IV Semana de Cuaresma
Jueves
Mirar a Cristo es encontrarse a Dios Padre, conocerle, sentir su amor y su
perdón
“ᆱSi yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería
válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el
testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan,
y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de
un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. El era la
lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una
hora con su luz.
Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las
obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas
obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha
enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado
testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis
visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no
creéis al que Él ha enviado.
Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas
vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no
queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los
hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de
Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro
viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer
vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria
que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante
del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto
vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí,
porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo
vais a creer en mis palabras?ᄏ” (Juan 5,31-47).
1. Jesús sigue hablando de su unión con el Padre. ¿Cómo va nuestra
presencia de Dios? La madre que tiene el pequeño en la cuna, trabaja
arreglando las cosas de la casa; plancha, limpia..., pero siempre está
pendiente del hijo. Esta madre tiene presencia del hijo, no lo pierde de
vista. Lo mismo que esa madre podemos hacer nosotros con el Señor.
Mientras estudiamos, mientras hacemos deporte, cuando estamos en clase,
cuando vamos por la calle, a la hora de comer, al meternos en la cama, y
en todas las circunstancias en que nos podamos encontrar, son situaciones
en las que si nos empeñamos podemos hablar con el Señor, decirle una
jaculatoria, pedirle ayuda, etc...
Podemos repetir durante el día unas palabras que hagan de oración
corta (jaculatoria, como flecha encendida) para dirigir al Señor, como:
¡Jesús te amo!, ¡Señor, perdóname porque soy un pecador! Al ver un
crucifijo, visitar sagrarios cuando pasas cerca de una iglesia, al hacer un
sacrificio, cuando te vienen a la cabeza excusas para no mortificarte,
cuando ves que actúas con la ley del gusto. Puedes hacer un poco de
examen para ver cómo vas en eso. Señor, yo quiero acordarme y decirte
muchas jaculatorias durante el día; recuérdamelo Tú. Y tú, ángel de mi
guarda (José Pedro Manglano).
Jesús, nos dices que Juan Bautista “ era la lámpara que arde y
alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz ”. Juan
hablaba de ti, era testimonio que te señalaba como Cordero de Dios. “ Pero
yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que
el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que
realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el
Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí ”.
Jesús, estás para cumplir la Pasión, la gran obra, después de tantos
milagros y obras buenas, ahora harás tu sacrificio por nosotros y por
nuestra salvación. Serás el nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por
la humanidad, por nosotros pecadores.
Hoy vemos que aceptarte a ti, Jesús, es tener parte en tu vida, para
sentir como Tú la urgencia de la evangelización de nuestros hermanos de
todo el mundo: " Padre, he venido a este mundo para glorificar tu
nombre. He llevado a término tu obra; glorifícame ". Hemos visto estos
días cómo Tú eres la Luz que ilumina, da vida, refleja un Dios que es amor,
que resucita y salva. En la cruz, como Enviado serás objeto de burla. Pues
he aquí "la obra" que autentifica tu misión: una vida entregada hasta el
final. La cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Los dioses de los
justos, de los ricos, de los satisfechos; los dioses cuyas gracias se compran
y cuyos favores hay que ganarse...; esos dioses sólo sirven para ser
derribados, pues no son más que becerros de oro de pacotilla, imágenes
deformadas de quienes las han fabricado. Dios tendrá para siempre el
rostro de un crucificado, expulsado fuera de las murallas de la ciudad,
ridiculizado, injustamente condenado.
" El Padre que me ha enviado es el que da testimonio de mí ". En
el desierto, los hombres se habían unido a dioses conformes a sus deseos.
También en el desierto, Moisés erigió otra señal, un bastón coronado por
una serpiente de bronce. Señal desconcertante e irrisoria. Sin embargo,
dice la Escritura que los que la miraban eran salvados. Dios, por su parte,
ha erigido en el universo la única señal en la que se reconoce: una cruz
plantada en el corazón del mundo. Los que la miran quedan salvados (Sal
Terrae).
