Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Marzo 19
Solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María
--------------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: El Señor Dios le dará el trono de David, su padre * Su
linaje será perpetuo. * Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza *
José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor
Textos para este día:
2 Samuel 7,4-5a.12-14a.16:
En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: "Ve y dile a mi siervo
David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con
tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y
consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el
trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu
casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por
siempre.""
Salmo 88:
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, / anunciaré tu fidelidad por todas
las edades. / Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno, / más que el cielo
has afianzado tu fidelidad." R.
Sellé una alianza con mi elegido, / jurando a David, mi siervo: / "Te fundaré un
linaje perpetuo, / edificaré tu trono para todas las edades." R.
Él me invocará: "Tú eres mi padre, / mi Dios, mi Roca salvadora." / Le mantendré
eternamente mi favor, / y mi alianza con él será estable. R.
Romanos 4,13.16-18.22:
Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe,
la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo.
Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está
asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal,
sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros.
Así, dice la Escritura: "Te hago padre de muchos pueblos." Al encontrarse con el
Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán
creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser
padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: "Así será tu
descendencia." Por lo cual le valió la justificación.
Mateo 1,16.18-21.24a:
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada
con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del
Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió
repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en
sueños un ángel del Señor que le dijo: "José, hijo de David, no tengas reparo en
llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu
Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de los pecados." Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el
ángel del Señor.
Homilía
Temas de las lecturas: El Señor Dios le dará el trono de David, su padre * Su
linaje será perpetuo. * Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza *
José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor
1. Un rey humilde
1.1 Dios prometió a David, por boca del profeta Natán, que consolidaría su
descendencia en el trono de Judá. Y así se cumplió visiblemente, por lo menos en el
curso de unos siglos, pues mientras que los reyes del reino del Norte, el reino de
Israel, se sucedían uno tras otro por las vías de hecho sin llegar a consolidar una
dinastía, en el reino del Sur, el de Judá, la palabra dada se cumplía una generación
tras otra. Fue así como pudo sostenerse el cetro de David a sus descendientes, por
varias centurias.
1.2 Mas la profecía quedó en entredicho con el terrible acontecimiento del exilio.
Desterrados a Babilonia, los hebreos vieron cómo sus más caras instituciones se
derrumbaban estrepitosamente: el tempo profanado, el rey cautivo, la tierra antes
prometida hoy abandonada... La palabra divina parecía irse al traste en medio de la
devastación y agrietarse como se habían agrietado los muros de Jerusalén,
impotentes ante la altanería y la agresividad del impío invasor, Nabucodonosor.
1.3 Dios había dicho que la dinastía de David no caería, y sin embargo los hechos
estaban desmintiendo a Dios. ¿Quién, cuál sucesor de David podía ser llamado rey
en medio de la humillación del destierro? Todo parecía sepultado bajo montañas de
escombros y despojos de destrucción. Y sin embargo, siglos después, hay un
hombre, de nombre José, cuyo primer título es "descendiente de David". ¡José es
aquel por quien se sigue cumpliendo la promesa! Yo digo más: si por José
llamamos a Jesús "hijo, es decir, descendiente y heredero, de David", entonces
José era rey, y nadie lo sabía. José es el vínculo humildísimo, oculto a ojos del
mundo y de su propio pueblo, por el que habría de brillar la increíble fidelidad de
Dios.
2. La Santidad de José
2.1 La grandeza de la santidad de María y la infinita santidad de Jesucristo de tal
modo nos deslumbran que en medio de tantísima luz queda como oculta la
santidad, que no es pequeña, del buen José.
2.2 Sobre el misterio de este ocultamiento de san José nos ha escrito bellamente el
Papa Juan Pablo II: "Durante su vida, que fue una peregrinación en la fe, José, al
igual que María, permaneció fiel a la llamada de Dios hasta el final. La vida de ella
fue el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de aquel primer «fiat»
pronunciado en el momento de la anunciación mientras que José —como ya se ha
dicho— en el momento de su «anunciación» no pronunció palabra alguna.
Simplemente él «hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1, 24). Y
este primer «hizo» es el comienzo del «camino de José». A lo largo de este camino,
los Evangelios no citan ninguna palabra dicha por él. Pero el silencio de José posee
una especial elocuencia: gracias a este silencio se puede leer plenamente la verdad
contenida en el juicio que de él da el Evangelio: el «justo» (Mt 1, 19)" (Redemptoris
Custos, 17).
2.3 Y más adelante reflexiona sobre el misterio de la santificación de José en virtud
de la presencia del Verbo Encarnado. Entresacamos textos del n. 27 de la carta
citada: "La comunión de vida entre José y Jesús nos lleva todavía a considerar el
misterio de la encarnación precisamente bajo el aspecto de la humanidad de Cristo,
instrumento eficaz de la divinidad en orden a la santificación de los hombres. Entre
estas acciones los Evangelistas resaltan las relativas al misterio pascual, pero
tampoco olvidan subrayar la importancia del contacto físico con Jesús en orden a la
curación (cf., p.e., Mc 1, 41) y el influjo ejercido por él sobre Juan Bautista, cuando
ambos estaban aún en el seno materno (cf. Lc 1, 41-44).
2.4 "El testimonio apostólico no ha olvidado la narración del nacimiento de Jesús, la
circuncisión, la presentación en el templo, la huida a Egipto y la vida oculta en
Nazaret, por el misterio de gracia contenido en tales gestos, todos ellos salvíficos,
al ser partícipes de la misma fuente de amor: la divinidad de Cristo. Si este amor se
irradiaba a todos los hombres, a través de la humanidad de Cristo, los beneficiados
en primer lugar eran ciertamente: María, su madre, y su padre putativo, José, a
quienes la voluntad divina había colocado en su estrecha intimidad.
2.5 "Puesto que el amor paterno de José no podía dejar de influir en el amor filial
de Jesús y, viceversa, el amor filial de Jesús no podía dejar de influir en el amor
paterno de José, ¿cómo adentrarnos en la profundidad de esta relación
singularísima? Las almas más sensibles a los impulsos del amor divino ven con
razón en José un luminoso ejemplo de vida interior."
3. El Ejemplo de José
3.1 José es un testimonio maravilloso de las virtudes que más necesita nuestro
tiempo.
3.2 La agresividad y el afán de lucro propios de nuestra vida acelerada se enfrentan
con la mansedumbre, la generosidad y la paciencia de este hombre sencillo y santo.
3.3 El ansia de placer y el consumismo desbocado tienen que humillarse delante de
la pureza y austeridad de este hombre limpio de corazón.
3.4 La ebriedad de soberbia y los deseos de venganza que marcan tantas vidas de
nuestro mundo convulsionado podrían aprender muchísimo de la existencia discreta
y de la solícita obediencia de este hombre con rostro de genuino creyente.
3.5 El escepticismo cínico de nuestra época y la vanidad con que se quiere
comerciar con todo, desde el cuerpo hasta la conciencia, han de frenar su ímpetu
ante este hombre que con su fe derrotó al infierno y con su profunda caridad
empujó la puerta del cielo.
Fr. Nelson Medina, O.P.