Domingo de Ramos en la Pasión del Señor del ciclo C.
Jesús murió para que comprendamos que nos ama, y concedernos la vida
eterna.
Ejercicio de lectio divina de LC. 22, 14-23, 56, el Evangelio de la Misa del día del
Domingo de Ramos.
1. Oración inicial.
Estimados hermanos y amigos:
Dado que el Evangelio de la Misa del Domingo de Ramos es muy largo para ser
meditado profundamente, os propongo que lo consideremos, fijándonos en todos
los personajes intervinientes en el relato de la Pasión y muerte de Jesús, para que
podamos ver a cuál de ellos nos asemejamos, a la hora de actuar.
Olvidemos nuestras ocupaciones y preocupaciones mientras meditamos la Pasión
y muerte de Jesús, y contemplemos al Señor, mientras le agradecemos, el bien que
ha hecho, en nuestro beneficio.
Al participar en la procesión de los ramos, hemos acompañado a Jesús en su
entrada triunfal a Jerusalén, recordando que nuestra vida es una peregrinación,
cuya meta, es la consecución, de la purificación, y la santificación.
Jesús se nos entrega cuando lo recibimos en la Eucaristía, y, cuanto más le
manifestamos nuestra fe, más nos posibilita, para que podamos seguirle, por medio
del estudio de su Palabra, la aplicación a nuestra vida de todo lo que aprendemos
por medio de la realización de obras de caridad, y la práctica de la oración.
Jesús no solo se nos entrega en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad para
ayudarnos a crecer espiritualmente, pues también lo hace, para que nos
entreguemos a Él, sirviéndolo en nuestros prójimos los hombres. Si queremos
comprender el valor de la entrega de Jesús a sus enemigos para redimirnos,
debemos servir a quienes tienen carencias espirituales y materiales,
desinteresadamente.
Acompañemos a Jesús cuando concluya su preparación a padecer para
demostrarnos su amor, cuando ore en el monte de los Olivos. Recuperemos la
capacidad de asombrarnos, cuando veamos orando, no al Dios justiciero que desea
vengarse de sus enemigos, sino al Hombre débil, que tiene miedo de no poder
soportar sus padecimientos, y que teme por los padecimientos de sus creyentes de
todos los tiempos, y a pesar de ello no se niega a realizar su misión, porque tiene la
certeza, de que no es un fracasado, y sabe que, a través del lento paso de los
siglos, adquirirá para Sí un pueblo fiel, del que recibirá tanto amor, que se sentirá
recompensado, por haber padecido, por la multitud de sus hermanos.
Detengámonos con Jesús para orar en el monte de los Olivos, pensando en
nuestros miedos y cobardías, y en el incumplimiento de los deberes que a veces
nos caracteriza.
Oremos con Jesús en el monte de los Olivos, presentándole al Señor, las diversas
dificultades, que caracterizan nuestra vida.
Acompañemos a Jesús cuando lo juzguen los judíos. Si no nos duelen las
blasfemias que serán pronunciadas contra Nuestro Salvador, ello sucede, porque
nuestra fe es débil, y no se la damos a conocer a nuestros prójimos, ni nos importa
que parezca estar extinguiéndose de nuestro entorno social. Que el juicio injusto a
que fue sometido Nuestro Redentor, nos conciencie de la necesidad existente en el
mundo, de que proclamemos nuestra fe universal.
Jesús sufrió muchas humillaciones antes de morir. Pilato quiso responsabilizar a
Herodes de su muerte, -lo cual le sirvió para recuperar la amistad del citado
tetrarca-, y Herodes se lo devolvió a Pilato intentando que el Señor se creyera
demente, para agradecerle al yerno de Tiberio, el gesto que tuvo con él, de
reconocer su poder. Quizás nos parecemos a Herodes y a Pilato, porque hemos
reducido la religión a una serie de formalismos sociales, de manera que utilizamos a
Nuestro Dios, al mismo tiempo que renegamos de Él.
Acompañemos a Jesús al monte Calvario, llevando nuestras cruces, y los
padecimientos de quienes sufren por cualquier causa, para pedirle al Señor que nos
santifique a todos, porque no queremos salvarnos individualmente, sino, en racimo.
Cuando escenifiquemos mentalmente la crucificción de Jesús, recordemos que en
la cruz del Mesías han sido clavados nuestros miedos y pecados, y dispongámonos
a morir a nuestras imperfecciones, para que, cuando Jesús concluya la plena
instauración de su Reino entre nosotros, podamos resucitar a una vida nueva, en
que no exista el mal.
Cuando Jesús sea sepultado, no pensemos que la misión de Nuestro Salvador ha
fracasado, y concienciémonos de que debe ser llevada a cabo por el Espíritu Santo,
y por nuestra mediación.
Oremos:
Consagración al Espíritu Santo
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que
os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno
de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi
Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre
dócil a vuestras santas inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de
vuestro amado Jesús.
Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo
Santificador. Amén.
(Desconozco el autor).
Oración al Espíritu Santo.
Espíritu Santo, amor que procedes del Padre y del Hijo, y que con ellos recibes
una misma adoración y gloria: Ayúdanos a comprender que necesitamos sentirnos
amados y protegidos por Dios, y a comprender que, servir a quienes necesitan
nuestras dádivas espirituales y materiales, es la única forma que tenemos, de
demostrar que te amamos.
Espíritu Santo, aliento divino que nos das la vida: Quema nuestras impurezas con
tu fuego, y haznos imitadores de tu divina caridad.
Espíritu Santo, amor del Dios ante quien somos pequeños: Enséñanos a ser
humildes, para que podamos vivir en la presencia de Nuestro Santo Padre.
Espíritu Santo, amor del dios para quien no hay nada imposible: Haz de nuestra
tierra un paraíso de luz en que la humanidad pueda encontrar la plenitud de la
felicidad, más allá de las razones por las que los hombres sufren. Amén.
(José Portillo Pérez).
2. Leemos atentamente LC. 22,14-23,56, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14-23, 56
He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de
padecer
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ —«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de
padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el
reino de Dios.»
C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
+ —«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde
ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»
Haced esto en memoria mía
C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
+ —«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria
mía.»
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
+ —«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
vosotros.»
¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre!
+ —«Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque
el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!»
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quien de ellos podía ser el que iba a
hacer eso.
Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve
C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como
el primero. Jesús les dijo:
+ —«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se
hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre
vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que
está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os
transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi
mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.»
Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos
C. Y añadió:
+ —«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo.
Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da
firmeza a tus hermanos.»
C. Él le contestó:
S. —«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»
C. Jesús le replicó:
+ —«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas
negado conocerme.»
Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito
C. Y dijo a todos:
+ —«Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»
C. Contestaron:
S. —«Nada.»
C. Él añadió:
+ —«Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no
tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que
cumplirse en mí lo que está escrito: "Fue contado con los malhechores." Lo que se
refiere a mí toca a su fin.»
C. Ellos dijeron:
S. —«Señor, aquí hay dos espadas.»
C. Él les contestó:
—«Basta.»
En medio de su angustia, oraba con más insistencia
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los
discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ —«Orad, para no caer en la tentación.»
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba,
diciendo:
+ —«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya.»
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia,
oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de
sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró
dormidos por la pena, y les dijo:
+ —«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas,
uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ —«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. —«Señor, ¿herimos con la espada?»
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino, diciendo:
+ —«Dejadlo, basta.»
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales
del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ —«¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario
estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra
hora: la del poder de las tinieblas.»
Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo
sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio,
se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
S. —«También éste estaba con él.»
C. Pero él lo negó, diciendo:
S. —«No lo conozco, mujer.»
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. —«Tú también eres uno de ellos.»
C. Pedro replicó:
S. —«Hombre, no lo soy.»
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. —«Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro contestó:
S. —«Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le
echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había
dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo
afuera, lloró amargamente.
Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?
C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. Y,
tapándole la cara, le preguntaban:
S. —«Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín
C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes
y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. —«Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les contestó:
—«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder. Desde
ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso.»
C. Dijeron todos:
S. —«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les contestó:
+ —«Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. —«¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído
de su boca.»
C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
S. —«Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y
oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías
rey.»
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le contestó:
+ —«Tú lo dices.»
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción
de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos
días.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que
quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo
un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes,
con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato,
porque antes se llevaban muy mal.
Pilato entregó a Jesús a su arbitrio
C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les
dijo:
S. —«Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta
que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha
remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré.»
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
S. —«¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un
homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos
seguían gritando:
S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Él les dijo por tercera vez:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que
merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo
el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había
metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía
del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y
lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ —«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos,
porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres
que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a
decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos";
porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ —«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
Éste es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S. —«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de
los judíos.»
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro le increpaba:
S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es
justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en
nada.»
C. Y decía:
S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
C. Jesús le respondió:
+ —«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la
media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y
Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ —«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:
S. —«Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo
que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo
habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado
C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no
había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de
Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a
pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en
un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían
acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban
su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron
reposo, conforme al mandamiento".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 22, 14-23, 56.
3-1. La última Cena de Jesús con sus discípulos.
3-1-1. La Pascua judía, el Cordero de Dios, y la Pascua cristiana.
La Pascua judía conmemoraba el episodio bíblico de la liberación de los hebreos
de la esclavitud de Egipto. Recordemos que los hebreos cenaron un cordero la
noche en que aconteció su liberación, con cuya sangre fueron manchados los
dinteles de las puertas de sus casas, lo cual los libró del exterminio de los
primogénitos, que padecieron los egipcios.
