EN CAMINO
Fiesta de Navidad, ciclo “C”.
I. Puso su tienda entre nosotros – Celebración del día
- Primera lectura: Is 52,7-10: Qué hermosos los pies del mensajero de la paz.
- Salmo Responsorial: 98: Hemos contemplado la victoria de Dios.
- Segunda lectura: Hb 1,1-6: Dios se ha revelado de muchas maneras.
- Evangelio: Jn 1,1-18: Puso su morada entre nosotros.
La primera lectura, tomada del profeta Isaías, la ubicamos dentro del contexto del
post-exilio. Al retornar del exilio en Babilonia, después de 49 años, los judíos
encontraron la ciudad de Jerusalén completamente devastada y los campos desolados.
Era una mezcla de alegría por retornar a su tierra y nostalgia por ver la desolación. La
profecía de Isaías le dice al pueblo que Dios no dejará la ciudad así para siempre. Que
Dios vendrá a habitar la ciudad y ese día será de gran alegría, no sólo para Israel sino
para todas las naciones y pueblos de la tierra.
Nosotros los cristianos hacemos una relectura del profeta Isaías y la aplicamos a
Jesús, el Verbo encarnado. Así como el pueblo de Israel soñaba y gozaba con ver una
ciudad reconstruida, tal como lo hicieron algunos años después, hoy nosotros
celebramos con gozo la Natividad de Jesús: “Lancen gritos de júbilo, ruinas de Jerusalén,
porque el Se￱or dej￳ a su pueblo aspirar la libertad, y rescat￳ a Jerusalén”
Durante el tiempo de Navidad llegan a nuestra memoria muchos recuerdos, casi
todos bonitos. Recordamos la niñez, la familia, el barrio, los vecinos, los amigos, la
comida típica de nuestros pueblos y nuestras tradiciones socio-religiosas.
Para algunos pasa desapercibido el motivo real de estas fiestas navideñas. Vale la
pena recordar que todo ese ambiente de alegría y algazara está motivado por una gran
noticia: “el Verbo se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14ª). Dios se solidarizó
con el ser humano y asumió su misma condición al hacer parte de su historia.
La palabra carne (sarx) denota una situación humana limitada, negativa y presa del
pecado. Por eso, algunos traductores prefieren traducir: el Verbo se hizo hombre , en vez
de se hizo carne; pero no es una traducción correcta a la expresión griega: ‘o Logos sarx
egéneto . Si la traducción correcta fuera “se hizo hombre”, el evangelista hubiera utilizado
la palabra ántropos (hombre) en vez de sarx (carne).
Aunque parece una nimiedad no lo es, ya que hablamos de una realidad humana
asumida por el Verbo de Dios: toda la realidad humana incluyendo su pecado. Pero
¿cómo así? ¿El Verbo de Dios se hizo pecado? ¡Pues sí! Por eso dice Pablo: “A quien no
conoci￳ pecado, Dios lo hizo pecado, para condenar el pecado en la carne” (Rom 8,3).
El Verbo de Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret que asumió nuestra condición
limitada y pecadora. Es decir, nuestra historia con lo bello, lo malo y lo feo, pues solo
se redime aquello que se asume. Decimos con esto que el Verbo de Dios asumió toda la
historia humana para salvarla. Nuestra realidad: aquello que nos hace sufrir, llorar,
gemir, sentir rabia, egoísmo, etc., lo asumió Jesús. Y lo asumió para redimirlo. Él hizo
su propia historia de salvación y venció: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33b).
El Verbo puso su tienda entre nosotros. La tienda es una bella imagen simbólica
tomada del Primer Testamento. Fue utilizada por el pueblo de Israel en el desierto,
cuando iba de camino a la tierra prometida, como lugar que daba reposo, ánimo y
sentido en el caminar. En este texto la tienda es signo de la humanidad, en la cual el
Verbo se encarna para hacer con ella un nuevo éxodo salvífico. Jesús, el Verbo
encarnado, nos salva, no sacándonos de la historia, sino asumiéndola y llevándola a la
plenitud.
Para vivir de manera más auténtica las festividades navideñas, es preciso inyectar
en los celebrantes el espíritu de empuje en la construcción y reconstrucción de nuestra
historia personal, comunitaria y social. Permitir que el Jesús niño se encarne en mi
historia personal, en nuestra historia familiar comunitaria, eclesial y social. Que el
Verbo ponga su tienda entre nosotros y nos impulse a caminar hacia la tierra
prometida; hacia un mundo más humano, solidario, fraterno y feliz.
FELIZ Y FRUCTÍFERA NAVIDAD, CON EL VERBO DE DIOS
ENCARNADO EN NUESTRA HISTORIA
Oración
Padre Dios, te damos gracias porque tu gran amor hacia la humanidad hace posible
la salvación para todos nosotros. Gracias porque, por medio de Jesús, asumes nuestra
historia para transformarla radicalmente y conducirnos hacia la plenitud.
Señor Jesús, hoy como ayer, muchos te rechazan al convertir esta maravillosa fiesta
en algo superficial, totalmente alejado del sentido profundo de conversión, de
fraternidad, solidaridad y compromiso por una humanidad equitativa. Reconocemos
que nuestro oscuro corazón ha convertido muchas veces esta celebración en otra
manifestación de la exclusión y la injusticia que padece nuestro mundo. Muchas veces
también nosotros te hemos rechazado al preferir seguir con lo mismo de siempre, en
vez de levantarnos de nuestras poltronas, para buscar juntos la justicia del Reino.
Señor Jesús, gracias porque, hoy como ayer, pones tu tienda junto a la nuestra y
caminas con nosotros; hoy vienes a nuestro mundo, a nuestra realidad, a nuestra casa.
En medio de nuestras incoherencias e infidelidades sigues creyendo en nuestra
capacidad de conversión. Hoy te aceptamos como el Hermano Mayor de nuestra
familia y el camino para ser mejores seres humanos e hijos de Dios. Libéranos de tantos
esnobismos que nos hacen llevar una Navidad vacía de sentido, transforma nuestro
corazón de piedra en un corazón de carne capaz de sentir con los necesitados, de
manera que esta celebración nos anime a identificarnos contigo. Haznos humildes y
sencillos como Tú, enciende nuestros corazones con la auténtica alegría de la Navidad y
que este gozo nos dure para siempre. Amén.