MISERABLE Y MISERICORDIA
Padre Javier Leoz
¡Qué distintos los pensamientos de Dios a los que nosotros tenemos! ¡Qué distintas
nuestras miradas, sobre el mundo o sobre las personas, a las que Dios posee! ¿Por
qué será?
1.- Nuevamente, en total sintonía con aquella impresionante parábola del Hijo
Pródigo que, el domingo pasado contemplábamos, escuchamos el relato evangélico
de este cuarto domingo de cuaresma: la misericordia de Dios es tremenda,
infinitamente inalcanzable. ¿Cuándo entenderemos que, el Señor, tiene corazón de
padre, manos que acogen y ojos con los que, siempre, mira con amor?
Una vez más, camino de la Semana Santa, Jesús –Hombre y Dios- nos va
mostrando con más nitidez y con asombrosas pistas el rostro auténtico del Padre:
aborrece el pecado pero ama al pecador. Poco le importan las historias pasadas de
aquella mujer. Para el Señor, el momento presente, es lo más esencial. Y, lo más
deleznable, aquellos que sin tener potestad para ello, se erigen en jueces de los
defectos de los demás.
Es necesario, por supuesto, una autocrítica. Preguntarnos hasta qué punto, nuestra
vida cristiana, se encuentra un tanto adulterada. Pero, no es menos cierto, que
también estamos llamados a ser comprensivos con los demás y, por supuesto, a ser
conscientes de que –si nosotros tenemos alguna que otra cicatriz abierta en nuestra
carne- también los demás pueden tenerla ¿O no?
2.- En la quinta estación del vía crucis contemplamos a Simón de Cirene ayudando
a llevar la cruz. Esa debe ser la actitud nuestra cuando, a nuestro paso, discurren
situaciones que nos pueden parecer llamativas o pecaminosas. De nada sirve
airearlas, publicarlas. ¿No sería mejor ayudar? A aquellos escribas les importaba un
bledo la vida de aquella mujer (entre otras cosas porque sabían perfectamente que
el adulterio ya estaba sentenciado de antemano sin necesidad de recurrir a Jesús).
Pretendían una excusa para coger fuera juego al Señor. En definitiva, para dejarlo
al descubierto. No lo consiguieron.
Muchas veces, queriendo o sin querer, con verdad o sin ella, podemos hundir a
muchas personas; sentenciarlas o enterrarlas en vida. El morbo, y más con los
poderes mediáticos llamando a nuestra puerta, se convierte en algo muy apetitoso
pero también muy perjudicial para la salud pública y para la paz social.
Que nosotros, como cristianos, busquemos siempre lo que Jesús ofreció a esta
mujer, su compasión y comprensión. Qué bien lo expresa San Agustín “Sólo dos
quedan allí: la miserable y la Misericordia”. Qué bien nos vendría una reflexión al
hilo de este tiempo cuaresmal: ¿Cómo nos posicionamos frente a los defectos de los
demás, cómo jueces o como personas que saben comprender y arrimar el hombro?
3.- Todos los cardenales, con motivo de la elección del nuevo Papa, nos orientaban
en esa misma dirección durante esta semana: ¡Hay que presentar el rostro de la
misericordia de Dios a nuestro mundo!
Que el Año de la Fe nos haga redescubrir, potenciar, cuidar y valorar aquello de: no
anteponer a la bondad del corazón los juicios que destruyen a las personas.
4.- AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A no dejarme llevar por mis juicios,
interesados, duros y excesivamente crueles.
A observar, no tanto los aspectos negativos,
cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.
AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A no conspirar ni levantar castillos
en las ruinas sufrientes de tantos hermanos
A no señalar defectos e historias pasadas
que, entre otras cosas,
sólo sirven para causar sensación o daño
AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A ser prudente, como Tú lo fuiste
con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva
ante tu forma de mirarle y corregirle
AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A ver el lado bueno de las personas
A no recrearme con el sufrimiento ajeno
A no ser altavoz de calumnias y mentiras
A ser hombre y no jugar a ser juez
AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
A no manipular ni airear
las cruces de las personas que las soportan
A no enjuiciar ni condenar
los defectos de tantos próximos a mi vida
A no hacer estandarte ni burla
de los que están hundidos en sus miserias
AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ, SEÑOR
Para que, frente a la mentira, reine la verdad
Para que, frente a la condena, brille tu misericordia
Para que, frente a la burla, salga la comprensión
Para que, frente a la humillación, despunte la bondad