IV Semana de Cuaresma
Martes
Juan 5, 1-3.5-16
Breve introducción
Este milagro del paralítico de la piscina de Betsabé tiene una doble
consecuencia espiritual y pastoral.
Una vez más Jesús hace notar que por sobre el legalismo está la atención a
la persona. No obstante ser sábado ordena al que era paralítico que vaya a su casa
llevando su camilla adonde había estado postrado. Esa atención a la persona Jesús
la destaca más allá del cumplimiento del orden establecido para llegar a tiempo al
movimiento del agua. Jesús se ofrece El, el Mesías, al servicio de ese hombre y en
ese hombre servidor de todos los hombres. Es toda una lección para cada uno de
nosotros los cristianos que a veces descuidamos la actitud de servicio que debemos
tomar.
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La iniciativa de Jesús para sanar al paralítico nos está hablando del ánimo
dispuesto que debemos fomentar en nosotros y en la comunidad de estar atentos a
los más abandonados.
Esta curación tiene además un particular valor simbólico: la absoluta
imposibilidad del hombre a su propia salvación y a la amorosa iniciativa de Dios
para salvar al hombre. ¿Vivimos con un corazón agradecido al Amor de Dios para
con nosotros? ¿Estamos persuadidos que Dios nos ha amado primero, que Dios nos
busca para salvarnos y santificarnos? Porque esto es así ¿vivimos en una
permanente acción de gracias y con la alegría de ser amados nada menos que por
el mismísimo Dios? ¿Todavía vivimos pensando en un Dios terrible, juez castigador
o aceptamos la gran enseñanza de Jesús que el Dios verdadero es un Padre lleno
de ternura para cada uno de los seres humanos?
Mons. Miguel Esteban Hesayne