Semana Santa
Martes
Juan 13, 21-33.36-38
En este capítulo 13 se resalta la fidelidad de Dios y la traición del hombre. Es
como un cuadro lleno de contraste, de luces y sombras.
Mientras Jesús revela con sus gestos y con sus palabras en la última cena la
plenitud de su amor, contrasta la debilidad del hombre que llega a la infidelidad.
La traición de Judas y la traición de Pedro son diversas las motivaciones
morales pero tienen un fondo común de traición al amigo, y en este caso al amigo
divino.
Ambas infidelidades son signo de la debilidad de la naturaleza humana en sí
frente a la lógica de la fidelidad y el amor frente a Dios, amor y fidelidad infinitos.
Puede pensarse que la infidelidad de Judas tuvo su origen en un interés poco
noble como es el dinero, o por otro motivo menos innoble como afirman algunos
comentaristas que el motivo de la traición de Judas fue su decepción ante su
pensamiento o ideología de un nacionalismo fanatizado. De todas maneras y porque
no se arrepintió, su traición ha quedado como paradigmática de toda traición, a tal
punto que a un traidor se lo llama Judas.
Piénsese lo que se piense de una u otra traición, las dos nos dan una gran
lección para un real seguimiento a Jesucristo.
Judas como Pedro se quedaron con un simple entusiasmo afectivo por Jesús.
Y esta es la gran lección para nosotros, sino nos introducimos por la fe en el
misterio de Dios-hombre la infidelidad nos acecha en cualquier circunstancias de
nuestras vidas, por lo tanto lo que vale para lograrnos como discípulas y discípulos
de Jesús es fortalecer nuestra fe en El escuchando y poniendo en práctica su
Evangelio, y en consecuencia participando en la vida sacramental; de modo
particular participar de la eucaristía.
Mons. Miguel Esteban Hesayne