Jesús es el Cordero de dios que quita el pecado del mundo (CF. JN. 1, 29). Jesús
derramó su Sangre con el fin de que los miembros de su pueblo no fueran
condenados por causa de sus pecados. Esta es la causa por la que los cristianos
celebramos la Pascua, ya que Jesús, por medio de su Pasión, muerte y
Resurrección, nos concedió la vida eterna.
3-1-2. Jesús deseó cenar con sus amigos antes de padecer.
"Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo: "Con ansia
he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que
ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios"" (LC.
22, 14-16).
Jesús deseó celebrar su última Pascua con sus amigos íntimos antes de padecer,
no solo para recordar que tal como fueron liberados sus antepasados de la
esclavitud de Egipto, Él vencería a la muerte, pues también lo hizo, para instaurar
la celebración, de la Pascua cristiana. La Pascua judía es un símbolo de la Pascua
cristiana. Los seguidores de Jesús, en vez de celebrar la liberación de los esclavos
hebreos, celebramos el hecho de que Jesús, por su Pasión, muerte y Resurrección,
nos ha hecho hijos de Dios.
Jesús les dijo a sus Apóstoles que no comería más la Pascua, hasta que halle su
cumplimiento, en el Reino de dios. Sin duda alguna, el Señor tenía en mente el
banquete escatológico, que será celebrado, cuando concluya la plena instauración,
de su Reino, entre nosotros.
3-1-3. Vivamos haciendo el bien, mientras esperamos que Jesús concluya la
plena instauración del Reino de Dios, entre nosotros.
"Tomó luego una copa, dio gracias y dijo: "Tomad esto y repartidlo entre
vosotros; porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de
la vid hasta que llegue el Reino de Dios"" (LC. 22, 17-18).
Jesús le dio gracias al Padre por el vino que repartió entre sus fieles seguidores,
ya que, esa bebida, debía disponerlos a vivir sirviéndose recíprocamente, al mismo
tiempo que fortalecía la fe de quienes apenas creían en el Señor, y evangelizaban a
los paganos.
¿Son nuestras parroquias casas en las que compartimos alegrías, necesidades y
tristezas con nuestros hermanos de fe, o no conocemos a la gente con que
celebramos el culto divino?
Contagiémosles nuestra alegría y generosidad cristianas a quienes creen en Dios,
y a quienes no lo aceptan.
Compartamos nuestros dones espirituales y materiales con quienes los necesitan,
mientras aguardamos la plena instauración del Reino de Dios en el mundo.
3-1-4. Diversas interpretaciones de las diferentes denominaciones cristianas del
gesto que hizo Jesús al repartirles a sus Apóstoles el pan y el vino.
1. Jesús convirtió el pan y el vino que les dio a sus Apóstoles en su Cuerpo,
Sangre, alma y Divinidad. Aunque el pan y el vino permanecen invariables después
de ser consagrados en las celebraciones eucarísticas, Jesús se hace presente en las
especies eucarísticas, según lo manifiesta la fe católica.
2. El pan y el vino no se convierten en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la
Divinidad de Cristo, pero representan a Nuestro Señor, y, por tanto, son un
recordatorio, de Nuestro Salvador.
Aunque no es este el momento de recurrir a la Apologética para demostrar la
veracidad de que el Señor se nos entrega en las celebraciones eucarísticas como
alimento espiritual, todos los cristianos de las diferentes denominaciones
existentes, coincidimos en que la última Cena de Jesús con sus Apóstoles,
conmemora la muerte de Nuestro Salvador en la cruz por nuestros pecados, y nos
recuerda la Parusía -o segunda venida- de Nuestro Salvador, que acontecerá, al
final de los tiempos.
3-1-5. Celebremos la Cena del Señor, para recordar cómo nos redimió Nuestro
Salvador.
"Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Éste es mi cuerpo
que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío" (LC. 22, 19).
Al celebrar la Cena del Señor, recordamos cómo nos redimió Nuestro Salvador, y
que aún contamos con su amistad. Aunque Jesús concluyó su tribulación, resucitó
de entre los muertos, y ascendió al cielo, Nuestro Señor intercede ante Nuestro
Santo Padre, por quienes creemos en Él.
La celebración de la Cena del Señor, nos recuerda que, tal como Jesús se nos
entrega como pan que se parte y se comparte entre los creyentes, debemos
servirlo, extinguiendo las carencias espirituales y materiales de creyentes y no
creyentes, en conformidad con nuestras posibilidades, pues ello nos ayudará a
sentir que, conforme crecemos espiritualmente, experimentamos la vida de la
gracia, lo cual nos ayudará, a ser buenos operarios, en la viña del Señor.
3-1-6. La Eucaristía es el más valioso de todos los sacrificios.
"De igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la
nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros" (LC. 22, 20).
En el tiempo del Antiguo Testamento, los judíos que querían que les fueran
perdonados sus pecados, debían sacrificar animales, en el Templo de Jerusalén.
Tales sacrificios, simbolizaban el sacrificio de Jesús, dado que, los pecados solo
pueden ser perdonados, por medio del derramamiento, de la Sangre de Jesús, en la
cruz.
Dado que tal como nos sucede a los cristianos, los judíos incurrían con cierta
frecuencia en los mismos pecados, debían repetir los citados sacrificios muchas
veces, pero, aunque los cristianos cometamos los mismos pecados muchas veces,
Jesús no debe volver a sacrificarse por nosotros, porque su expiación por nuestras
culpas, tiene valor infinito, porque no fue un hombre cualquiera quien nos redimió,
sino el Unigénito de dios.
3-1-7. La mano del traidor.
""Mirad, la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa. Porque el
Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien
es entregado!" (LC. 22, 21-22).
Aunque San Lucas no cita el nombre del traidor mencionado por Jesús, los Santos
Marcos y Juan sí lo hacen en sus Evangelios. Tal traidor era Judas de Iscariote, -
uno de los Doce-. Jesús advirtió a Judas de lo que iba a sufrir por traicionarlo, no
porque iba a ser castigado, sino porque, al rechazar al Señor, se despreció a sí
mismo. Si después de reflexionar sobre el amor que Dios siente por nosotros,
perdemos la fe, también renunciaremos a la consecución de la plenitud de la
felicidad.
¿Por qué traicionó Judas a Jesús? Es probable que Judas estuviera relacionado
con los sicarios que se armaban para luchar contra los romanos para conseguir la
independencia de Israel. Judas, sabiendo que Jesús tenía gran facilidad para
conmover a las multitudes, quiso que el Señor se viera acosado de muerte, para
que reaccionara, y constituyera un ejército, para enfrentarse a los invasores. Si
esta hipótesis es cierta, el citado seguidor de Jesús debió sentirse muy frustrado,
cuando Jesús, además de no ceder a su pretensión, se dejó asesinar. Esta es la
causa por la que intentó comprar su libertad, apelando a la Ley que les permitía
recuperar sus propiedades a quienes las vendían, si se arrepentían de ello, un
tiempo prudencial después, de haber realizado, las transacciones comerciales.
¿Somos seguidores de Jesús porque queremos obligar al Señor a que lleve a cabo
nuestras aspiraciones, a cambio de asistir a ciertas celebraciones cultuales, y de
realizar sacrificios, que no nos suponen grandes esfuerzos?
3-1-8. El deseo de poder de los Apóstoles.
"Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer
aquello.
Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor. Él
les dijo: "Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que
ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores; pero no así vosotros,
sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el
que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el
que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (LC.
22, 23-27).
Dado que estaba por acontecer el fallecimiento de Jesús, los Apóstoles querían
saber cuál de ellos sucedería al Mesías, para gobernar la comunidad de creyentes.
Quienes desean ser importantes, deben gozar de poder, riquezas y prestigio. Los
cristianos no debemos desear dominarnos unos a otros, sino convertir el poder que
se nos conceda en autoridad, para servir a nuestros subordinados, y debemos
compartir nuestras riquezas, con quienes tienen más necesidad de las mismas. Con
respecto a nuestro prestigio, debemos preocuparnos por el hecho de que el mundo
vislumbre la iluminación y la acción de dios en nuestras palabras y obras, sin que el
hecho de que se nos critique o no se nos comprenda, perjudique la realización de
nuestros deberes cristianos.
Independientemente de que ejerzamos nuestro liderazgo cristiano mediante las
actividades administrativas que llevemos a cabo, las relaciones que promovamos, o
la pronunciación de bellos y eficientes discursos, no olvidemos que necesitamos
tener corazones humildes, con tal de que no troquemos el deber de servir a
nuestros subordinados, por el deseo de vivir lujosamente, a costa de los tales.
Jesús quiere que el mayor entre nosotros sea como el más joven (CF. LC. 22,
26), es decir, que, quienes son poderosos, sean como los más humildes de sus
subordinados. La grandeza de los hijos de dios, es la consecuencia directa, de su
capacidad de servir a Dios, en sus prójimos los hombres.
3-1-9. Jesús premia la fidelidad de sus seguidores.
""Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi
parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para
que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a
las doce tribus de Israel" (LC. 22, 28-30).
Jesús ha dispuesto un Reino para quienes lo sirven desinteresadamente en sus
prójimos los hombres, y les dará potestad a sus Apóstoles, para que juzguen al
pueblo de Israel cuando acontezca el Juicio Universal, sentados en doce tronos.
