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EN CAMINO
Tercer domingo del tiempo ordinario, ciclo “C”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
Ley de Dios – Teófilo – El proyecto de Jesús
- Primera lectura: Neh 8,2-4ª.5-6.8-10: la alegría que les da el Señor es su fortaleza.
- Salmo Responsorial: 19(18),8-10.15: La voluntad del Señor es pura.
- Segunda lectura: 1Cor 12,12-30: Ustedes son el cuerpo de Cristo.
- Evangelio: Lc1,1-4.4,14-21: Él me envió a llevar una buena noticia a los pobres.
La Ley de Dios: a finales del siglo V a.C. a los judíos que vivían el exilio de
Babilonia se les permitió volver a su tierra, gracias a la resistencia civil de todo el pueblo
y a los buenos oficios de los líderes judíos, quienes lograron el acuerdo con Ciro, rey de
Persia, que había sometido Babilonia. Tomaron el camino hacia Israel llenos de alegría y
cargados de ilusiones y esperanzas; pero encontraron un país muy maltrecho.
Animados por sus líderes político – religiosos, empezaron a transformar esa
realidad. Trabajaron fuerte para reconstruir el templo, las murallas de la ciudad, las
casas, los cultivos, etc. Se enfrentaron a los judíos que no fueron al exilio y habían
empezado la reconstrucción por sus propias manos, así como con otros pueblos que
ocuparon los territorios despoblados. Se enfrentaron a la envidia y a la hostilidad de
algunos vecinos y a todo el desorden que se generó con la llegada de los antiguos
habitantes, quienes reclamaban el derecho sobre los bienes y sobre todo el sistema
político – religioso.
En medio de todo ese desorden necesitaban una norma de vida que facilitara la
convivencia pacífica y la reconstrucción de los campos y ciudades, así como del tejido
social. Esdras era un líder que había llegado con los exiliados y era respetado por todos,
en su calidad de sacerdote y maestro. Él fue quien se encargó de proclamar en nombre
de Dios, la normatividad necesaria para ese momento histórico: La Santa ley de Dios, o
sea la constitución política del estado de Israel.
La Ley de Dios busca facilitar la realización de su Proyecto para el pueblo.
Pretende generar el espacio necesario para vivir en libertad e implantar la justicia y el
derecho de todos. Promueve la verdad, el respeto a la dignidad humana, la solidaridad
de las personas que la integran y la prevalencia del interés general. La Ley de Dios es
una normatividad dinámica, actualizada y actualizable, pero no manipulable. Una ley es
de Dios cuando busca el bien común, defiende la vida, la verdad y la realización plena
del ser humano y de todos los seres humanos.
Teófilo: a Teófilo, del griego Theos (Dios) y Filos (amor o amigo), o sea, el
amado de Dios o el amigo de Dios, dedicó Lucas el Evangelio. ¿Quién fue Teófilo? Es
posible que haya sido alguna figura conocida como Tito Flavio Clemente, sobrino del
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emperador Vespasiano, según lo dice B. H. Streeter, (en The Four Gospels, 1924, pp.
534ss). Por el título de excelentísimo (Lc 1,3) puede que se trate de alguien que ocupara
alguna posición oficial, o tal vez se trate de algún título de cortesía. Es posible que se
trate de algún personaje ilustre de la sociedad romana que había adquirido alguna
información acerca del cristianismo, a quien Lucas decidió proporcionarle un relato
más organizado y fidedigno. Como el cristianismo empezaba a ser mal visto por el
imperio, tal vez se trate de algún romano sobre el cual Lucas buscara ejercer influencia
y ganarlo para la causa del Evangelio.
Algunos biblistas piensan que, tal vez, se trate de un pseudónimo para indicar al
lector cristiano en general. Algo así como el “discípulo amado” del Cuarto evangelio, o
Evangelio de Juan, que se refiere a la comunidad que escribió ese evangelio: La
comunidad del Discípulo Amado. Sea un personaje real o un pseudónimo, hoy el
Evangelio es para todos. Todos los teófilos, es decir, los amados de Dios, estamos
invitados a leer, escuchar, meditar, orar y caminar animados por el testimonio de Lucas.
El proyecto de Jesús: habría muchas razones para ser ateo. Muchas maldades
hacemos los seres humanos en el nombre de Dios, dignas de optar por el ateísmo. Pero
cuando leemos un texto bíblico como el de hoy en Lucas, seguro tendremos muy
buenas razonas para creer en el Dios de Jesucristo.
Hablamos del Espíritu como una energía que fortalece, mueve, da sentido, empuja
y arrastra hacia algo. Podemos hablar del espíritu del mal y de espíritus malignos que
arrastran la vida del ser humano hacia la maldad, la destrucción, la muerte y, finalmente,
hacia la frustración total de su existencia. Hablamos también del Espíritu de Dios como
una fuerza que impulsa a la plenitud de la vida, a la bienaventuranza eterna.
