Comentario al evangelio del Miércoles 13 de Marzo del 2013
El evangelista Lucas nos narra que cuando fueron a presentar a Jesús al templo, de niño, el sacerdote
advirtió a los padres: “Mirad. Este está puesto para que en Israel muchos caigan o se levanten. Será
una señal de contradicción”.
Jesús es bandera discutida. En este evangelio de hoy así se nos vuelve a mostrar. Ante él todo se
polariza y se posiciona. Su mensaje y su Palabra, hoy como ayer, produce el mismo efecto cuando se
escucha con apertura de corazón.
La Iglesia, custodia de esta Palabra, quiere anunciar también esta Buena Noticia. Quien ve a Jesús, ve
al padre. Él es testigo de algo más grande. Nosotros, sus seguidores, también queremos formar parte de
esta cadena. La Iglesia quiere ser bandera y signo en el mundo de la presencia de Jesús, para conducir
al hombre y la mujer de hoy al encuentro con ese Dios padre y madre que se nos ha manifestado como
Amor en el rostro de Jesús.
Los ojos del mundo siguen puestos hoy en el Vaticano. ¿Qué esperar del nuevo Pedro? ¿Qué esperar
de esta Iglesia?
Quizá no haya nada demasiado nuevo que esperar. O mejor dicho, quizá más bien lo que cabe esperar
es que lo de siempre se haga nuevo. No puede ser de otra forma: la Iglesia tiene que ser fiel a lo que ha
sido siempre y ha de intentar plasmarlo en las condiciones en las que viven los hombres y las mujeres
de hoy. Es la síntesis del doble principio renovador del Concilio Vaticano II: volver a Jesús y adaptarse
a los tiempos.
Quizá la gente, en definitiva, no espere sino simplemente que la Iglesia no deje que se rompa nunca esa
cadena del testimonio: que en ella se pueda ver hoy reflejado a Jesús, que es, en definitiva, el rostro del
Padre.
Con afecto,
Fernando Prado, cmf.
Fernando Prado, cmf