¿Creemos en Jesús porque esperamos el cumplimiento de la promesa de vivir en
un mundo en que no exista el mal, o solo seguimos al Señor, añorando poder,
riquezas y prestigio?
3-1-10. Pedro fue zarandeado -o cribado- como el trigo.
""¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo;
pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto,
confirma a tus hermanos." Él dijo: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la
cárcel y la muerte." Pero él contestó: "Te digo, Pedro, que antes de que hoy cante
el gallo habrás negado tres veces que me conoces"" (LC. 22, 31-34).
Pedro era muy impetuoso, y confiaba más en sí mismo, que en Dios. Dado que, al
ser un hombre común, dicho Apóstol del Señor era frágil, cuando temió por su vida,
se le debilitó la fe.
Existen situaciones en que el demonio nos zarandea como si fuéramos trigo,
porque sabe que en nuestro espíritu, hay mucha paja. La debilidad y el temor a
fracasar nos acechan, y tenemos la impresión de no poder liberarnos de la presión
que ejercen sobre nosotros, lo cual nos hace olvidar que, tal como le sucedió a
Pedro, Jesús ora por nosotros incesantemente, para que nuestra fe no desfallezca
(CF: LC. 22, 32).
Cuando sintamos que nos dejamos liberar por el Señor de nuestros temores,
cobardías y pecados, confirmemos a aquellos de nuestros hermanos que tienen una
fe más débil que la nuestra. Actuemos como los drogodependientes que, cuando
están por terminar el tratamiento de su adicción, reciben la orden de ayudar a
quienes inician su tratamiento, para que recuerden lo que les costó superar su
situación de adictos, para que ello les sirva, para no volver a drogarse.
La negación de Pedro fue para Jesús más dolorosa que la traición de Judas, por
cuanto el Señor tenía al primero como amigo, y al segundo como enemigo. A pesar
de ello, Pedro fue perdonado porque se arrepintió de lo que hizo, y confió en ser
digno de recibir el perdón divino. Judas se arrepintió de su pecado, y, en vez de
pensar que Jesús lo podía perdonar, se mortificó pensando en la maldad del acto
que llevó a cabo, y por ello tomó la trágica decisión de suicidarse.
Cuidemos de que los sentimientos de culpa no nos afecten mucho de manera que
sintamos que somos pecadores irremisibles, y por ello creamos que no recibiremos
el perdón divino, por la obstinación de creer que no lo merecemos.
3-1-11. Jesús nos insta a no perder la fe cuando vivamos circunstancias
dolorosas.
"Y les dijo: "Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?"
Ellos dijeron: "Nada." Les dijo: "Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo
mismo alforja, y el que no tenga, que venda su manto y se compre una espada.
Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: Ha sido
contado entre los malhechores. Porque lo que se refiere a mí toca a su fin." Ellos
dijeron: "Señor, aquí hay dos espadas." Él les dijo: "Basta"" (LC. 22, 35-38).
Jesús les dijo a sus amigos que, a partir del día en que iniciaran su actividad de
predicación, no debían trabajar sin medios para subsistir y defenderse de posibles
peligros, tal como lo hicieron durante los años que se prolongó el Ministerio del
Señor, en las ocasiones que hicieron viajes que se prolongaron durante varios días
o semanas. Desde el día de Pentecostés en adelante, los predicadores debían
proveerse alimentos, ropa, dinero y una espada, para sobrevivir a los ataques y
persecuciones, de que serían víctimas.
Cuando los Apóstoles de Jesús le dijeron al Señor que tenían dos espadas para
defenderlo, Jesús les dijo: "¡Basta!" (CF. LC. 22, 38), indicando que las mismas les
eran suficientes, o que habían hablado suficientemente de ese tema, en otras
ocasiones, y que por ello no debían seguir tratándolo, porque debían ir al huerto de
los Olivos, a orar, para que pudiera iniciar, las amargas horas de su agonía.
3-2. Jesús oró en el huerto de los Olivos, y fue arrestado.
3-2-1. Oremos para no caer en tentación.
"Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos; los discípulos le
siguieron. Llegado al lugar les dijo: "Pedid que no caigáis en tentación"" (LC. 22,
39-40).
Dado que se acercaba el inicio de la Pasión de Jesús, el Maestro les pidió a sus
amigos que oraran, para que no cayeran en la tentación de huir, ni en la tentación
de negarlo. ¿No caerían los amigos del Señor en la tentación de sentirse engañados
una vez aconteciera la prisión y muerte del Mesías?
Dispongámonos a orar, porque también estamos expuestos a la tentación de
perder la fe, cuando pasamos mucho tiempo sin encontrar trabajo, cuando
padecemos una enfermedad dolorosa, y cuando se nos muere un ser querido.
3-2-2. Manifestémosle nuestro dolor al Señor.
"Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo:
"Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya"" (LC. 22, 41-42).
¿Se arrepintió Jesús de querer morir para demostrarnos su amor? Jesús no
renunció a su misión. El Señor le dijo al Padre en oración que tenía miedo de no
poder soportar las torturas a que iba a ser sometido. Jesús afirmó su decisión de
redimirnos por medio de su Pasión, muerte y Resurrección.
Expresémosle a Dios nuestros verdaderos sentimientos cuando suframos, y no
pretendamos hacernos los valientes ante nuestro Padre común, porque Él puede
leernos la mente, por lo cual, no podemos mentirle.
¿A qué copa hizo Jesús referencia en su oración? Jesús le habló al Padre de la
copa de la ira divina, cuyo contenido debía apurar, para cargar con el castigo
merecido, por los pecados de la humanidad. Algo peor para Jesús que soportar el
castigo merecido por la maldad de los hombres, fue sentirse desprotegido por el
Padre, a fin de que pudiera redimirnos.
Jesús sería contemplado por el Padre durante las horas que se prolongó su
agonía, pero no sería socorrido. Existen situaciones en que nos sentimos
desamparados por Nuestro Santo Padre, aunque nos diferenciamos de Jesús, en
que perdemos la fe. ¿Por qué Jesús no perdió la fe sabiendo que era necesario que
el Padre no le evitara la muerte, y nosotros, que sabemos que nuestros pecados y
debilidades han sido crucificados en la cruz del Señor, y que tenemos abierta la
puerta del cielo, tenemos dificultades para creer, en el Dios Uno y Trino?
3-2-3. Jesús sudó sangre.
"Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en
agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre
que caían en tierra" (LC. 22, 43-44).
Aunque Nuestro Padre celestial no podía socorrer a Jesús, le envió a un ángel
para que lo confortara, y, cuanto mayor era la agonía que vivía el Señor, oraba con
más fe y amor. ¿Somos capaces de mantener la fe cuando sufrimos, y de aumentar
nuestra dedicación a la oración, en conformidad con el aumento de nuestro
sufrimiento?
El sudor de Jesús se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra, lo
cual contribuyó a empeorar su estado físico, cuando fue azotado, antes de ser
crucificado. Jesús quería demostrarnos el amor del Padre celestial a nosotros, pero,
¿podría soportar las torturas de que iba a ser víctima?
La hemofilia es una enfermedad caracterizada por la deficiencia en los
mecanismos de coagulación de la sangre, lo cual causa el hecho de que las
hemorragias sean abundantes y difíciles de detener. Aunque no sabemos si Jesús
padeció tales hemorragias en otras ocasiones, lo cierto es que debió sentir un gran
pánico, para llegar a padecer las mismas.
3-2-4. el sueño de los Apóstoles, y la fe fingida de muchos cristianos.
"Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos
por la tristeza; y les dijo: "¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para
que no caigáis en tentación"" (LC. 22, 45-46).
El sueño de los Apóstoles de Jesús estaba justificado, porque pasaban muchas
horas sirviendo a la comunidad de creyentes, predicándoles a los incrédulos,
aprendiendo la Palabra de Dios, pensando en la Pasión y muerte de Jesús, y sobre
cómo afrontarían el futuro, cuando Jesús no estuviera con ellos.
Quizás muchas veces perdemos el tiempo haciendo cosas intrascendentes, y no
nos ocupamos de lo esencial, lo cual es trabajar para crecer espiritualmente, y
llevar a cabo nuestras tareas más ineludibles.
¿Fingimos estar dormidos cuando se nos presentan oportunidades de servir al
Señor, ya sea orando, o extinguiendo las carencias de nuestros prójimos los
hombres?
¿Somos conscientes de que muchos de nuestros hermanos carecen de la
preparación necesaria para servir al Señor, y de que ello los hace insensibles al
hecho de aceptar la llamada de Nuestro Dios a la conversión?
3-2-5. el beso de Judas, y los gestos externos carentes de significado, que
realizan muchos cristianos.
"Estaba todavía hablando cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de
los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso. Jesús le dijo:
"¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!"" (LC. 22, 47-48).
Los besos son gestos de saludo y de demostración de afecto en muchos países
del mundo, pero, en el caso de Judas, el beso fue, la señal de la traición.
¿Se han convertido nuestras prácticas religiosas en gestos vacíos y por tanto
carentes de significado?
Si nuestras prácticas religiosas no denotan una fe sincera o se convierten en un
mero espectáculo, traicionamos al Señor.
3-2-6. Los Apóstoles quisieron tomarse la justicia por sus manos.
"Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: "Señor, ¿herimos a
espada?" Y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja
derecha. Pero Jesús dijo: "¡Dejad! ¡Basta ya!" Y tocando la oreja le curó" (LC. 22,
49-51).