Hoy leemos en el Evangelio de Lucas, la lectura del profeta Isaías por parte de
Jesús y su opción profética por la causa de los pobres con la fuerza del Espíritu del
Señor. Fue el Espíritu del Señor quien lo acompañó y lo fortaleció, durante todo su
ministerio. Fue el Espíritu del Señor quien lo animó para optar por la causa de Dios.
Para tomar como bandera de su vida el compromiso de los profetas de Israel que
reclamaban la justicia y el derecho de los pobres. Él permitió que el Espíritu del Señor
lo cubriera, lo inundara totalmente y condujera su vida.
Todos los seres humanos tenemos sueños e ideales para realizar. Casi todos
referentes a lo personal: estudio, éxito profesional, económico y afectivo, viajes, goce,
etc. ¡Y no es que eso esté mal! Es natural que todos queramos bienestar. Son admirables
las personas que logran salir del fango y alcanzar el éxito a fuerza de trabajo inteligente,
metódicamente organizado, con fe y amor por la vida.
Jesús pudo ser una persona de éxito y obtener los logros personales nunca antes
vistos. Pero hizo una opción distinta: la causa de los pobres, de los cautivos, de los
ciegos, de los oprimidos… en fin, la causa de Dios. “El espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ungió. Él me envió a llevar una buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación
a los cautivos y dar vista a los ciegos; a dar libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del
Señor.”
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En este texto Jesús nos presenta su proyecto vital: rescatar la humanidad caída a
causa de tantas realidades que la oprimen: pobreza, esclavitud, enfermedades,
ignorancia, maltrato, injusticias, etc.
Como Iglesia, cuerpo de Cristo (segunda lectura), comunidad de discípulos y
discípulas de Jesús, tenemos que asumir su Proyecto y hacerlo vida en nosotros.
Llamarse cristiano y hacerse sordo al clamor de los pobres, llamarse cristiano y no
asumir el Proyecto de Jesús, es una gran mentira, sería mejor ser un ateo comprometido
con la causa humana, y no un cristiano mediocre que ignora o traiciona la causa del
Maestro.
El cristiano debe asumir la misión de Jesús, así como Él asumió la misión de los
profetas. Ser cristiano es vivir y luchar por la causa de Jesús. Es proclamar la Buena
Noticia, especialmente a quienes están cansados de recibir malas noticias. El cristiano
no puede ser ciego, sordo y mudo, es decir, indiferente ante la problemática de tantos
seres humanos que sobreviven día a día.
El cristiano es una persona poseída por el Espíritu del Señor y comprometida con
la causa humana. Vive con la mirada puesta en Dios, con el corazón en los hermanos y
con los pies sobre la tierra. El cristiano no es tanto el que hace “obras de caridad”, sino
el que dedica su vida a la búsqueda eficiente de un nuevo orden que permita a todos
vivir a plenitud. La espiritualidad cristiana debe impulsar procesos para rescatar la
humanidad arrastrada por el mal. Una espiritualidad desencarnada de la realidad, una
espiritualidad que sólo se preocupa de “lo espiritual” y olvida la realidad humana
concreta, es un espiritualismo barato que falsea a Jesús y engaña a los creyentes
incautos.
¿Podemos decir hoy como Jesús: hoy se cumplen en nosotros estas palabras que
acabamos de oír? ¿Me siento ungido por el Señor? ¿Siento que el Espíritu del Señor está
sobre mí, y me envía a anunciar la Buena Noticia? ¿Estamos, como Iglesia,
comprometidos a anunciar la Buena Noticia a pobres, ciegos, enfermos y encarcelados?
Oración
Padre Dios, te damos gracias por tu hijo Jesucristo y su compromiso a favor de las
personas más necesitadas. Te bendecimos porque así como desplegaste todo tu poder
para acompañar al pueblo de Israel en la reconstrucción del país, hoy sabemos que estás
con nosotros, nos liberas, nos fortaleces y conduces nuestra historia hacia la plenitud.
Gracias porque tu Espíritu que recibimos en nuestro bautismo, en la confirmación y en
la continua comunión contigo nos capacita para ser continuadores de tu obra salvadora.
Padre Dios, nosotros queremos asumir el mismo compromiso de Jesús a favor de
los más necesitados: enfermos, encadenados, excluidos y todos los pobres marginados
por nuestra sociedad. Que tu Espíritu penetre toda nuestra vida, nos conduzca, nos
fortalezca y nos capacite para trabajar y transformar la realidad. Líbranos de una
espiritualidad engañadora y desencarnada de la realidad. Danos una espiritualidad
coherente con la realidad y con la utopía del Reino. Confiamos en tu bondad y en tu
poder, ponemos en tus manos toda nuestra vida, nuestra búsqueda constante de
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felicidad. Todo esto te lo presentamos por medio de Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro
que vive y da vida, que ama e invita a amar, por los siglos de los siglos. Amén.