IV Semana de Cuaresma
Miércoles
Juan 5, 17-30
Breve introducción
Jesús se declara igual al Padre Dios. Es de los pasajes más explícitos de la
conciencia de Jesús sobre sí mismo y de la revelación de su identidad de Hijo de
Dios.
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El evangelista hace notar que los judíos comprendieron que Jesús llamando a
Dios su Padre se hacía igual a Dios y por esto lo buscaban con más ahínco para
matarlo, pero Jesús continúa su revelación desarrollando a sus interlocutores su
igualdad con el Padre Dios.
En este trozo evangélico muy breve pero muy denso presenta dos puntos
esenciales de su misterio: tiene el poder de resucitar los muertos; ahora bien,
según el Antiguo Testamento y la Teología judaica, este poder era una prerrogativa
exclusiva de Yavé (Deut.32, 3-9; 2 Reyes 5, 7; Tobías 13, 2). Este mismo poder es
dado al Hijo.
Y el otro poder de juzgar a todos los hombres deriva del primero: Jesús es
claro y explícito, como el Hijo tiene el poder sobre la vida y sobre la muerte de los
hombres, tiene necesariamente el poder de dirigir el curso de la historia de los
hombres y de sancionar sus obras en orden a un destino eterno de felicidad o de
condena (vers. 29).
Remata su enseñanza afirmando que su palabra en la medida que se la
escuche da la vida eterna.
¿Valoramos la lectura reflexiva y orante de la Biblia?
Mons. Miguel Esteban Hesayne