Obviamente, si los Apóstoles hubieran intentado defender a Jesús, los soldados
los hubieran reprimido rápidamente. Jesús no deseaba que nadie le impidiera morir
para demostrarnos que nos ama, ni que sus amigos fueran heridos. Jesús fue
detenido mientras que sus seguidores vieron atónitos cómo el Señor no se defendía
de sus detractores, pues les costaba entender, cómo el Unigénito del Dios
Todopoderoso, se dejaba maltratar, y se disponía a morir, siendo el Autor de la
vida.
3-2-7. Jesús defendió su inocencia ante los líderes religiosos de Israel.
"Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los
ancianos que habían venido contra él: "¿Como contra un salteador habéis salido con
espadas y palos? Estaba yo todos los días en el Templo con vosotros y no me
pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas""
(LC. 22, 52-53).
Los líderes religiosos no arrestaron a Jesús en el Templo de Jerusalén, para evitar
que sus seguidores se revelaran contra ellos. Esta fue la razón por la que lo
arrestaron a escondidas durante la noche, aprovechándose de que, la mayoría de
los seguidores del Mesías, estarían preparando la celebración de Pascua, sin ser
conscientes, de lo que le estaba sucediendo a su Maestro.
¿Somos conscientes de cómo muchos de nuestros hermanos pierden la fe?
¿Hacemos algo para evitar que nuestros hermanos cristianos dejen de creer en
Dios, o ello nos es indiferente?
Llegó la hora de los líderes religiosos de Israel y de Satanás, el príncipe de las
tinieblas. No permitamos que la pérdida de fe que caracteriza a mucha gente en
nuestro tiempo, invalide el sacrificio del Señor.
3-3. Jesús fue conducido al palacio de Caifás, el sumo sacerdote.
"Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo
Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos" (LC. 22, 54).
La residencia del sumo sacerdote era un palacio con muros exteriores que daban
a un patio, en que siervos y soldados, se calentaban, alrededor de un fuego.
Pedro seguía a Jesús desde lejos, para ver qué sucedía con el Señor. Dado que se
quedó en el patio calentándose con los siervos y soldados, podemos suponer que su
fe empezaba a debilitarse.
3-4. Las negaciones de Pedro.
"Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor;
Pedro se sentó entre ellos. Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le
quedó mirando y dijo: "Éste también estaba con él." Pero él lo negó: "¡Mujer, no le
conozco!" Poco después le vio otro y dijo: "Tú también eres uno de ellos." Pedro
dijo: "¡Hombre, no lo soy!" Pasada como una hora, otro aseguraba: "Cierto que
éste también estaba con él, pues además es galileo." Le dijo Pedro: "¡Hombre, no
sé de qué hablas!" Y en aquel mismo momento, cuando aún estaba hablando, cantó
un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras que le había
dicho el Señor: "Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces" y,
saliendo fuera, rompió a llorar amargamente" (LC. 22, 55-62).
Pedro pasó de ser un seguidor poco entusiasta de Jesús, a actuar como si se
hubiera arrepentido de haber seguido al Señor. ¿Se arrepintió Pedro de haber
seguido a Jesús? Obviamente, ello no llegó a suceder, pero actuó como si hubiera
acontecido, temiendo que lo encarcelaran, o que lo ejecutaran. ¿Hemos llevado a
cabo alguna acción de la que nos hayamos arrepentido por no haber sabido -o no
haber podido- controlar el miedo que nos caracterizó en un determinado momento
de nuestra vida?
Pedro no lloró amargamente solamente porque negó al Mesías, sino porque
traicionó al mejor de sus amigos, quien moldeó su carácter y su conducta, durante
tres años.
¿Somos excesivamente autosuficientes, como para pretender prescindir de dios?
¿Somos presumidos?
Pedro aprendió mucho de sus negaciones a Jesús, y ello le sirvió de gran ayuda,
para llevar a cabo la responsabilidad de gobernar la Iglesia, que asumió, a partir
del día de Pentecostés.
¿Hemos aprendido a ser buenos cristianos a partir de nuestras experiencias
negativas?
3-5. Jesús fue juzgado por los líderes religiosos de Israel.
3-5-1. Jesús fue abofeteado por los soldados, y juzgado por los líderes religiosos
de Israel.
"Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban. Y, cubriéndole
con un velo, le preguntaban: "¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?" Y le
insultaban diciéndole otras muchas cosas.
En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos
sacerdotes y escribas, le hicieron venir a su Sanedrín y le dijeron: "Si tú eres el
Cristo, dínoslo." Él respondió: "Si os lo digo, no me creeréis. Si os pregunto, no me
responderéis. De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra
del poder de Dios"" (LC. 22, 63-69).
Cuando Jesús dijo de Sí que es el Hijo del hombre, hizo referencia al siguiente
extracto, de la Profecía de Daniel:
"Yo seguía contemplando en las visiones de la noche:
Y he aquí que en las nubes del cielo venía
como un Hijo de hombre.
Se dirigió hacia el Anciano
y fue llevado a su presencia.
A él se le dio imperio,
honor y reino,
y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno,
que nunca pasará,
y su reino no será destruido jamás" (DN. 7, 13-14).
Los versículos de la Profecía de Daniel que estamos recordando, hacen referencia,
a la plena instauración del Reino de dios, en el mundo. el Profeta afirmó que el Hijo
del hombre (Jesús) apareció entre las nubes, porque las tales son símbolos de la
presencia de Dios, así pues, recordemos cómo Dios condujo a los israelitas a través
del desierto en una columna de nube, y cómo Nuestro Santo Padre se manifestó en
la Transfiguración de Jesús, por medio de una nube.
El anciano de días mencionado por Daniel, es Dios Padre, pues la ancianidad
representa una gran sabiduría.
3-5-2. Jesús es Dios.
"Dijeron todos: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?" Él les dijo: "Vosotros lo
decís: Yo soy"" (LC. 22, 70).
Cuando Jesús dijo: "Yo soy", sus enemigos recordaron, el siguiente versículo del
Éxodo, en que Dios le manifestó su Nombre a Moisés:
"Siguió Dios diciendo a Moisés: «Así dirás a los israelitas:
Yahveh (el que es, de donde puede entenderse: "Yo soy"), el Dios de vuestros
padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a
vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en
generación"" (ÉX. 3, 15).
3-5-3. Jesús fue condenado acusado de blasfemia.
"Dijeron ellos: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo
hemos oído de su propia boca?"" (LC. 22, 71).
Dado que Dios es espiritual, los judíos consideraban que no podía tener
descendientes. La blasfemia es un pecado que cometen quienes pretenden ser Dios,
o atacan, de cualquier forma, su autoridad y Majestad. Los judíos castigaban la
blasfemia con la pena de muerte, y Jesús les dio la evidencia que estaban buscando
para ejecutarlo, dado que no creían que el Mesías es Hijo de dios, y que, por ello,
también es Dios.
3-6. Las autoridades judías quisieron que Pilato confirmara la sentencia de Jesús
a muerte.
3-6-1- Las falsas acusaciones que fueron presentadas ante Pilato respecto de
Jesús.
"Se levantaron todos ellos y le llevaron ante Pilato. Comenzaron a acusarle
diciendo: "Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo
pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo rey." Pilato le preguntó: "¿Eres tú
el rey de los judíos?" Él le respondió: "Sí, tú lo dices." Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la gente: "Ningún delito encuentro en este hombre." Pero ellos
insistían diciendo: "Solivianta al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea, desde
Galilea, donde comenzó, hasta aquí"" (LC. 23, 1-5).
A la mayoría de los líderes religiosos que juzgaron a Jesús les bastaba el hecho
de suponer que el Mesías era un blasfemo para condenarlo a muerte, pero Israel
estaba sometido a Roma, y las autoridades imperiales no autorizaban a tales líderes
a dictar ninguna condena a muerte, sin que la misma fuera ratificada por las
autoridades romanas. Dado que la pronunciación de blasfemias contra el Dios de
los judíos no era un hecho merecedor de la pena capital para los romanos, los
enemigos del Señor, tuvieron que inventar excusas, las cuales justificaran, la
ejecución de su víctima. Tales excusas fueron la falsa incitación de Jesús al pueblo
para que se negara a pagarles impuestos a sus dominadores, y su proclamación, no
como Rey mesiánico, sino como rey de Israel, pues los detractores de Jesús sabían
que, cualquiera que se proclamara rey sin que el Emperador le concediera tal
dignidad, era merecedor de la pena de muerte.
Pilato sabía perfectamente que Jesús era una víctima inocente de la envidia de
sus enemigos, pero como abusó del hostigamiento a los judíos instalando imágenes
en el Templo de Jerusalén, y adueñándose del dinero del Templo para construir un
acueducto, terminó dictando la sentencia a muerte del Señor, con tal de que los
jueces de Israel, no se quejaran ante sus superiores por causa de su gobierno, y
terminara siendo destituido del cargo que ocupaba.
¿Hemos abusado de quienes son más débiles que nosotros o los tenemos en
desventaja por cualquier circunstancia, para mantener la posición social que
ocupamos, o para mejorarla?
3-6-2. Pilato le remitió a Jesús a Herodes.
"Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. Y, al saber que era de la
jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también
en Jerusalén" (LC. 23, 6-7).
