DOMINGO DE RAMOS. CICLO C
Lc. 19, 28-40
En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al
acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó
a dos discípulos, diciéndoles: "Id a la aldea de enfrente; al entrar,
encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y
traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El
Señor lo necesita". Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho.
Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: "¿Por qué
desatáis el borrico?" Ellos contestaron: "El Señor lo necesita." Se lo llevaron
a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y,
cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los
discípulos, entusiasmados, se pusieron a alaba¡ a Dios a gritos, por todos
los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey, en
nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto."
Domingo 28 de Marzo del 2010. Lc. 22,14 – 23. 56
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ - «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros,
antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que
se cumpla en el reino de Dios.»
C. Y, tomando una copa, pronunció la acción -de gracias y dijo:
+ - «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no
beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios. »
C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo:
+ -«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en
memoria mía C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
+ - «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se
derrama por vosotros.»
+ - «Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la
mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, i ay de
ése que lo entrega! »
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el
que iba a hacer eso.
C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser
tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ -«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad
se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero
entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que
sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad
que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el
que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo
os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y
beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las
doce tribus de Israel.»
C. Y añadió:
+ - «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros
como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú,
cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.»
C. Él le contestó:
S. -«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la
muerte.»
C. Jesús le replicó:
+ - «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces
hayas negado conocerme.»
C. Y dijo a todos:
+ - «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»
C. Contestaron:
S. - «Nada.»
C. Él añadió:
+ - «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la al forja; y
el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os
aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: "Fue contado
con los malhechores." Lo que se refiere a mi toca a su fin.»
C. Ellos dijeron:
S. - «Señor, aquí hay dos espadas. »
C. Él les contestó:
+ - «Basta.»
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo
siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ - «Orad, para no caer en la tentación.»
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y,
arrodillado, oraba, diciendo:
+ - «Padre, si quieres, aparta de mi ese cáliz; pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya.»
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su
angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor
como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus
discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
+ - «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el
llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ - «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. - «Señor, ¿herimos con la espada?»
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha.
Jesús intervino, diciendo:
+ - «Dejadlo, basta.»
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los
oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ - «¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A
diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta
es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.»
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo
sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio
del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dij
o:
S. - «También éste estaba con él. »
C . Pero él lo negó, diciendo:
S. - «No lo conozco, mujer.»
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. - «Tú también eres uno de ellos.»
C. Pedro replicó:
S. - «Hombre, no lo soy.»
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. - «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro contestó:
S. - «Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor,
volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra
que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás
tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole
golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. - «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos
sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le
dijeron:
S. - «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les contestó:
+ - «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a
responder.
Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios
todopoderoso.»
C. Dijeron todos:
S. - «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les contestó:
+ - «Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. - «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo
hemos oído de su boca.» C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a
Jesús a presencia de Pilato.
C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
S. - «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y
oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el
Mesías rey.»
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. - «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le contestó:
+ - «Tú lo dices. »
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. - «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. - «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta
aquí. »
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la
jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en
Jerusalén por aquellos días.
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante
tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer
algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le
contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y,
poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se
hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al
pueblo, les dijo:
S. - «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y
resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en
este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco,
porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha
probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré. »
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa,
diciendo:
S. - «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la
ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero
ellos seguían gritando: S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Él les dijo por tercera vez:
S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún
delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo
soltaré. »
C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba
creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que
había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó
a su arbitrio.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene,
que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de
Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y
lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ - «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por
vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las
estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han
criado." Entonces empezarán a decirles a los montes: "Desplomaos sobre
nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño
verde, ¿qué pasará con el seco?»
C. conducían también otros malhechores para ajusticiarlos con él.
C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí,
a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.. Jesús
decía:
+ - «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
C. El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S. - «A otros ha salvado; que se salve a si mismo, si él es el Mesías de
Dios, el Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y
diciendo:
S. - «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es
el rey de los judíos.»
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. - «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro le increpaba:
S. - «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?
Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha faltado en nada.»
C. Y decía:
S. - «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
C. Jesús le respondió:
+ - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región,
hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó
por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ - «Padre, a tus manos- encomiendo mi espíritu.
C. Y, dicho esto, expiró.
C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:!,-"
S. - «Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo
visto lo que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres
que lo hablan seguido desde Galilea y que estaban mirando.
C - Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado
(que no había votado a favor de la decisión y del crimen de que era natural
de Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a
Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, envolvió en una sábana y
lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a
nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo
habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y
cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y
el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
CUENTO: LA COLECTA
En una iglesia de las misiones de África, al hacer la colecta de dones para
el ofertorio, dos encargados pasaban con una gran cesta de mimbres de las
que se usan para recoger la mandioca.
