Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Domingo de Ramos
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no
quedaría defraudado * Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? * Se
rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo * He deseado enormemente comer esta
comida pascual con vosotros, antes de padecer
Textos para este día:
Isaías 50, 4-7:
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una
palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los
que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro
ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo 21:
Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: "Acudió al Señor, que
lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere." R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.
Filipenses 2, 6-11:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno
de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el
abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre .
Lucas 22, 14-23, 56:
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ - «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de
padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el
reino de Dios.»
C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
+ - «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde
ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»
Haced esto en memoria mía
C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo:
+ - «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
+ - «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
vosotros.»
¡Ay de ése que entrega al Hijo del hombre!
«Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el
Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de ése que lo entrega!»
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a
hacer eso.
Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve
C. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como
el primero. Jesús les dijo:
+ - «Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen
llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros
pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que
está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os
transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi
mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.»
Tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos
C. Y añadió:
+ - «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo.
Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da
firmeza a tus hermanos.»
C. Él le contesto:
S. -«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»
C. Jesús le replicó:
+ - «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado
conocerme.»
Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito
C. Y dijo a todos:
+ - «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»
C. Contestaron:
S. - «Nada.»
C. Él añadió:
+ - «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no
tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que
cumplirse en mí lo que está escrito: Fue contado con los malhechores." Lo que se
refiere a mí toca a su fin.»
C. Ellos dijeron:
S. - «Señor, aquí hay dos espadas.»
C. Él les contesto:
+ - «Basta.»
En medio de su angustia, oraba con más insistencia
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los
discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ - «Orad, para no caer en la tentación.»
C . Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba,
diciendo:
+ - «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya.»
C - Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia,
oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de
sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró
dormidos por la pena, y les dijo:
+ - «Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas,
uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ - «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. - «Señor, ¿herimos con la espada?»
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino, diciendo:
+ - «Dejadlo, basta.»
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales
del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ - «Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario
estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra
hora: la del poder de las tinieblas.»
Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo
sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio,
se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
S. - «También éste estaba con él.»
C. Pero él lo negó, diciendo:
S. - «No lo conozco, mujer.»
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. - «Tú también eres uno de ellos.»
C. Pedro replicó:
S. - «Hombre, no lo soy.»
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. - «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro contestó:
S. - «Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le
echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había
dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo
afuera, lloró amargamente.
Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?
C. Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. - «Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante su Sanedrín
C. Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes
y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. - «Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les contesto:
+ - «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios
todopoderoso.»
C. Dijeron todos:
S. - «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les contestó:
+ - «Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. - « ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído
de su boca.»
C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
S. - «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y
oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. - « ¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le contestó:
+, - «Tú lo dices.»
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. - «No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. - «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción
de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos
días.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que
quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hizo
un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes,
con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato,
porque antes se llevaban muy mal.
Pilato entregó a Jesús a su arbitrio
C. Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les
dijo:
S. - «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta
que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre
ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha
remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré.»
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
S. - « ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un
homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos
seguían gritando:
S. - «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Él les dijo por tercera vez:
S. - «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que
merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo
el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había
metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía
del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban
lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ - «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos,
porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y los vientres
que no han dado a luz y los pechos que no han criado." Entonces empezarán a
decirles a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos";
porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasara con el seco?»
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ - «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
Éste es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S - «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. - «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de
los judíos.»
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. - « ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro le increpaba:
S. - « ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es
justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en
nada.»
C Y decía:
S. - «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
C. Jesús le respondió:
+ - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la
media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y
Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ - «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:
S. - «Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo
que ocurría, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo
habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado
C. Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no
había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de
Arimatea, pueblo de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a
pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en
un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían
acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban
su cuerpo. A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron
reposo, conforme al mandamiento.
