V Semana de Cuaresma
Sabado
Jesús nos trae la nueva Alianza en su Sangre redentora, la liberación que
nos hace hijos de Dios
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a
casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y
les contaron lo que Jesús había hecho. Los sumos sacerdotes y los
fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque
este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos
creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar
santo y nuestra nación". Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo
Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada. ¿No les
parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que
perezca la nación entera?". No dijo eso por sí mismo, sino que
profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación,
y no solamente por la nación, sino también para congregar en la
unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos. A partir de ese
día, resolvieron que debían matar a Jesús. Por eso Él no se
mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región
próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció
con sus discípulos. Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha
gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les
parece, vendrá a la fiesta o no?". Los sumos sacerdotes y los
fariseos habían dado orden de que si alguno conocía el lugar donde
Él se encontraba, lo hiciera saber para detenerlo” (Juan 11,45-57).
1. « Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación,
sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban
dispersos ». Hoy, de camino hacia Jerusalén, Jesús se sabe perseguido,
vigilado, sentenciado, porque se ha revelado como Hijo de Dios y ha dado
“el anuncio del Reino” pero no han creído y Caifás ha dicho « os conviene
que muera uno sólo por el pueblo y no perezca toda la nación ». Se
prepara para « reunir en uno a los hijos de Dios que estaban
dispersos ᄏ. Nguyen van Thuan decía: “Mira la cruz y encontrarás la
soluci￳n a todos los problemas que te preocupan”.
Nos encontramos a las puertas de la Semana Santa. Como se suele
decir, el tiempo ha pasado “volando”. Hemos hecho el camino de 40 días:
Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos,
poniéndolos por obra ”. Sin embargo, si hemos de ser sinceros, y a la
vista de las antífonas de las misas de todos estos días de Cuaresma, en
donde se nos ha invitado a la conversi￳n, a la penitencia, a la penitencia… y
a más penitencia, nos hemos de preguntar: ¿en qué ha consistido esa
reparación, sacrificio o desagravio diario? Yo siempre tengo la impresión
que tenía que haber hecho más. Menos mal que hay una cosa llamada
“tiempo” que con la experiencia de lo vivido puedo seguir mejorando:
mientras hay vida hay esperanza… siempre suelo decir: “esto no ha salido…
todavía ”.
Jesús “ se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad
llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos ”. Se reúne
con sus íntimos en vísperas de lo que ha de acontecer. La oración, es la
antesala de la penitencia, y ésta la mesa del sacrificio. Pero Jesús, además
de acompañarse de sus discípulos, cuenta contigo y conmigo, y en ese altar
de la Eucaristía se encuentra toda la humanidad, esperando, una vez más,
la pequeña penitencia que hoy hayamos podido realizar. Sólo así,
ganaremos almas para Dios (Archidiócesis Madrid).
El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”, “tiene
ya la vida eterna ”: Se￱or, no quiero más egoísmo, reticencias, cálculo;
hazme como tú, entregado a mi vocación a la que Dios me llama, a la
Verdad, quiero oír que me dices: “Yo soy el Hijo de Dios”, y que me
devuelves la pregunta: ¿Y tú quién pretendes ser? ¿Quién pretendes ser,
que no aceptas plenamente mi amor en tu corazón? ¿Quién pretendes ser,
que calculas una y otra vez la entrega de tu corazón a tu vocación cristiana
en tu familia, en la sociedad?
2 . Ezequiel anuncia la vuelta de Israel del exilio, a los momentos de
gloria con el Mesías. Es Alianza divina con los patriarcas, Moisés, David...
que veremos en el evangelio de hoy, con Jesús que da su vida « para
reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos ». Amar y ser amados.
Nos gusta más la paz que la discordia. Dios se presenta como «el que
procura la unión». «Voy a congregarlos...» Él mismo es, en sí mismo, un
misterio de unidad: Tres constituidos en uno. Dios hizo la humanidad, cada
hombre, a su imagen. Necesitamos sentirnos solidarios unos con otros,
ayudarnos mutuamente, dialogar: sin racismos, separatismos, conflictos,
silencios que hacen da￱o… Perdón, Señor.
