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EN CAMINO
Solemnidad de San José – 19 de marzo
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- Primera lectura: 2Sam 7,4-5ª.12-14ª.16: Tu trono permanecerá por siempre.
- Salmo Responsorial: 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor
- Segunda lectura: Rom 4,13.16-18.22: Apoyado en la esperanza, creyó.
- Evangelio: Mt 1,16.18-21.24ª: Cuando despertó hizo la voluntad del Señor.
El hombre justo y silencioso
“San José no nos dej￳ ninguna palabra. Nos regal￳ su silencio y su ejemplo de hombre justo, trabajador,
esposo, padre y educador.” 1
Dice el texto que María estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. La
tradición judía daba un tiempo que llamaban desposorio o compromiso matrimonial,
período que podía durar de seis meses a un año. Tiempo prudente para que el esposo
construyera su casa y acondicionara su campo o lugar de trabajo donde recibiría a su
esposa. Durante ese tiempo la novia-prometida vivía en su casa paterna a órdenes de su
padre hasta que pasara a órdenes de su esposo, quien a partir del momento debía
responder por ella.
Esta promesa de matrimonio exigía completa fidelidad y cualquier acto de
infidelidad debía ser castigado tal como lo determinaba la Ley de Moisés; en este caso la
lapidación (Lev 20,10 / Dt 22,22ss). En el caso de que la prometida saliera en embarazo
de su prometido, la cosa se veía como algo muy normal. La gente comentaría con
picardía: caramba no se aguantaron, tremendo este tipo, no aplazaron el gustico… pero
nada más.
Sabemos que los evangelios no son relatos periodísticos, no tratan de verdades
científicas, comprobables con la razón. Se trata de testimonios, de confesiones de las
comunidades surgidas a partir de una experiencia de fe donde lo que se busca es
fundamentalmente confesar a Jesús como el Mesías, Hijo de Dios salvador.
Históricamente no sabemos qué pasó. Pero es muy significativo que los evangelios
muestren a Jesús en una unión profunda con el Espíritu Santo, desde el principio hasta
el final. Jesús viene del Padre Dios y realiza su obra salvadora con la compañía del
Espíritu Santo.
Dice el texto que antes de vivir juntos María resultó embarazada por obra del
Espíritu Santo. Ateniéndonos al relato podríamos preguntarnos: ¿Qué pasó por la
mente y el corazón de José al saber que su novia-prometida estaba esperando un hijo
que no era de él? Podemos imaginar las dudas, tal vez las rabias, los cuestionamientos,
1 BOF Leonardo. San José, la personificación del Padre. Dabar, México. 2005. Pag 7.
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el dolor, la tristeza y todo un cúmulo de sentimientos, de pensamientos, de impulsos
que cubrieron la vida de este hombre.
En todo esto José permaneció en silencio; él es hombre del silencio. En todo el
evangelio no se conoce una palabra de José. Pero se dice algo más importante que todas
las palabras, que todos los discursos: José era un hombre justo. Para la cultura judía
hablar de alguien como justo es hacerle un máximo elogio. Para la mentalidad bíblica el
hombre justo es aquel que a partir de una vida en profunda unión con el amor de Dios,
es decir de profunda piedad (hassid), se proyecta a la comunidad con obras que
engrandecen la vida. El justo (sadik) es un piadoso que alimenta su vida de Dios, de su
palabra, de las celebraciones y asambleas de fe, y todo eso lo lleva a la práctica en la
comunidad con el ejemplo, con una conducta íntegra que comunica confianza y por lo
tanto se vuelve referencia social. El justo muestra que su vida religiosa y comunión con
Dios no son mera apariencia.
“El ‘justo’ cumple una misi￳n pública importante. Por eso no podemos imaginar, debido a su
figura silenciosa y discreta, retratada por los evangelistas, que José fuese un anónimo cualquiera perdido
en la masa. Aunque caracterizado por el silencio, por el hecho de ser ‘justo’ sus palabras eran
escuchadas, sus consejos seguidos, su ejemplo comentado, San José es más que el artesano-carpintero de
las manos callosas que empuñan el serrucho, mudo y reservado… El trabajo fue el lugar normal para
ganar el pan y también la oportunidad para experimentar a Dios y crecer silenciosamente en la
meditaci￳n de los designios divinos.” 2
En el tiempo de Jesús las escuelas rabínicas limitaban la justicia al cumplimiento
de la Ley. El Evangelio se aparta totalmente de esta interpretación. Si José se hubiera
limitado a ser un cumplidor al pie de la letra de Ley, porque con eso actuaba con
justicia, entonces sin lugar a dudas habría denunciado a María por adulterio.
