"Vuelve a tu casa, tu hijo vive"
Jn 4, 43-54
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. "SEÑOR, BAJA ANTES QUE MI HIJO SE MUERA"
Jesús partió hacia Galilea, cuando llegó, los galileos lo recibieron bien. Había en Galilea un
funcionario real, un cortesano o empleado de palacio, que residía en Cafarnaúm, se dice que
posiblemente era un administrativo o militar, adscrito a la corte de Herodes Antipas. Este
cortesano tenía un hijo, un muchacho, aún muy joven, acaso hijo único, que tenía una
enfermedad caracterizada por una fiebre, y su estado era tan grave, que estaba en peligro de
muerte.
Al oír este cortesano, el rumor de la llegada de Jesús a Cana, salió a su encuentro, sin duda en
Cana. Si este funcionario residía en Cafarnaúm, habría hecho un viaje de seis a siete horas,
unos 33 kilómetros, para venir a Cana. Encontrándose con Jesús, le rogaba insistentemente
que bajase a su casa, "Señor, baja antes que mi hijo se muera", pues de Cana a Cafarnaúm
hay un descenso de unos 800 metros, y curase a su hijo, que estaba para morir.
2. "SI NO VEN SIGNOS Y PRODIGIOS, USTEDES NO CREEN".
Tal vez este funcionario tenía recientes las noticias de los milagros que Jesús había hecho en
Jerusalén en las últimas fiestas. La respuesta que va a dar Jesús no deja de extrañar: "Si no
ven signos y prodigios, ustedes no creen". Pero la extrañeza de esta respuesta está en que se
le diga a este funcionario lo que era ambiente judío común: fe que se garantiza con milagros,
cuando precisamente, si él pide milagros, es que cree en el poder de hacerlos que tiene Jesús.
Esta reflexión de Jesús, no está dirigida directa y exclusivamente a este funcionario real,
como se ve, por razón de la fe que tiene y la censura que se hace, y por la forma plural en que
está relatada, pues Jesús dice “Ustedes no creen” Tiene entonces una perspectiva mucho
mayor, en efecto con ocasión de la petición de este funcionario, Jesús hace esta reflexión,
dirigida al judaísmo contemporáneo.
Lo que Jesús censura, algo que utiliza en otras ocasiones, son las ansias de los milagros
propias de los galileos y su débil fe, la cual recusa, es decir no quiere admitir, aceptar o
recibir el Evangelio si no ve de continuo nuevos signos. Jesús quiere que se atienda también a
Él, a sus palabras, puesto que habla el Verbo de Dios; que se atienda a Él, a su enseñanza,
porque la dice Él. Pues “¿quién puede argüirme de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no
me creéis?” (Jn 8:46).
Pero, aunque Jesús hace esta reflexión de crítica al judaísmo contemporáneo, no se excluye
de esta oportunidad el que intente también, como en otra situación análoga, el excitar más
aún en él su confianza y su fe: “probarle” (Jn 6:6).
3. "VUELVE A TU CASA, TU HIJO VIVE"
Y así probado, la confianza surgió más vigorosa, aunque dentro del concepto imperfecto que
tenía de Jesús, “Se￱or, baja antes que mi hijo muera.” Creía que Jesús era un gran profeta,
pero no sabía el pleno alcance de su poder milagroso; porque no necesitaba “bajar” para curar
a su hijo, ni tenía por qué temer a la urgencia dé la muerte, ya que podía resucitarle.
A esta buena disposición fue a la que atendió Jesús para decirle: "Vuelve a tu casa, tu hijo
vive" Y aquel funcionario creyó en la palabra de Jesús, con lo que el milagro se hizo al punto,
al tiempo que se elevaba su fe: creyó en aquella curación a distancia, cosa que poco antes no
sabía, pues le rogaba que “bajase” a Cafarnaúm a curar a su hijo. Y Jesús apareci￳ ante él con
dos milagros: el de una curación y el de una revelación al anunciarle la curación.
4. “CREYÓ ÉL Y TODA SU FAMILIA.”
Y, con la certeza de la curación de su hijo, partió en seguida a Cafarnaúm. Y cuando él
bajaba, le encontraron sus siervos, que le traen el anuncio de la curación de su hijo. Sus
siervos le traen la noticia de que su hijo “vive”; no s￳lo no había llegado la desesperada
muerte, sino que había curado instantáneamente. Él les preguntó a qué hora se había sentido
mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre" Y supo también que esta curación se
había realizado “ayer” y a la “hora séptima.” La “hora séptima,” en el cómputo de Jn, es una
hora después del mediodía (Jn 1:4; 4:5; 1:39). Por tanto, como al ponerse el sol comienza el
día judío, por poco que haya retardado la partida, sobre todo por evitar las fuertes horas de
calor, cuando se encontró con sus siervos, ya después de la puesta del sol, éstos tuvieron que
decirle que la curaci￳n de su hijo fue “ayer,” puesto que fue a la “hora séptima,” que es la una
de la tarde. Como ya dije de Cana a Cafarnaúm hay 33 kilómetros.
La reacción ante este milagro vivificador fue que “crey￳ él y toda su familia.” El y su casa
creían en Jesús como alguien que posee una cualidad en grado extraordinario y que hace
milagros. Por eso, esta fe que aquí se consigna no debe ser el confirmarse más en Jesús el que
hace prodigios, sino en Jesús Enviado (Mesías). Es lo que parece más lógico, máxime dentro
de la unión de temas mesiánicos — Jesús vivificador de cuerpos y almas.
5. JESÚS, IMPACTA EN EL CORAZÓN DE CUALQUIER HOMBRE
El buen Jesús, vio y sintió que el corazón del funcionario real, tal vez con cuota de poder, no
estaba libre de las costumbres adquiridas de su poder, esas que se llevan siempre en toda
actitud de quien ostenta algún mando, por eso, antes de conceder su gracia y su prodigio,
quiere purificar el corazón de este cortesano. Así es, como él le hace un llamado de atención.
Jesús, honesto al extremo, sincero con todos, no hace ningún privilegio, si debe reprender a
alguien con poder lo hace del mismo modo que a cualquiera, pero lo hace para sanarlo.
Jesús, impacta en el corazón de cualquier hombre, por eso este cortesano acepto el llamado
de atención del Señor y creyó en su palabra. Jesús infunde tranquilidad en el corazón, entrega
paz, sana los corazones, atrapa y penetra el corazón, su palabra es de amor, empapada de
bondad. Sin embargo, para que nos llegue la salvación, tenemos que decir SI, aceptarla, creer
en ella, porque Jesús mismo, es Palabra de Dios, si la aceptamos, nos adherimos a Él.
6. LIMPIANDO
ORGULLO
NUESTRO
CORAZÓN,
ENCONTRAREMOS A JESÚS CON MÁS FACILIDAD
Podemos decir que la fe del funcionario fue imperfecta, porque él pensaba que era necesario
la presencia directa de Jesús para hacer sus milagros, pero rescatamos que no tuvo orgullo ni
desconfianza para ir donde Jesús y fue humilde. “le suplic￳ que bajara a sanar a su hijo
moribundo” La humildad, es un espontáneo olvido de uno mismo. Para acercarse más a la
humildad, debemos acercarnos cada vez más a Dios y sabernos sentir hijos de Dios.
Limpiando de orgullo nuestro corazón, encontraremos a Jesús con más facilidad y podremos
aceptar su Palabra sin reservas.
DE
El Señor les Bendiga