Temas de las lecturas: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no
quedaría defraudado * Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? * Se
rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo * He deseado enormemente comer esta
comida pascual con vosotros, antes de padecer
1. El Día En Que Cristo Aceptó Ser Rey
1.1 Nuestro Señor y Divino Salvador no aceptó la aclamación de las multitudes que
pretendían hacerlo rey después de ver sus asombrosos milagros (cf. Jn 6,15). No
quiso una corona cuando todos exclamaban: "¡todo lo hace bien!" (Mc 7,37). Huyó
a la montaña muchas veces y a menudo se refugió en la oración y la intimidad con
Dios, su Padre (Mt 14,23). En todas esas ocasiones, cuando hubiera sido
sencillísimo y casi natural proclamarse Hijo de David y sucesor del trono para
liberar a Israel, guardó silencio, se ocultó discreto, oró en lo escondido, se apartó
de las aclamaciones y los vítores.
1.2 Pero hubo un día en que aceptó el aplauso y no huyó de la ovación de su
pueblo. Un día Cristo aceptó ser rey, y selló su destino, cambió la historia y abrió
un futuro para el universo entero con el gesto humilde y noble que hoy
contemplamos: miremos todos, asómbrese el mundo, cante Judá y no calle Israel:
Jesús, el Nazareno, es el Rey, y manso entra en la ciudad de David rodeado de
humilde corte.
1.3 ¿Por qué esta vez el Señor aceptó lo que antes rechazaba? ¿Por qué nos parece
que se deja envolver en el entusiasmo de aquella multitud que por fin puede dar
rienda suelta a su afecto y emoción? Es que bien sabía Jesús qué le esperaba
después de esos aplausos y cuánto cambiarían esas voces en cuestión de horas.
Percibía su corazón el odio exacerbado de aquellos que veían en él un peligro para
sus intereses. Sabía que los poderosos, tantas veces fustigados por el verbo del
Verbo, terminarían por unirse, aunque sólo fuera para estar de acuerdo en quitarlo
de en medio. Y en cuanto a sus discípulos, entendía cuán frágil era su amor, así le
juraran lo contrario. Comprendía entonces que las cotas más altas de la maldad
brotarían con inusitado ímpetu de uno a otro momento, y sabía que ser rey, en
medio de semejante torbellino de pasiones y venganzas, más que un honor era un
acto de compasión, una obra de misericordia, una manifestación, la última y más
perfecta, de su amor inextinguible.
2. Frontispicio de la Semana Santa
2.1 Este día, domingo que introduce la celebración de los misterios más hondos y
bellos de nuestra fe, es como el frontispicio desde el que ya vemos la grandeza que
nos espera en la semana que comienza.
2.2 Y por eso la Iglesia, después de invitarnos a cantar aclamaciones al Mesías
Pacífico y verdadero Rey, nos invita a mirar en un solo y maravilloso conjunto qué
fue lo que entonces sucedió, para que nuestros oídos se acostumbren a la música
de drama y de amor que es la Pasión del Señor.
2.3 Es bueno oír así de una sola vez la Pasión para entender que fue Uno solo el
que todo sufrió y Uno solo el que todo venció. Fue Uno solo el que cargó con
nuestras culpas y Uno solo el que las arrojó a lo hondo del mar. Uno solo venció a
nuestro enemigo, Uno solo triunfó sobre la muerte, Uno solo nos amó hasta el
extremo, Uno solo nos dio el perdón, la paz, la gracia y la vida que no acaba. Uno
solo: Jesucristo, el Hijo del Dios vivo.
2.4 Miremos, pues, con ojos de gratitud y escuchemos con oídos de discípulo el
sublime testimonio de este relato. Nada hay semejante en las páginas o escritos de
esta tierra. Nada se compara a la altura de ese perdón que, como en cascada, cae
desde la Cruz para hacer un nuevo diluvio, no de venganza y castigo, sino de
misericordia y de gracia. Nada tan útil y saludable como esta historia de redención,
la única que será de nuestro interés cuando nuestros ojos se cierren a las
vanidades de esta tierra y tengan que abrirse, para gloria o condena, en la
eternidad.
Fr. Nelson Medina, O.P.