-“ No volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar
divididos en dos reinos ”. Estaban re￱idos el Reino de Judá al sur y el
Reino de Israel, al norte. Pero tal situación es símbolo de todas las rupturas
entre hermanos, entre esposos, entre naciones, entre grupos sociales, entre
Iglesias. Hijos del mismo Padre, amados del mismo Dios. Toda ruptura
entre hermanos comienza por desgarrar el corazón de Dios. Toda división
entre hombres, hechos para entenderse, comienza por ser contraria al
proyecto de Dios. Y, para la Iglesia, es un escándalo: " ¡que todos sean
uno para que el mundo crea! ", « os doy un mandamiento nuevo:
amaos los unos a los otros. » « Felices los constructores de paz, serán
llamados hijos de Dios .» ¿Qué llamada es oída más intensamente por mí
a través de esas Palabras de Dios? ¿En qué punto de la humanidad he de
ser «constructor de unidad», lazo de unión, elemento de diálogo?
-“ Yo seré su Dios... y ellos serán mi pueblo... Y las naciones
sabrán que yo soy el Señor, el que santifica a Israel ”. La reputaci￳n de
Dios está comprometida con el testimonio de unidad que da, o que no da,
una «comunidad cristiana». La desunión de los cristianos, el rechazo del
diálogo y de la búsqueda en común... impiden reconocer a Dios. Las
« naciones no sabrán que Él es el Señor » si no se hace ese esfuerzo de
unidad (Noel Quesson).
Como la Pascua, son palabras que pasan por la muerte, para dar
vida. Dios nos tiene destinados a la vida y a la fiesta. Los que no sólo oímos
a Ezequiel o Jeremías, sino que conocemos ya a Cristo Jesús, tenemos
todavía más razones para mirar con optimismo esta primavera de la Pascua
que Dios nos concede. Porque es más
importante lo que Él quiere hacer que lo que
nosotros hayamos podido realizar a lo largo
de la Cuaresma. La Pascua de Jesús tiene una
finalidad: Dios quiere, también este año,
restañar nuestras heridas, desterrar nuestras
tristezas y depresiones, perdonar nuestras
faltas, corregir nuestras divisiones. ¿Estamos
dispuestos a una Pascua así? En nuestra vida
personal y en la comunitaria, ¿nos damos
cuenta de que es Dios quien quiere «celebrar»
una Pascua plena en nosotros, poniendo en
marcha de nuevo su energía salvadora, por la
que resucitó a Jesús del sepulcro y nos quiere resucitar a nosotros? ¿Se
notará que le hemos dejado restañar heridas y unificar a los separados y
perdonar a los arrepentidos y llenar de vida lo que estaba árido y raquítico?
(J. Aldazábal).
Pedimos al Señor su gracia especialmente estos días: « Tú concedes
a tu pueblo, en los días de Cuaresma, gracias más abundantes »
(oración): “Estoy decidido a que no pase este tiempo de Cuaresma como
pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro. Me dejaré empapar,
transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole
como Él desea ser querido […]. El cristianismo no es camino cómodo: no
basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años” (San Josemaría).
« Humildemente te pedimos, Señor, que así como nos alimentas con
el cuerpo y la sangre de tu Hijo, nos destambién parte en su
naturaleza divina ᄏ… (Postcomunión).
Cuaresma que ahora nos pone delante de estas preguntas
fundamentales: ¿avanzo en mi fidelidad a Cristo?, ¿en deseos de santidad?,
¿en generosidad apostólica en mi vida diaria, en mi trabajo ordinario entre
mis compañeros de profesión? Procuremos aguzar el ingenio –el amor es
agudo- para descubrir que nuestro Padre del Cielo –que tiene como propio
perdonar y tener misericordia- está siempre esperándonos pues desea
perdonar cualquier ofensa para ofrecernos su casa, está feliz cuando el hijo
vuelve de nuevo a Él, se siente realizado cuando el hijo se arrepiente y pide
perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser
perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia. San León
Magno nos anima a descubrir nuestro mejor yo en ese amor que Dios nos
ha puesto, esas semillas divinas, así decía: “Que cada uno de los fieles se
examine, pues, a sí mismo, esforzándose en discernir sus más íntimos
afectos”.
Y de ahí saldrán propósitos de más sacrificio pues el amor se muestra
ahí, en cosas pequeñas, y ahí también se estropea, con la rutina y dejadez…
“Hemos de convencernos de que el mayor enemigo de la roca no es el pico
o el hacha, ni el golpe de cualquier otro instrumento, por contundente que
sea: es esa agua menuda, que se mete gota a gota, entre las grietas de la
peña, hasta arruinar su estructura. El peligro más fuerte para el cristiano es
desperdiciar la pelea en esas escaramuzas sobrenaturales, que calan poco a
poco en el alma, hasta volverla blanda, quebradiza e indiferente, insensible
a las voces de Dios” (san Josemaría).
Llucià Pou Sabaté