¿Qué hacer? Muchas veces ante las oportunidades, las amenazas, los fracasos, las
frustraciones, los dolores, los retos y desafíos que nos presenta la vida, nos corresponde
tomar decisiones. Hay personas que toman decisiones o actúan con ligereza motivadas
por el simple impulso, el deseo de venganza, la rabia, la desolación, la decepción y no
pocas veces cometen grandes errores. Se acaban proyectos, se acaban vidas, se truncan
sueños. ¿Qué ganaba José con poner a María en la picota pública? ¿Qué ganaba con ver
a la mujer que había amado lapidada por una turbamulta? ¿Sentiría aliviado su corazón
adolorido y se restituiría su dignidad de var￳n ‘enga￱ado’?
Nada de eso pesó para José. Primó la vida, tanto de la madre como la de la
criatura que venía en camino. Así que la cuestión quedaría entre los dos. La repudió
pero en secreto. Esa fue la decisión que tomó en el momento. Una decisión en la cual
por encima de la Ley, de la frustración, del dolor, del “honor masculino” estaba la
misericordia, la compresión, la integridad humana.
Hay personas que tras tomar una decisión, a veces a la ligera, no dan pie atrás.
“Por donde meto la cabeza, meto el cuerpo,” dicen algunos. De esta manera no aceptamos
nuestra fragilidad humana, nuestra tendencia a errar y entonces nos cerramos a Dios,
nos cerramos a la vida. Hay veces que es preciso recoger las palabras, dar un paso atrás,
buscar otro camino, siempre y cuando se trate de defender la vida, de dignificarla.
2 BOF Leonardo. San José, la personificación del Padre. Dabar, México. 2005. Pag. 25
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Una característica del hombre justo según la biblia es que está atento a la voz de
Dios para descubrir la mejor forma de obrar en el día a día. Y eso fue lo que hizo José.
Simbólicamente dice el texto que “ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Se￱or se le apareci￳
en sueños y le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María como esposa tuya, pues la
criatura que espera es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mt 1,20-21). Los sueños simbolizan un lenguaje
profundo que Dios emplea para comunicarle algo al ser humano. El ser humano por su
parte debe estar atento a esa voz de Dios, saberla comprender con certeza para
descubrir su quehacer.
José le dejó espacio a Dios para que le comunicara su voluntad. Y Dios se la fue
comunicando en lo profundo de su ser, en los acontecimientos, en la persona de María
y su propio silencio. Y entonces comprendió que lo invitaba a cumplir una misión: ser
el esposo de María y el padre de la criatura que venía en camino, es decir formar una
familia. Así que puso a disposición de Dios su libertad y voluntad humana, descubrió el
plan de Dios para su vida y para la humanidad, y dispuso toda su vida para que se
hiciera realidad. El silencio y la aceptación de José son un testimonio de entrega total al
proyecto salvador de Dios, sobre todo para nosotros que con mucha frecuencia
pretendemos darle lecciones a Dios e indicarle cómo debe actuar.
Con frecuencia el Evangelio insiste en la imperiosa necesidad de pasar de las
palabras a las obras. Muchas veces critica a los fariseos que dicen pero no hacen (Mt
23,1ss). Como cierre del discurso central del Nuevo Testamento, el discurso de las
bienaventuranzas, dice: “No todo el que dice ¡Se￱or, Se￱or!, entrará en el reino de los cielos, sino el
que haga la voluntad de mi Padre del cielo” (Mt 7,21). Sobre José afirma que cuando se despertó
del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa (Mt 1,24).
José no fue el hombre de los discursos, de las palabras, a veces de la vana palabrería;
fue el hombre del obrar recto. Fue el hombre que edificó su casa sobre la roca, aquel
que supo escuchar la palabra de Dios y a puso por obra (Mt 7,24ss).
Por enaltecer la figura de José muchas veces se ha mistificado y deshumanizado la
persona y el verdadero significado de su misión. Lo ven como un hombre sin mujer,
por lo tanto a María como una mujer sin hombre y a Jesús como un niño sin padre.
Ven a María como una especie de monja que se la pasaba en su convento bajo una
disciplina rígida. José entonces habría sido una especie de guardián y protector, un
patriarca, un abuelo canoso que cuidaba al niño, con un ramo de lirios, símbolo de la
castidad.