En la última fila de bancos de la iglesia estaba sentado un pequeñín que
miraba con pena la cesta que pasaba de fila en fila. Todos depositaban
algún producto de sus cosechas. Le entristecía el pensar que no tenía nada
para ofrecer al Señor. Los que llevaban la cesta ya estaban delante de él.
No lo pensó más. Ante la sorpresa de todos, el pequeño se recostó en la
cesta excusándose:
- Lo único que tengo se lo entrego en ofrenda al Señor.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Llegamos a la etapa final de la Cuaresma con la alegría del Papa Francisco.
Y comienza este domingo la Semana Santa, la más Santa de las semanas. Y
lo hacemos acompañando a Jesús entrando triunfante en Jerusalén,
aclamándole con nuestras palmas y ramos en el camino hacia la cruz. Por
eso este domingo se leen dos evangelios: el de la entrada en Jerusalén y el
de la Pasión de san Lucas en este caso, por ser el evangelista del ciclo C.
¿Por qué quiso Jesús entrar de esa manera en Jerusalén sabiendo que eso
sería la gota que colmaba el vaso en su enfrentamientos con los judíos?.
¿Quiso darse Jesús un baño de multitudes antes de morir? ¿O simplemente
quiso dejar bien claro quién era El, no un Mesías político-militar, que
hubiera tenido que entrar en la ciudad en elegante corcel, sino un Mesías
humilde, montando en un sencillo asno prestado?. Es muy posible el que
puedo judío que ese día le aclamó lo hiciera en este sentido de espera del
Mesías, peor quizá más político que espiritual. Lo cierto es que en sus
aclamaciones el evangelista, por boca del pueblo, proclama a Jesús como
Hijo de David, el Mesías Esperado, y se le vitorea como a Dios mismo.
También el mismo evangelista concluirá su evangelio de la Pasión poniendo
en boca del centurión el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios.
Sea lo que sea, lo cierto es que Jesús decide entregarse voluntariamente a
la muerte, sabiendo que ya había llegado su hora, y lo hace sin esconderse,
públicamente. Ya no hay nada que esconder. Cristo asume las
consecuencias de su mensaje sobre el Reino de Dios, que entra en conflicto
con las autoridades políticas y religiosas de su época. ¡Qué impresionante
testimonio el de Jesús de coherencia, de valentía, de entrega a la Voluntad
del Padre!. Y qué lejos estamos nosotros de esta coherencia muchas veces.
Porque queremos un cristianismo adaptado, que no nos moleste demasiado,
a nuestra cómoda manera, sin cruz, con triunfalismo, con parabienes.
¿Estamos dispuestos a seguir a Jesús hasta la cruz? ¿O nos queremos
quedar sólo en el momento de las aclamaciones y el triunfo?. Nos cuesta la
cruz, a mí el primero. Muchas veces la quiero cambiar, la quiero recortar, la
quiero evitar. Pero la cruz es el camino para llegar a la Resurrección, para
atravesar el paso a la felicidad verdadera. Sin cruz, sin entrega, sin
coherencia, sin sacrificio generoso de amor, no hay verdadera vida, no hay
renacer a una vida mejor, eso que llamamos la resurrección, y que empieza
ya en esta vida. Porque la cruz no es un ejercicio de masoquismo, sino una
muestra infinita de amor. La cruz es el recuerdo permanente del amor
misericordioso de nuestro Dios. La cruz es la ofrenda total, al mejor ofrenda
que Jesús puedo hacer, como le ocurrió al niño del cuento, la ofrenda de sí
mismo. No ofrece cosas, sino su persona. ¿Qué vamos a ofrecer nosotros
esta Semana Santa al Señor?. No dudemos que ante todo quiere de
nosotros la entrega de nuestra propia vida, en la entrega cotidiana de
nuestro amor.
Semana Santa. Para muchos, semana de vacaciones, de sol, playa, familia,
amigos, diversión, descanso. Todo menos espíritu religioso. También a
nosotros que nos llamamos cristianos se nos pega algo de esto. Y muchos
dejan de participar en la comunidad cristiana que celebra estos días los
momentos más importantes de la fe: la Muerte y Resurrección de Cristo.
No digo que no se salga de vacaciones o no que no se descanse o se esté
más tiempo con la familia. Todo eso es bueno y necesario. Pero a la vez
podemos programarnos para vivir estos días también desde el espíritu de la
fe, contemplando a Cristo camino del Calvario, dejándonos el maravilloso
Mandamiento del Amor y la Eucaristía, llevándonos a mirarlo crucificado por
amor y por nosotros, haciéndose solidario con todos los crucificados de la
tierra de ayer y de hoy, abriendo el sepulcro de los miedos y de la muerte,
para sacarnos a la luz de la resurrección, enviándonos como testigos de la
vida, del amor, de la paz, de la alegría.
Deseo en verdad para mí y para todos vosotros una SEMANA SANTA QUE
SEA EN VERDAD UNA SANTA SEMANA.