Te pedimos, Señor, que tu Palabra habite más en nosotros; "hacer
habitar la Palabra" en nosotros al fijar la mente, la imaginación en una
escena evangélica... Repetir, interiorizar una frase, dejar que fluya nuestra
vida al compás de esos sentimientos, para iluminar esos hechos con el amor
de Dios, considerar que Dios es amor y sacaremos bien de aquellas
circunstancias de nuestra vida, nos ayudará a amar más. “Te lo ruego,
Señor. Ayúdame a amarte. Haz que yo sea "amor" de pies a cabeza, para
que pueda revelar algo de ti”. Ante tanto ídolo, “uno se queda dando
vueltas, siempre en lo humano, no hay modo de salir del cielo desesperante
"producción-consumo"... producir para destruir... Haría falta que el hombre
levantase un poco la cabeza y valorase en sí mismo sus aspiraciones al
infinito, al absoluto... Encontrar a Dios. Escuchar a Dios. Contemplar a Dios”
(Noel Quesson), buscar su rostro, como decimos en la antífona de entrada:
« Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su
poder, buscad continuamente su rostro » (Sal 104,3-4). Como pedimos
en la Colecta: « Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por
la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos
mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar bien
dispuestos a las fiestas de Pascua ». San Gregorio Magno ensalza la
misericordia divina: «¡Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No
somos ni siquiera siervos dignos, pero Él nos llama amigos. ¡Qué grande es
la dignidad del hombre que es amigo de Dios!» (Homilía 27 sobre los
Evangelios). «La suprema misericordia no nos abandona, ni siquiera cuando
la abandonamos» (Homilía 36 sobre los Evangelios).
2. “ En aquellos días dijo el Señor a Moisés: Anda, baja del
monte, que se ha pervertido tu pueblo... Se han desviado del camino
que yo les había señalado, y se han hecho un toro de metal, y se
postran ante él, y le ofrecen sacrificios... Veo que es un pueblo de
dura cerviz ...” Qué tontería, adorar ídolos, cosas que no son Dios… como
se adora el dinero y la fama, el éxito y el poder… “Jesús, está claro que no
puedo amarte si primero no creo. La fe es muy importante, porque es el
paso previo a la caridad, al amor. Por eso, he de fomentarla y cuidarla; no
puedo jugar con la fe, ponerla en peligro. En otros tiempos se incitaba a los
cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a
negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de
la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora,
presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le
advierte” (San Agustín). En “El Señor de los Anillos” un protagonista,
Gollum, tiene en su poder “el anillo” que da poderes, pero quien se lo pone
corre un gran peligro, pues queda por él dominado. No es fácil sustraerse a
esos poderes y a ese dominio, pues la codicia lleva a ponerse el anillo, hay
una especial atracción en ello. Es entonces cuando el hombre, imagen de
Dios, que es libre, se rebaja hasta convertirse en esclavo de los demás.
Moisés en solidaridad con sus hermanos, rezando por los pecadores,
es imagen de Jesús, que intercede por todos los pecadores... Cuaresma es
un tiempo en el que la plegaria de los fieles tiene una oración específica por
los pecadores, pues nosotros también nos identificamos con Jesús en este
punto. En la Postcomunión pedimos: « Que esta comunión, Señor, nos
purifique de todas nuestras culpas, para que se gocen en la plenitud
de tu auxilio quienes están agobiados por el peso de su conciencia ».
¿Cómo va el espíritu de reparación? ¿Desagravio a Dios por los que veo que
se portan mal? ¿Intento ayudar a los demás, a salir de las esclavitudes en
las que se encuentran? “Te ruego, Señor, en nombre de todos los hombres
pecadores. Yo soy uno de ellos, me conozco. Sé también muy bien que
muchos están como pegados, ligados a sus hábitos de injusticia, de
egoísmo, de impureza, de orgullo, de desprecio, de violencia... ¡nuestros
ídolos! y Tú, Señor, quieres liberarnos de todo esto, darnos la auténtica
libertad: ¡de tal manera quieres el bien de la humanidad! Sé que Tú
perdonas. Que esperas nuestras intercesiones, nuestras plegarias. Ten
piedad de nosotros” (Noel Quesson).
El diálogo entre Yahvé y Moisés es entrañable. Después del pecado
del pueblo, que se ha hecho un becerro de oro y le adora como si fuera su
dios (pecado que describe muy bien el salmo de hoy), Yahvé habla a
Moisés, que intercede ante Dios en defensa de su pueblo. Es una llamada a
hacer oración, a que nosotros también hablemos con Dios, como Moisés,
que es imagen de Jesús, el único que conoce al Padre, que habla cara a
cara con Él.
3. « En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de
fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come
hierba. Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios
en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos en el Mar Rojo.
Dios hablaba de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la
brecha frente a Él, para apartar su cólera del exterminio. Acuérdate
de nosotros por amor a tu pueblo ».
Llucià Pou Sabaté