Pilato tenía la costumbre de liberar a los falsos mesías que los jueces de Israel le
presentaban para que los sentenciara a muerte, dejándolos escapar por la parte de
atrás del pretorio. El citado gobernador era consciente de que Jesús era inocente de
las acusaciones que fueron vertidas contra Él, y, en vez de liberarlo, decidió
remitírselo a Herodes, pensando que así no dictaría la sentencia de un inocente, y
que el pueblo vería al tetrarca de Galilea, como responsable de lo que sucediera con
el Nazareno.
3-7. Jesús le fue presentado a Herodes para que lo juzgara.
3-7-1. Herodes se burló de Jesús.
"Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que
deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba que hiciera algún signo en su
presencia. Le hizo numerosas preguntas, pero él no respondió nada. Estaban allí los
sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. Pero Herodes, con su
guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y
le remitió a Pilato" (LC. 23, 8-11).
Herodes, además de burlarse de Jesús, sometió al Señor a una gran humillación
al vestirlo elegantemente, demostrándole al Mesías, que ni siquiera era digno, de
ser juzgado por él. Tal burla le sirvió al citado tetrarca para remitirle a Jesús a
Pilato, con el veredicto de que encontró que era inocente, sin que, los líderes
religiosos de Israel, sospecharan que llegó a tal conclusión.
¿Hemos experimentado algún tipo de acoso?
Si hemos contestado la pregunta anterior afirmativamente, ¿cómo hemos
reaccionado ante tal situación?
Herodes y sus soldados se burlaron de Jesús, porque el Señor no les demostró, el
poder que sus seguidores le atribuían. El Señor sabía tan bien como sus enemigos
que iba a ser crucificado, pero se mantuvo firme hasta el final, con tal de llevar a
cabo, nuestra redención.
Cuando fui catequista de niños de primera Comunión, algunos de ellos me
decían: Si Dios existe, te quiere, y sabe que quieres que la gente conozca su
Palabra, ¿por qué no te cura los ojos? Yo les respondía que no podemos conocer la
razón por la que padecemos enfermedades, pero que podemos aprovecharnos de
ellas para aprender a ser mejores cristianos. La anécdota que he recordado, nos
hace pensar, que, dado que muchos de nuestros hermanos de fe dejan de creer en
Dios, quienes predicamos el Evangelio insistentemente, tenemos que tener muy
claras nuestras creencias, para que, el mundo, no nos haga perder la fe.
3-7-2. Herodes y Pilato se hicieron amigos.
"Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados"
(LC. 23, 12).
Herodes el Grande fue Rey de Israel, y, poco tiempo después de que falleciera, el
reino fue repartido entre sus cuatro hijos. Tales descendientes de Herodes, no eran
llamados reyes, sino tetrarcas, -es decir, gobernadores de la cuarta parte de una
región-. Diez años después de que falleciera Herodes el Grande, su hijo Arquelao
perdió su poder, y su territorio fue gobernado por gobernadores romanos, de entre
quienes Poncio Pilato fue el quinto. Las ventajas de Herodes sobre Pilato, consistían
en que era medio judío y descendiente de un rey designado por Roma, y, las
ventajas de Pilato sobre Herodes, consistían en que el poder le fue concedido por
Roma, por causa de la ineficacia de Arquelao. Las tensiones entre Herodes y Pilato
se disiparon el día en que Pilato sentenció a Jesús a muerte, porque Herodes
entendió que Pilato reconocía su poder, cuando, en realidad, lo que pretendió Pilato
al remitirle a Jesús a Herodes, no fue reconocerlo como tetrarca, sino quitarse una
molesta complicación, que Herodes le devolvió, paradójicamente, como
agradecimiento, al reconocimiento de su poder.
3-8. Pilato quiso librar a Jesús de la muerte.
"Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo:
"Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he
interrogado delante de vosotros y no he hallado en él ninguno de los delitos de que
le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues,
que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y le soltaré." [Pues debía
soltarles uno cada Fiesta" (LC. 23, 13-17).
Como Pilato sabía que Jesús era víctima de la envidia de sus enemigos, quiso
aprovecharse de la costumbre de liberar a un preso durante la fiesta de Pascua,
para librar al Mesías de la muerte. El escarmiento que Pilato le dio a Jesús consistió
en la flagelación, que San Lucas no describió en su Evangelio, dando por supuesto,
que, sus lectores sabían, en qué consistía.
3-9. Jesús fue torturado.
Jesús fue desnudado y sus manos fueron atadas a un poste. El Señor fue
flagelado con un triple látigo en cuyos extremos tenía pedazos de metal. El número
de latigazos que recibían los condenados a la flagelación estaba determinado por la
severidad de los crímenes que cometían. No sabemos cuántos latigazos recibió el
Señor, pero los Santos Mateo y Marcos describen en sus Evangelios otras torturas
que siguieron a la flagelación. Jesús recibió puñetazos y bofetadas, y soportó las
burlas de los soldados. Posteriormente, pusieron una corona de espinas en las
sienes del Mesías, lo golpearon con una caña, le pusieron la túnica blanca, -lo cual
le dañó sus heridas, porque la tela de dicha prenda se adhirió a las mismas-, y lo
desnudaron, antes de crucificarlo.
3-10. Barrabás.
"Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: "¡Fuera ése, suéltanos a
Barrabás!" Éste había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por
asesinato. Pilato les habló de nuevo, con la intención de librar a Jesús, pero ellos
seguían gritando: "¡Crucifícale, crucifícale!" Por tercera vez les dijo: "Pero ¿qué mal
ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le
daré un escarmiento y le soltaré." Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que
fuera crucificado y arreciaban en sus gritos. Pilato sentenció que se cumpliera su
demanda. Soltó, pues, al que habían pedido, al que estaba en la cárcel por motín y
asesinato, y a Jesús se lo entregó a su deseo" (LC. 23, 18-25).
Barrabás fue uno de los instigadores de una rebelión contra las autoridades
romanas, los cuales cometieron un asesinato (MC. 14, 7). Barrabás significa "hijo
del padre", lo cual nos indica, que no sabemos quién era su predecesor. Barrabás
era un hombre desconocido, que participó activamente en una rebelión, y cometió
un crimen.
Tal como Barrabás incumplió la Ley de Roma, nosotros también incumplimos la
Ley de dios.
Barrabás podía haber muerto crucificado si los judíos le hubieran pedido a Pilato
que le concediera la libertad a Jesús. Del mismo modo, si Jesús no se hubiera
sacrificado para demostrarnos cómo nos ama Nuestro Padre común, no seríamos
hijos de dios.
3-11. Pilato se sintió forzado a dictar la sentencia a muerte de Jesús.
Pilato parecía disfrutar sembrando hostilidades entre los judíos. Quizás fue esta la
causa por la que fue amonestado por sus superiores. Él sabía que Jesús era
inocente, pero le convenía calmar a los líderes religiosos, para que los tales hicieran
que sus esbirros no provocaran una revuelta en Jerusalén, ya que la ciudad estaba
llena de peregrinos de todo el mundo, que fueron a la ciudad santa, a celebrar la
Pascua.
3-12. Camino del monte Calvario.
3-12-1. Simón de Cirene.
"Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del
campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús" (LC. 23, 26).
¿Cargó Simón de Cirene con la cruz de Jesús porque se compadeció del
condenado, o porque los soldados lo obligaron a ello? Aunque no podemos
responder esta pregunta, sabemos que Simón y sus hijos, se hicieron cristianos.
¿Actuamos como imitadores de Simón de Cirene al ayudar a quienes sufren a
cargar con sus cruces?
¿Hemos descubierto que el hecho de ayudar y consolar a los que sufren puede
ayudarnos a sobrellevar las dificultades que nos caracterizan?
3-12-2. Las mujeres de Jerusalén.
"Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban
por él. Jesús se volvió a ellas y les dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad
más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá:
¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no
criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las
colinas: ¡Sepultadnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se
hará?" (LC. 23, 27-31).
Antes de narrar la crucificción de Jesús en su Evangelio, San Lucas mencionó el
hecho que estamos considerando de que las mujeres de Jerusalén lloraran por el
Señor, considerando que, el incendio de Jerusalén provocado por los soldados de
Tito y Vespasiano el año 70, fue un castigo divino que recibieron los judíos, por no
haber reconocido, a Jesús como Mesías y Salvador.
Muchos judíos prefirieron morir entre las llamas que calcinaron la ciudad santa,
antes que entregarse a sus enemigos. En aquella situación, fueron vistas como
bienaventuradas las mujeres estériles que eran consideradas malditas por dios por
no haber tenido hijos, porque no tenían que lamentar, la muerte de su prole.
El leño verde del que nos habla San Lucas, es Jesús, y, sobre el significado del
leño seco, se ha debatido mucho, a lo largo de la historia. Para muchos expositores
bíblicos, tal leño seco, eran los judíos, que no creyeron en Jesús, y, para otros,
somos todos los habitantes de la tierra, que estamos expuestos a sufrir, por
cualquier causa. Si Jesús sufrió mucho, ¿cómo tendremos nosotros una vida sin
sufrimientos?
3-13. Jesús fue crucificado.
3-13-1. Jesús fue crucificado entre dos malhechores.
"Llevaban además a otros dos malhechores para ejecutarlos con él. Llegados al
lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha
y otro a la izquierda" (LC. 23, 32-33).
El monte de La Calavera -o el Gólgota-, era una colina que se hallaba en las
afueras de Jerusalén, junto a un camino principal, donde los romanos llevaban a
cabo ejecuciones públicas, para escarmiento de la gente.
3-13-2. Un lugar de honor.
