por otra parte, el sexo es santo. Pero no puede uno dejarse llevarse por él. Un río bien
encauzado es hermoso, útil y presta mil servicios a la zona que riega. Pero un río desbordado
arrasa y destruye todo a su paso.
La sexualidad desbordada y salvaje destruye matrimonios, familias, deja a los hijos a
la intemperie, y a las personas sin raíces, sin rumbo y sin amor verdadero.
Hay muchos ejemplos de adulterio, como el de la doble personalidad:
- “Cuando estoy aquí, soy responsable: mi trabajo, mi casa, mi familia, mi
esposa, mis hijos, mi iglesia... Cuando voy a otra ciudad, soy otro: me lleva el
vicio, la bebida, las mujeres, el sexo…>
Jesús nos repite: “Anda, y no peques más”.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí recibimos el
perdón de Jesús, y nos da fuerza para no juzgar a los demás y no pecar más.