Pero estas imágines no tienen asidero en los Evangelios. Son más especulaciones
de piadosos fantásticos a quienes les escandaliza la sola idea de pensar que los santos
tuvieran pasiones humanas. A estos les ayudaron los evangelios apócrifos y sus
fantásticas leyendas. Por ejemplo el libro apócrifo “La historia de José el carpintero”, afirma
que José era enviudó después de 49 años de matrimonio con el cual tuvo varios hijos e
hijas. Que solamente a los 93 años, cuando ya la virginidad de María no corría peligro,
se habría casado con ella. Que murió a los 111 años, es decir 18 años después. Pero esas
afirmaciones son solo imaginación popular y pietismo desencarnado.
Los Evangelios dicen otra cosa: que José tenía su mujer (Mt 1,20.24), que fue
novio de María (Mt 1, 18; Lc 1, 27) y luego su esposo (Mt 1,16.19.18.20.24; Lc 1,27;
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2,5). María por su parte tuvo su hombre que fue José; primero fue su novio y luego
marido (Mt 1,16.19) y vivieron juntos en Nazaret (Mt 1,24; 2,23). Por eso los
evangelios llaman a José como el esposo de María y a María como la esposa de José (Mt
1,16.18-20; Lc 1,27). Jesús a su vez es reconocido como el hijo de José (Lc 3,23; 4, 22b;
Jn 1,45; 6,42) o el hijo del carpintero (Mt 13, 55), de quien aprendió la profesión, pues
también lo llaman carpintero.
Como en la Iglesia se sobreestimó la vida religiosa, los conventos, las monjas, los
monjes y toda la estructura clerical fue presentada como paradigma, como el ideal de
seguimiento y de santidad. Por eso se veía a María como una monja, a José como un
monje anciano y a Jesús como un pichó de monje. Pero la familia de Nazaret fue eso
una familia, como tantas familias, con lo humano y lo divino, con la presencia del
Espíritu, con todo el amor de una pareja de esposos y la gracia de Dios, así como con
los conflictos, las limitaciones, los problemas. “Seamos realistas: las tensiones, los pequeños
disgustos en la lucha cotidiana y en el desarrollo de la confianza, son propios de la condición humana, Así debe
haber ocurrido en las relaciones de José y María. Si no, ¿cómo se hubiera profundizado su unión? ¿Cómo se
hubieran fortalecido sus virtudes? Las limitaciones de la fragilidad humana son ocasiones de purificación y
maduración.” 3
José fue entonces fundamentalmente el esposo de María y el padre de Jesús, con
los cuáles formaron una familia, con todas las realidades bellas y difíciles de cualquier
familia.
José fue el hombre justo y silencioso, no porque no tuviera qué decir, sino porque
irradiaba más con los hechos que con las palabras. En el silencio del trabajado obró con
sus manos, más que con su boca, pues como decía San Vicente de Paul: “El ruido no hace
bien, el bien no hace ruido”.
La fiesta de San José es la fiesta de la familia, es la fiesta de los trabajadores, es la
fiesta de los padres, de los que construyen en silencio una humanidad mejor.
Festejamos a José y en su persona a todos aquellos que con su trabajo en el silencio y el
anonimato, transforman nuestra humanidad. Quienes con su testimonio de vida van
conduciendo a sus hijos e infundiendo en ellos los valores más sagrados que
engrandecen la vida humana: la honestidad, el trabajo, la misericordia, la justicia, la vida
interior, el silencio, el respeto por la naturaleza de la que todos venimos… Esta es la
fiesta de la gente buena, de la gente humilde y su vida sin ruidos, que en el anonimato
de la cotidianidad se gana la vida trabajando honradamente orientados por la
inspiración divina más que por grandes teorías filosóficas o teológicas.
Oración
Padre y Madre de infinita bondad y misericordia, fuente de sabiduría y amor,
misterio infinito de de quien procede y se encamina alegremente nuestra vida. En ti nos
sumergimos con absoluta confianza en esta búsqueda constante de sentido. Abrimos
nuestra vida a tu gracia para ser inundados de tu amor maternal y paternal que nos hace
sentir hijos, dignos, libres y seguros.
3 BOF Leonardo. Op. Cit. Pag. 17.
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Como José, a veces nos sentimos decepcionados, frustrados y ante la necesidad de
tomar decisiones muy delicadas que ponen en juego nuestra vida y la de los demás.
Revélanos en lo profundo de nuestras conciencias tu voluntad para actuar siempre con
justicia y rectitud de corazón. Que podamos descubrir y asumir con humildad, con
decisión y con valentía la misión que tú has puesto en nuestras manos, de manera que la
llevemos a plenitud. Amén.