Recordemos cómo los hijos de Zebedeo, le pidieron a Jesús, que les concediera
un lugar de honor a cada uno, en su Reino.
""Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu
izquierda"" (CF. MC. 10, 37).
Si queremos ser fieles seguidores de Jesús, no solo debemos estar preparados
para ser alabados por quienes podamos convertir al Señor, pues también debemos
estar dispuestos a sufrir por la causa del Señor, si con ello podemos dar testimonio,
de la fe que profesamos. Esta es la causa por la que San Pablo les escribió, a los
cristianos de Galacia:
"Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la
vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó
y se entregó a sí mismo por mí" (CF. GÁL. 2, 19b-20).
3-13-3. Jesús le pidió a Nuestro Santo Padre que perdonara a sus detractores.
"Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." Se repartieron
sus vestidos, echando suertes" (LC. 23, 34).
Aunque los soldados romanos debieron entender que Jesús le pidió a Nuestro
Santo Padre que perdonara la falta de profesionalidad de sus ejecutores, el Señor
oró por quienes lo condenaron y lo clavaron en la cruz, porque no sabían que Él es
el Enviado de Dios al mundo, para redimir a la humanidad.
Dios Padre respondió la oración de Jesús. Veamos dos ejemplos de ello.
"Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el
terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste
era Hijo de Dios"" (MT. 27, 54).
"La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente
el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe" (HCH.
6, 7).
3-13-4. Los soldados que crucificaron al Señor, se repartieron las ropas de Jesús.
Los soldados romanos acostumbraban repartirse las ropas de quienes crucificaban
echándolas a suertes. Ello me induce a pensar que quizás también nosotros nos
jugamos la vestidura de Jesús, cuando no respetamos los puntos de vista de
nuestros hermanos cristianos que pertenecen a otras denominaciones, cuando no
aceptamos a quienes observan conductas diferentes a la nuestra tachándolos de
pecadores, y cuando les impedimos el acceso a la fe, a quienes son de una clase
social, inferior a la nuestra.
3-13-5. Los jueces de Israel y los soldados romanos, se burlaron de Jesús.
"Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: "Ha salvado
a otros; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido." También los
soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú
eres el rey de los judíos, ¡sálvate!" (LC. 23, 35-38).
Jesús fue vencido aparentemente por sus enemigos, los cuales, celebraron su
triunfo sobre el Hijo de María, burlándose de Él, con tal de hacer más insoportable
su agonía. Los soldados romanos también se burlaron del Señor, al mismo tiempo
que le ofrecieron vinagre, con tal de conseguir, atenuar su sed.
3-13-6. Una inscripción con doble significado.
"Había encima de él una inscripción: "Este es el rey de los judíos"" (LC. 23, 38).
Era obvio pensar que Jesús, después de haber sido desnudado y ejecutado
públicamente, había perdido todo el poder que le concedieron sus seguidores. A
pesar de ello, al dejarse asesinar, y disponerse a resucitar de entre los muertos,
Jesús estaba iniciando su Reino como Hombre, porque, al ser Dios, nunca dejó de
ser Rey. Jesús es el Rey del universo.
3-13-7. La conversión del malhechor crucificado a la derecha de Jesús.
"Uno de los malhechores colgados le insultaba: "¿No eres tú el Cristo? Pues
¡sálvate a ti y a nosotros!" Pero el otro le increpó: "¿Es que no temes a Dios, tú que
sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con
nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho." Y decía: "Jesús, acuérdate
de mí cuando vengas con tu Reino." Jesús le dijo: "Te aseguro que hoy estarás
conmigo en el Paraíso"" (LC. 23, 39-43).
El malhechor que fue crucificado a la izquierda de Jesús, insultaba al Señor.
Quizás todos conocemos gente que es incapaz de superarse a sí misma, que parece
gozar intentando desanimar a quienes intentan solventar sus problemas y vencer
sus defectos, con tal de que sean reducidos, al estado en que se encuentra.
El malhechor crucificado a la derecha de Jesús, era consciente de que quien
estaba a la izquierda del Señor y él eran merecedores de la pena capital, y de que
Jesús no mereció ser crucificado, por causa de su inocencia. Mientras se prolongue
nuestra vida, nunca es tarde para nosotros, si queremos convertirnos al Señor. El
malhechor conocido como San Dimas, antes de morir, reconoció su condición
pecadora, aceptó a Jesús como su Salvador personal, y alcanzó la vida eterna.
Jesús le dijo que aquel mismo día estarían los dos juntos en el Paraíso, pues, al
haberle perdonado todos sus crímenes, lo purificó, para que gozara de la plenitud
de la felicidad, en el cielo.
Aunque Jesús fue ajusticiado por causa de un delito que jamás cometió, en su
condición de miseria, le abrió la puerta del cielo, al malhechor arrepentido de sus
pecados y convertido al Evangelio. ¿Qué conocimiento de la Palabra de dios tenía
San Dimas? Es de suponer que, al ser un malhechor, Dimas vivía lejos de Dios,
pero, al abrirle su corazón a Jesús, y creer en Él cuando tenía contadas las horas de
vida, le fue abierta, la puerta del cielo. Pensemos que de nada nos sirve memorizar
miles de versículos bíblicos, si ello no nos ayuda, a tener más fe en Dios.
No dejemos pasar el tiempo sin convertirnos al Señor. Pensemos que muchos han
sido los que se han arrepentido de haber vivido muchos años sin cultivar su fe en
Dios, porque han descubierto que en ello radica, la plenitud de la felicidad, a que
aspiramos.
Mientras que la fe de los discípulos de Jesús se desvanecía conforme se acercaba
la hora de la muerte del Señor, San Dimas, al compartir la misma suerte de su
Salvador personal, optó por creer en el Mesías, por más que, sus circunstancias,
podían haberle impedido, profesarle su fe, al Redentor de la humanidad.
¿Es nuestra fe débil como la fe de los discípulos del Señor cuando supieron que
Jesús iba a morir, o es como la de San Dimas, que, cuanto más se extinguía su
vida, más se le fortalecía?
¿Somos conscientes de que nuestras dificultades, vistas desde la óptica de dios,
deben fortalecernos la fe?
3-13-8. La naturaleza se condolió por la muerte de Jesús.
"Era ya cerca de la hora sexta cuando se oscureció el sol y toda la tierra quedó en
tinieblas hasta la hora nona" (LC. 23, 44).
El sol se oscureció, y la tierra quedó entenebrecida. Jesús, -la luz del mundo-,
estaba muriéndose, y por ello, las tinieblas, -símbolos del pecado-, cubrieron la
tierra.
¿Ha cambiado nuestra vida en algún aspecto desde que creemos en Jesús?
Si siempre hemos sido cristianos, ¿se llevaría a cabo algún cambio en nuestra
vida, si dejáramos de creer en Jesús?
3-13-9. Antes de que Jesús expirara, desapareció la barrera que separaba, a Dios
de los hombres.
"El velo del Santuario se rasgó por medio" (LC. 23, 45).
el Templo de Jerusalén tenía tres partes: los atrios, donde podía entrar toda la
gente, el Lugar Santo, que solo era accesible a la clase sacerdotal, y el Santo de los
santos, donde solo entraba el Sumo Sacerdote una vez al año, para ofrecer
sacrificios por los pecados suyos y del pueblo. En el Santo de los santos se hallaba
el Arca de la Alianza, y era el lugar en que se vislumbraba la presencia de Dios en
la tierra. La cortina que se rompió impedía que el Santo de los santos estuviera a la
vista de la gente. La ruptura de tal cortina indicaba que, la barrera que separaba a
dios de los hombres, se rompió. Desde que Jesús murió y resucitó, Él es el medio
que tenemos, para llegar a la presencia de dios Padre.
3-13-10. La muerte de Jesús.
"Y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu." Y,
dicho esto, expiró" (LC. 23, 46).
Jesús gritó antes de morir. Si el Señor se apoyaba sobre los pies, sentía un gran
dolor, porque el clavo que le sujetaba los pies a la cruz, parecía clavársele más
profundamente. Si, por el contrario, el Señor se apoyaba sobre los riñones, se
asfixiaba. Jesús gritó antes de morir, manifestándole su malestar a Nuestro Santo
Padre.
Jesús le encomendó su espíritu a Yahveh antes de morir. El Mesías tenía fe en
que iba a resucitar, pero, a pesar de ello, enfrentó el sufrimiento como un hombre
común, y le confió su cuidado, al Padre celestial.
¿Confiamos en Nuestro Padre y Dios, como lo hizo Jesús?
3-13-11. Nuestro Padre celestial, escuchó la oración de Jesús.
"Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: "Ciertamente este
hombre era justo." Y toda la muchedumbre que había acudido a aquel espectáculo,
al ver lo que pasaba, se volvió dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos y las
mujeres que le habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo estas
cosas" (LC. 23, 47-49).
Jesús oró cuando fue crucificado, diciéndole a Nuestro Santo Padre:
"Perdónalos, porque no saben lo que hacen" (CF. LC. 23, 34).
El centurión, según San Lucas, pensó que Jesús había sido un hombre justo (LC.
23, 47), y, según San Mateo, pensó que Jesús era hijo de dios (MT. 27, 54). La
multitud se volvió a Jerusalén golpeándose el pecho sintiéndose culpable por no
haber creído en Jesús, y los creyentes miraban de lejos el cadáver del Mesías.
