Comentario al evangelio del Sábado 23 de Marzo del 2013
Queridos amigos y amigas:
Pocos días hay una unidad temática tan estrecha entre la primera lectura, el salmo responsorial y el
evangelio. Podríamos formularla así: en la muerte de Jesús se realiza el oráculo profético sobre la
reunificación del pueblo. Veámoslo con detalle.
Ezequiel, el profeta del destierro, le anuncia al pueblo una promesa de Dios: Voy a recoger a los
israelitas de las naciones a las que marcharon ... los haré un solo pueblo en su tierra .
El salmo responsorial toma un texto del capítulo 31 de Jeremías en el que se anuncia: El que
dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño.
Finalmente, en el evangelio, Caifás habló proféticamente anunciando que Jesús iba a morir por
la nación; y no sólo por la nación sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos .
Podríamos decir que la liturgia de este último sábado del tiempo de Cuaresma nos ofrece una clave
para interpretar la muerte de Jesús en perspectiva de globalización. Su muerte va a restañar las heridas,
va a llevar a cabo el sueño que él mismo había presentado al Padre: Que todos sean uno .
La humanidad está viviendo en las últimas semanas una fuerte tensión. El conflicto de Irak ha sido el
detonante de la división que caracteriza a nuestro mundo: Norte-Sur, mundo musulmán-civilización
“occidental”, aliados de Washington-países no alineados, etc. El germen de la división fructifica en
muchos campos.
Por desgracia, nuestra Iglesia no siempre se entrega plenamente al servicio de la unidad de la familia
humana. A pesar de que esta misión pertenece a su esencia católica, a lo largo de la historia, y también
en el presente, la Iglesia se siente más segura en actitudes provincianas. Sigue activa esa atávica tríada
“tierra-patria-religión” que tantos disgustos nos da. ¿No estamos llamados a una visión de onda larga?
¿No pertenece a la vocación cristiana luchar, como Jesús, para reunir a los hijos de Dios dispersos ?
Aquí no se habla de ningún proyecto megalómano que elimine las diferencias, sino de algo más
sencillo: contribuir a que la comunión de la familia humana, el sueño de Dios, se haga realidad, hacer
que muerte de Jesús no sea inútil.
Es probable que algunos de los que os asomáis regularmente a la ventana de Ciudad Redonda paséis
esta Semana Santa fuera de vuestros hogares, algunos, incluso, en misión pastoral. Que el Señor os
acompañe y os haga portadores de su paz, que podáis ver en todo hombre o mujer a un hermano que Él
os regala.
Ciudad Redonda
Ciudad Redonda