V Semana de Cuaresma
Miercoles
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Dan. 3,1.4-6. 8.12.14-20.24-25.28: Los tres jóvenes en el horno.
Esta lectura de Daniel hay que leerla en clave ya que describe la persecución que
sufren los judíos en tiempos de Antíoco IV (s. II a. C.), para mantener la fidelidad
del pueblo a la alianza hecha con Yahvé, vuelve el autor su mirada a los tiempos
del destierro en Babilonia con el rey Nabucodonor (s. VI a. C.). Cada uno en su
tiempo, mandaron a los judíos, bajo pena de muerte, adorar un ídolo: en el caso
del rey babilonio su propia estatua, mientras que Antíoco mandó poner a Zeuz en
el templo de Jerusalén. Los tres jóvenes se niegan y son condenados a muerte.
Pero Dios los libra de las llamas de fuego por la acción de su ángel hasta que
finalmente el rey Nabucodonosor confiesa su fe en el Dios de Sidrac, Misac y
Abdénago cuando exclama. “Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó,
que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron
la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro
fuera de su Dios.” (v. 95).
b.- Jn. 8, 31-42: Si el Hijo os libera, seréis libres.
Sigue Jesús en su discurso y lo dirige a los que lo había seguido en su exhortación,
pero que lo seguían con una fe débil, inicial, sin embargo, queda claro que también
había otros que no lo aceptan, es más, quieren matarlo (v. 37.40). Las palabras de
Jesús develan que el judaísmo y su doctrina son incompatibles. A aquellos que lo
aceptan les pide que permanezcan en su palabra, es decir que mantengan una
comunicación vital con Jesús. Permanecer es mantener la aceptación de su
persona, como algo vital para el discípulo; sólo así se conoce la verdad y gusta la
verdad, que lleva o converge en la libertad. La muerte ya no tiene domino sobre el
discípulo porque vive la experiencia liberadora de la salvación. Se sienten libres sus
interlocutores porque son descendencia de Abraham, se sienten orgullosos de ser el
pueblo escogido por Yahvé, sin embargo, olvidan la esclavitud de Egipto, Babilonia
y otras; Jesús les reconoce ser descendientes del patriarca Abraham, pero no
poseen su espíritu, por eso no lo reconocen a ÉL. Quiere salvar al judaísmo, pero a
sus interlocutores les falta el espíritu que recibió Abraham de parte de Yahvé.
Prosigue el discurso en forma más intima con aquellos que le siguen: Él habla lo
que ha visto y oído a su Padre y ellos hablan de Abraham, su padre, pero Jesús los
desenmascara, diciéndoles que, el patriarca jamás hubiera querido eliminarlo; por
lo tanto Abraham no es su padre. Ellos se defienden argumentando que no son
hijos de la prostitución, es decir tienen un Padre y que no se han contaminado con
la idolatría, como la llamaban los profetas (cfr. Os. 1,2; Ez. 16, 44). Todo el sentido
del discurso de Jesús se centra en la comunión plena con Dios, porque lo ha visto y
oído. Rechazar a Jesús, su persona y mensaje, es rechazar a Aquel que lo envió,
por lo mismo tampoco puede ser hijo de Abraham, que era amigo de Dios. La
mentalidad judía que rechaza a Jesús no viene de Dios (cfr. Jn. 1, 11), sino de
Satanás, padre de la mentira. Por el contrario, la verdad y el amor, son atributos de
Dios, quien proviene de ÉL, acoge a Jesús como verdad del Padre y ama sus
palabras y obras. En esta Cuaresma acojamos a Jesús, única verdad del Padre, que
vino del cielo para que el hombre participe de esa categoría de ser hijo de Dios.
Teresa mujer que luchó por la libertad interior, como espacio para el crecimiento
humano y cristiano del orante, que no nos espante la verdad de lo que somos, para
aceptarla con amor y libertad de espíritu. La voluntad entregada totalmente al
servicio de Dios, hace realidad el “hágase tu voluntad” en la propia existencia
cristiana. “Así que torno a avisar, y aunque lo diga muchas veces no va nada, que
importa mucho que de sequedades, ni de inquietud y distraimiento en los
pensamientos, nadie se apriete ni aflija. Si quiere ganar libertad de espíritu y no
andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la
ayuda también a llevar el Señor, y con el contento que anda y el provecho que saca
de todo; porque ya se ve, que si el pozo no mana, que nosotros no podemos poner
el agua. Verdad es que no hemos de estar descuidados, para que cuando la haya,
sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes.”
(Vida 11,17).