¿Se hicieron creyentes el centurión y los jerosolimitanos que se fueron a la ciudad
santa dándose golpes de pecho?
¿Decimos que creemos en el Señor, y no lo demostramos con nuestras obras?
¿Somos conscientes de que fingir que tenemos fe es pecado?
3-14. Jesús fue sepultado.
"Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo,
que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad
de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilato, le pidió el cuerpo de
Jesús y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un
sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía. Era el día
de la Preparación y apuntaba el sábado.
Las mujeres que habían venido con él desde Galilea fueron detrás y vieron el
sepulcro y cómo era colocado su cuerpo. Luego regresaron y prepararon aromas y
mirra. Y el sábado descansaron según el precepto" (LC. 23, 50-56).
José de Arimatea era miembro del alto Tribunal de Israel y discípulo oculto de
Jesús. Aunque José no siguió a Jesús por los caminos de Israel durante los años
que el Señor predicó el Evangelio, cuando lo vio morir, perdió el miedo a ser
perjudicado por ser seguidor del Mesías, y le pidió a Pilato el Cuerpo del Nazareno,
para darle una digna sepultura.
La tumba de Jesús era una cueva cavada en la ladera de una de las colinas de
piedra caliza que se hallaban alrededor de Jerusalén. Era bastante espaciosa como
para caminar en su interior. Las mujeres de Galilea siguieron a José a la tumba,
para saber en qué lugar fue puesto Jesús, para poder embalsamarlo, durante la
madrugada del domingo.
Las mujeres de Galilea no pudieron hacer nada por Jesús, pues no se les permitía
testificar ante el Sanedrín ni ante el gobernador romano por no ser hombres, pero
estuvieron junto a la cruz del Señor cuando la mayoría de los discípulos huyeron, y
se prestaron a ungir el cuerpo del Maestro.
Quizás a veces dejamos pendientes asuntos importantes relativos a nuestra vida,
o no colaboramos en la realización de actividades benéficas, porque pensamos que
nuestro trabajo es indeficiente. Sin embargo, el Señor quiere que hagamos lo que
buenamente podamos, y que no perdamos el tiempo lamentándonos, por lo que no
podemos hacer.
3-15. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-16. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 22, 14-23, 56 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
3-1-1.
¿Qué episodio bíblico conmemoraba la Pascua judía?
¿Por qué mancharon los judíos los dinteles de sus puertas con la sangre de los
corderos que cenaron la noche en que fueron liberados de la esclavitud?
¿Qué relación existe entre el cordero pascual de los judíos y Jesús, el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo?
3-1-2.
¿Por qué quiso Jesús cenar con sus seguidores antes de ponerse a disposición de
sus enemigos?
¿Por qué celebramos los cristianos la Pascua?
¿Qué diferencia existe entre la Pascua judía y la Pascua cristiana?
¿Por qué no comerá más Jesús la Pascua, hasta que halle su pleno cumplimiento,
en el Reino de dios?
3-1-3.
¿Qué simboliza la copa de vino que Jesús quiso que sus amigos se repartieran
entre sí?
¿Son nuestras parroquias casas en las que compartimos alegrías, necesidades y
tristezas con nuestros hermanos de fe, o no conocemos a la gente con que
celebramos el culto divino?
3-1-4.
¿Por qué sabemos los católicos que el pan y el vino que Jesús repartió entre sus
discípulos eran su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, si los mismos mantuvieron su
forma, color y sabor?
¿Se convierte Jesús en pan y vino cuando celebramos la Eucaristía, o el pan y el
vino se convierten en Jesús?
¿Son las especies eucarísticas el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la divinidad de
Jesús, o solo son un recordatorio de Nuestro Salvador?
¿Qué conmemoramos al celebrar la Cena del Señor?
¿Qué esperamos que acontezca durante los años que celebramos la Cena del
Señor? (Responded esta pregunta leyendo 1 COR. 11, 26).
3-1-5.
¿Qué quiere Jesús que recordemos cuando celebremos la Eucaristía?
¿Qué podemos hacer para entregarnos al servicio de Dios imitando la fidelidad
con que Jesús se sacrificó para redimirnos?
3-1-6.
¿Podían los judíos obtener el perdón de sus pecados por medio de los sacrificios
de animales que llevaban a cabo en el Templo de Jerusalén?
¿Por qué se nos perdonan los pecados por medio del derramamiento de la Sangre
de Jesús en el Gólgota.
¿Por qué no es necesario que Jesús se sacrifique muchas veces por nosotros, a
pesar de que cometemos los mismos pecados asiduamente?
3-1-7.
¿Qué quiso decirles Jesús a sus amigos cuando lamentó la suerte que correría el
hombre que lo traicionara?
¿Por qué traicionó Judas a Jesús?
¿Por qué intentó Judas comprar a Jesús, después de haberlo vendido como si
hubiera sido su esclavo?
¿Somos seguidores de Jesús porque queremos obligar al Señor a que lleve a cabo
nuestras aspiraciones, a cambio de asistir a ciertas celebraciones cultuales, y de
realizar sacrificios, que no nos suponen grandes esfuerzos?
3-1-8.
¿Por qué discutieron los Apóstoles del Señor entre sí, intentando averiguar cuál
de ellos sería el sucesor de Jesús?
¿Qué debemos hacer los cristianos con nuestro poder y las riquezas que tenemos,
para que cuya contemplación no nos incite a pecar?
¿Por qué debemos preocuparnos más de que Dios sea conocido, aceptado,
respetado y amado, que de nuestro prestigio?
¿En qué consiste la grandeza de los hijos de dios?
3-1-9.
¿Creemos en Jesús porque esperamos el cumplimiento de la promesa de vivir en
un mundo en que no exista el mal, o solo seguimos al Señor, añorando poder,
riquezas y prestigio?
3-1-10.
¿Por qué se le debilitó la fe a Pedro, cuando temió por su vida?
¿Qué debemos tener en cuenta cuando la debilidad y el temor nos acechen?
¿Qué debemos hacer con nuestros hermanos de fe cuando sintamos que nos
dejamos liberar por el Señor de nuestros temores, cobardías y pecados?
¿Por qué fue para Jesús más dolorosa la negación de Pedro que la traición de
Judas?
Aunque Pedro y Judas se arrepintieron de sus pecados, Pedro vivió con la
esperanza de ser perdonado desde el momento en que creyó que Jesús había
resucitado, y Judas se suicidó. Explica la conducta de ambos seguidores de Jesús.
3-1-11.
¿Por qué quería Jesús que sus Apóstoles empezaran a viajar para predicar el
Evangelio proveyéndose de alimentos, dinero y espadas, si, cuando predicaron
durante los años que se prolongó su Ministerio público, no tuvieron que
preocuparse por su subsistencia?
3-2.
3-2-1.
¿Contra qué tentación previno Jesús a sus Apóstoles, y les pidió que oraran
fervientemente, para evitar caer en la misma, a partir de la hora en que
aconteciera su Pasión y muerte?
¿Qué situaciones nos exponen a perder la fe?
3-2-2.
¿Se arrepintió Jesús de querer morir para demostrarnos su amor?
Explica con tus palabras lo que Jesús le dijo a dios cuando oró.
¿Por qué debemos expresarle a dios nuestros sentimientos cuando oremos,
aunque se deduzca de los mismos que estamos perdiendo la fe, y que por ello
empezamos a arrepentirnos de ser seguidores de Jesús?
¿A qué copa hizo Jesús referencia en su oración?
¿Qué le sucedió a Jesús cuando padeció, lo cual fue peor que todas las torturas a
que fue sometido?
¿Por qué Jesús no perdió la fe sabiendo que era necesario que el Padre no le
evitara la muerte, y nosotros, que sabemos que nuestros pecados y debilidades han
sido crucificados en la cruz del Señor, y que tenemos abierta la puerta del cielo,
tenemos dificultades para creer, en el Dios Uno y Trino?
3-2-3.
¿Somos capaces de mantener la fe cuando sufrimos, y de aumentar nuestra
dedicación a la oración, en conformidad con el aumento de nuestro sufrimiento?
3-2-4.
¿Por qué se justificó el sueño de los Apóstoles de Jesús?
¿Fingimos estar dormidos cuando se nos presentan oportunidades de servir al
Señor, ya sea orando, o extinguiendo las carencias de nuestros prójimos los
hombres?
¿Somos conscientes de que muchos de nuestros hermanos carecen de la
preparación necesaria para servir al Señor, y de que ello los hace insensibles al
hecho de aceptar la llamada de Nuestro Dios a la conversión?
3-2-5.
¿Se han convertido nuestras prácticas religiosas en gestos vacíos y por tanto
carentes de significado?
3-2-6.
Cita las razones por las que Jesús no quiso que sus Apóstoles lo defendieran.
¿Por qué no se defendió Jesús de sus enemigos, haciendo una gran demostración
de su poder?
3-2-7.
¿Por qué no arrestaron los líderes religiosos de Israel a Jesús públicamente?
¿Somos conscientes de cómo muchos de nuestros hermanos pierden la fe?
¿Hacemos algo para evitar que nuestros hermanos cristianos dejen de creer en
Dios, o ello nos es indiferente?
3-3.
¿Por qué siguió Pedro a Jesús desde lejos?
¿Seguimos a Jesús desde lejos, sin comprometernos a colaborar en la realización
de su obra?
3-4.
¿Se arrepintió Pedro de haber seguido a Jesús?
