V Semana de Cuaresma
Lunes
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Dan. 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62: Susana y los dos ancianos.
En la primera lectura, encontramos el triunfo de la pureza y castidad por sobre la
maldad humana. Las palabras de Susana: “Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me
estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no
escaparé de vosotros. Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo
hecho que pecar delante del Señor.» (v. 22-23). El relato con todos los detalles son
una preciosa joya de la literatura hebrea donde se exalta la virtud de la castidad y
de la fidelidad a la Ley de Yahvé.
b.- Jn. 8, 12-20: Yo soy la luz del mundo.
En este evangelio, Jesús se declara, Luz del mundo durante de la fiesta de las
Tiendas. Luz que alumbra para todo aquel que quiera seguir a Jesús en forma
personal. En el AT, encontramos símbolos que nos habla de Dios como Luz: la nube
luminosa que acompaña a Israel por el desierto (Ex. 13, 21), la Sabiduría (cfr. Sb.
9,1-6; 18,1-4), que invita a los hombres a su banquete y la luz que el Siervo que
sufre (cfr. Is. 42,6; 49, 6). El símbolo de la luz acompañó siempre a la figura del
Mesías en la mentalidad rabínica. Antes se había manifestado como agua (Jn. 7,
37-39). Agua y luz, elementos fundamentales del Israel del desierto, que ahora
convergen en Cristo Jesús. Es el único Maestro, que conduce a los hombres hacia
Dios, porque conoce a Dios, como su Padre, se identifica con ÉL (cfr. Jn. 8, 19). Lo
que comunica Jesús es también “luz de la vida” (v.12); ha venido para ser la luz de
los hombres (cfr. Jn. 1, 4), pero también para que los suyos tengan vida en
abundancia (cfr. Jn. 10,10). Jesús comunica la vida, su vida de resucitado, como el
agua se convierte en el que la bebe en un manantial (Jn.4,14), la comunidad
eclesial, es espacio de vida, alegría, libertad, así como la sociedad es espacio de
dolor, tristeza y muerte. Para Juan evangelista, Jesús es sobre todo la Vida de los
hombres (cfr. Jn. 14,6). Luz de la vida, es el esplendor de la vida que nace de
Jesús. En el diálogo con la samaritana, quien beba del agua que EL le dará, la
misma persona se convertirá en fuente, manantial que salta hasta la vida eterna
(Jn. 4,14; 7, 37-39). Esta experiencia de luz y vida, suscita en quien se adhiere a
Cristo, la actitud de obrar como ÉL. El cristiano se sumerge más y más en el
misterio de Jesús, Hombre y Dios verdadero, que se traduce en comunión íntima y
vital con EL, pero como ÉL, con el Padre (cfr. Jn. 8, 8). Con ese trasfondo de la
fiesta de las Tiendas, los candelabros de oro despedían luz que recordaba el paso
de Israel por el desierto, a cuyo alrededor se bailaba, cantaba, y la alegría
acompañaba estas fiestas. En la comunidad eclesial, los cristianos, su condición con
la unción del Espíritu y la acción de adherirse a Cristo en el Bautismo (cfr. 1Jn. 2,
27). La objeción de los fariseos, de carecer de valor el juicio de quien habla de sí
mismo cae por tierra, porque no sólo les ha dado otros testimonios que no han
aceptado, y ahora Jesús quiere recalcar la comunión con su Padre, que lo invade
desde lo interior, hasta convertirse en expresión de Dios Padre. Dios de Dios, Luz
de Luz decimos en el Credo, pues es eso lo que intenta comunicar Jesús en su
discurso. La invitación que nos hace Jesús es en esta Cuaresma es a conocerle
más; la inclusión del evangelista al decir, que su discurso Jesús lo hizo en el lugar
donde estaba el tesoro del Templo, en la nueva economía Jesús es el verdadero
templo de Dios y el verdadero tesoro: Luz que es vida para los hombres.
Teresa de Jesús, paso de las tinieblas a la luz después de su famosa conversión.
“No puedo entender qué es lo que temen de ponerse en el camino de la perfección.
El Señor, por quien es, nos dé a entender cuán mala es la seguridad en tan
manifiestos peligros, como hay en el andar con el hilo de la gente, y cómo está la
verdadera seguridad en procurar ir muy adelante en el camino de Dios. Los ojos en
El y no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia, ni nos deje caminar de noche
para que nos perdamos, si primero no le dejamos a El.” (V 35,14).