¿Hemos actuado en algunas ocasiones contra nuestros sentimientos?
¿Hemos llevado a cabo alguna acción de la que nos hayamos arrepentido por no
haber sabido -o no haber podido- controlar el miedo que nos caracterizó en un
determinado momento de nuestra vida?
¿Por qué lloró Pedro amargamente?
¿Somos excesivamente autosuficientes, como para pretender prescindir de dios?
¿Somos presumidos?
¿Hemos aprendido a ser buenos cristianos a partir de nuestras experiencias
negativas?
3-5.
3-5-1.
Explica el texto de DN. 7, 13-14.
3-5-3.
¿Qué son las blasfemias?
¿Por qué condenaron los líderes religiosos judíos a Jesús acusándole de haber
blasfemado?
3-6.
3-6-1.
¿Por qué se vieron obligados los líderes religiosos de Israel que condenaron a
Jesús a inventar excusas para convencer a Pilato de que dictara la sentencia a
muerte de Jesús?
¿Recordáis las citadas excusas?
¿Por qué necesitaban los citados líderes que Pilato creyera que Jesús se había
autoproclamado Rey de Israel?
¿Por qué dictó Pilato la sentencia a muerte de Jesús?
¿Hemos abusado de quienes son más débiles que nosotros o los tenemos en
desventaja por cualquier circunstancia, para mantener la posición social que
ocupamos, o para mejorarla?
3-6-2.
¿Por qué le remitió Pilato a Jesús a Herodes Antipas?
3-7.
3-7-1.
¿Con qué intención se burló Herodes de Jesús?
¿Hemos experimentado algún tipo de acoso?
Si hemos contestado la pregunta anterior afirmativamente, ¿cómo hemos
reaccionado ante tal situación?
¿Por qué tenemos que conocer y aceptar nuestras creencias firmemente los
predicadores?
3-7-2.
¿Por qué estaban enemistados Herodes y Pilato, y por qué se hicieron amigos?
3-8.
¿Por qué quiso Pilato evitar la muerte de Jesús?
¿De qué manera escarmentó Pilato a Jesús, para intentar concederle la libertad?
3-9.
Describe cómo fue flagelado el Señor.
¿Cuántos latigazos recibió Jesús?
¿Fue torturado Jesús de alguna manera después de haber sido flagelado?
3-10.
¿Quién fue Barrabás?
¿Existe alguna semejanza entre la conducta de Barrabás y la nuestra?
3-11.
¿Por qué cedió Pilato a la presión de los enemigos del Señor para dictar la
sentencia a muerte de Jesús?
3-12.
3-12-1.
¿Cargó Simón de Cirene con la cruz de Jesús porque se compadeció del
condenado, o porque los soldados lo obligaron a ello?
¿Actuamos como imitadores de Simón de Cirene al ayudar a quienes sufren a
cargar con sus cruces?
¿Hemos descubierto que el hecho de ayudar y consolar a los que sufren puede
ayudarnos a sobrellevar las dificultades que nos caracterizan?
3-12-2.
¿Qué relación vio San Lucas cuando escribió su Evangelio hacia el año 85, entre
la Pasión y muerte de Jesús, y el incendio de Jerusalén, llevado a cabo por Tito y
Vespasiano?
¿Por qué fueron consideradas dichosas las mujeres que no tuvieron hijos cuando
murieron entre las llamas que asolaron Jerusalén?
Describe la simbología del leño verde y del leño seco.
3-13.
3-13-2.
¿Cuál es el lugar de honor junto al Señor al que debemos aspirar según GÁL. 1,
19b-20?
3-13-3.
¿Qué era lo que no sabían los victimarios de Jesús cuando el Señor oró para que
Nuestro Santo Padre les concediera su perdón, por haberlo ejecutado?
¿Respondió Dios Padre la oración del Mesías? Si respondes esta pregunta
afirmativamente, cita algún ejemplo de cómo la oración del Mesías fue respondida.
3-13-4.
¿Cómo podemos jugarnos la ropa de Jesús?
3-13-5.
¿Cómo reaccionaríamos si nuestros prójimos se burlaran de Dios?
¿Cuál sería la forma correcta de proceder en tal caso?
3-13-6.
Explica cómo fue posible que, lo que parecía una derrota irremediable, fue el paso
previo a la coronación de Jesús como Rey del universo.
3-13-7.
¿Por qué fue digno San Dimas de alcanzar el perdón divino?
Describe el proceso de la conversión del citado malhechor que llegó a ser Santo.
¿Fue salvado San Dimas por causa de sus conocimientos bíblicos, por las obras
que realizó, o por la grandeza de su fe en Jesús?
¿Es nuestra fe débil como lo fue la fe de los discípulos del Señor cuando supieron
que Jesús iba a morir, o es como la de San Dimas, que, cuanto más se extinguía su
vida, más se le fortalecía?
¿Somos conscientes de que nuestras dificultades, vistas desde la óptica de dios,
deben fortalecernos la fe?
3-13-8.
¿Ha cambiado nuestra vida en algún aspecto desde que creemos en Jesús?
Si siempre hemos sido cristianos, ¿se llevaría a cabo algún cambio en nuestra
vida, si dejáramos de creer en Jesús?
3-13-9.
¿En qué partes se dividía el Templo de Jerusalén?
¿Por qué era el Sumo Sacerdote el único que podía entrar al Santo de los santos
una sola vez al año?
¿Qué significaba la cortina del Santo de los santos que se rompió?
¿Cuál es el medio de que disponemos para ser conducidos a la presencia de
Nuestro Dios y Padre?
3-13-10.
¿Por qué le confió su espíritu a Nuestro Padre celestial Jesús antes de expirar?
¿Confiamos en Nuestro Padre y Dios, como lo hizo Jesús?
3-13-11.
¿Se hicieron creyentes el centurión y los jerosolimitanos que se fueron a la ciudad
santa dándose golpes de pecho?
¿Decimos que creemos en el Señor, y no lo demostramos con nuestras obras?
¿Somos conscientes de que fingir que tenemos fe es pecado?
3-14.
¿Quién era José de Arimatea?
¿Por qué no se hizo José seguidor de Jesús durante los años que el Señor predicó
el Evangelio?
¿Por qué se atrevió José a sepultar a Jesús, sin importarle las consecuencias que
ello tuviera para él?
¿Por qué siguieron las mujeres de Galilea a José a la tumba en que fue sepultado
Jesús?
¿Por qué quiere el Señor que hagamos lo que podamos, y que no perdamos el
tiempo lamentándonos por lo que no podemos hacer?
5. Lectura relacionada.
El Salmo 22, además de recordarnos la Pasión de Jesús, es un anticipo del gozo
pascual que debe caracterizarnos, mientras meditamos los padecimientos del Hijo
de dios y María, pues, si Jesús murió crucificado, no debemos olvidar, que resucitó
de entre los muertos. Leed el Salmo 22 pausadamente, en estado de recogimiento
interior.
6. Contemplación.
Contemplemos a Nuestro Santo Padre, sufriendo pacientemente mientras Jesús
fue maltratado, esperando que llegara el día, en que decidiéramos convertirnos a
Él.
Contemplemos a Jesús en su última Cena con sus discípulos, esforzándose por
demostrarles que debían servirse recíprocamente y evangelizar a la humanidad.
Quizás nos gusta que Jesús se nos entregue como Sacramento de salvación, pero
no añoramos el hecho de servirlo en quienes necesitan nuestras dádivas
espirituales y materiales.
Contemplemos a Jesús orando en el monte de los Olivos. Contemplemos al Dios
humilde que sufrió como hombre débil, e incluso llegó a sangrar, pensando en sus
padecimientos, y en el sufrimiento de sus seguidores, de todos los tiempos.
Contemplemos a Jesús arrestado. Contemplemos las manos amoratadas que
tanto amor dispensaron indiscriminadamente.
Contemplemos a Jesús juzgado y torturado, y llevado de un tribunal a otro.
Contemplemos a Jesús flagelado, y pensemos que, cada vez que pecamos,
dañamos a la Iglesia, pues la misma es el Cuerpo místico de Cristo.
Visualicemos a Jesús cargando con la cruz caminando hacia el lugar de la
Calavera, y veámoslo crucificado junto a dos malhechores. Jesús no murió entre
chusma, sino entre quienes pertenecían a la clase de la mayoría de quienes
acogieron su Evangelio, y se veían obligados a delinquir, por su difícil situación
económica.
Jesús perdonó a sus ejecutores, y le abrió la puerta del cielo al malhechor
arrepentido.
Cuando el Señor murió, el centurión lo creyó justo, y muchos jerosolimitanos se
percataron del error que cometieron, al no haber creído en Él. Oremos para no
tener que arrepentirnos, de no haber creído, en Nuestro Redentor.
Jesús fue sepultado por José de Arimatea, y acompañado por las mujeres que, al
no poder hacer nada por Él, le ofrecieron su amor en su agonía, y permanecieron
junto a Él, hasta que fue sepultado, y se comprometieron a terminar de ungirlo, en
la madrugada del domingo.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 22, 14-23, 56.
Comprometámonos a vivir las celebraciones litúrgicas del Domingo de Ramos, el
Jueves y el Viernes Santo, el Sábado de Gloria, y el Domingo de Resurrección,
provechosamente.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Gracias por morir para vencer mi debilidad, y por hacerme Hijo del
mejor de los padres.
9. Oración final.
Leed el Salmo 51 lentamente, y meditadlo.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com